capitulo 14

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Los días transcurrían con una calma engañosa en Gravity Falls. Ford, siguiendo el consejo -o más bien, la insistencia- de su hermano Stanley, había comenzado a pasar más tiempo fuera de su laboratorio. La relación con McGucket se había fortalecido de manera inesperada, pero en lugar de alejarlo de su familia, lo había acercado más a ellos. Las tardes con Mabel y Dipper se habían vuelto un refugio de risas y cariño genuino. Mabel siempre lograba sacarle una sonrisa con sus ocurrencias, mientras que Dipper, con su curiosidad insaciable, seguía bombardeándolo con preguntas sobre los misterios del universo.

McGucket, por su parte, parecía rejuvenecer con cada día que pasaban juntos. La chispa en sus ojos, que Ford había temido que se extinguiera tras todos los años de locura, brillaba con una intensidad renovada. Compartían secretos, teorías científicas y recuerdos del pasado, como dos viejos camaradas que habían sobrevivido a un mundo lleno de peligros y sorpresas. Y aunque Ford no lo decía en voz alta, la compañía de McGucket había despertado en él una calidez que hacía mucho tiempo no sentía.

Sin embargo, en la otra cara de la moneda, Bill Cipher, en su dimensión, no compartía la misma tranquilidad. Las fiestas y el caos eran una constante en su existencia, pero ahora se encontraban mezclados con una extraña sensación de desasosiego. Las criaturas y entidades con las que se rodeaba, su llamada "pandilla del caos", notaban su comportamiento errático.

"¿Qué te pasa, jefe?", preguntó un ser amorfo, su voz burbujeante de preocupación.

Bill, en su forma triangular, giró lentamente hacia su interlocutor, sus ojos brillando con un destello peligroso. "¿A mí? No me pasa nada. Todo sigue como siempre. Caos, destrucción, control absoluto... Ya sabes, lo de siempre."

Pero había algo en la forma en que lo dijo, una rigidez en su tono que no pasó desapercibida. Los miembros de su pandilla intercambiaron miradas, conscientes de que su líder no estaba en su mejor momento.

"¿Es por ese humano, Ford?", se atrevió a preguntar otro de los seres, un espectro que se desvanecía y aparecía con cada palabra.

Bill flotó en silencio por un momento antes de responder, su tono más frío de lo habitual. "No me importan los humanos. Solo son piezas en mi tablero, eso es todo."

Pero mientras las palabras salían de su boca, algo se revolvía en su interior. Era consciente de que mentía, y lo odiaba. Odiaba que Ford pudiera afectar su ánimo, que sus emociones estuvieran en un constante vaivén desde que lo había conocido. Y más que nada, odiaba no tener control sobre esa situación.

Mientras tanto, en el mundo humano, Ford se sentía más en paz de lo que había estado en años. Había algo reconfortante en las interacciones cotidianas con su familia. Los juegos de cartas con Stanley, las largas conversaciones con Dipper sobre las teorías más locas, y los proyectos creativos con Mabel, todo eso lo mantenía ocupado y alejado de las sombras que a veces intentaban alcanzar su mente. Pero, al caer la noche, cuando el silencio se asentaba, no podía evitar que sus pensamientos volvieran a Bill. Había algo en la forma en que Bill lo miraba, en la intensidad de sus palabras, que lo desestabilizaba.

Ford trataba de convencerse de que era solo el peligro inherente en la situación, la amenaza que Bill siempre representaba, lo que mantenía su mente alerta. Pero en el fondo, sabía que había algo más. Y eso lo aterraba más que cualquier criatura de pesadilla que hubiera enfrentado antes.

Bill, por otro lado, rodeado de su pandilla del caos, mantenía una fachada de despreocupación. Pero sus pensamientos siempre volvían a Ford, a esos malditos sentimientos que lo hacían dudar de sí mismo. Se lanzaba de fiesta en fiesta, provocando el caos donde podía, intentando ahogar esa incertidumbre. Pero la verdad era ineludible, y en su soledad, cuando todos los demás se habían dispersado, se encontraba a sí mismo pensando en Ford, en sus conversaciones, en sus enfrentamientos... y en lo que sentía cada vez que lo veía.

Cada vez que su mente volvía a Ford, la confusión se convertía en una tormenta dentro de él. ¿Podía un ser como él, diseñado para el caos y la destrucción, realmente estar sintiendo algo tan... humano?

fuego en la mente (Billford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora