capítulo 3

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Ford caminaba de un lado a otro en su laboratorio, incapaz de concentrarse en nada que no fuera el eco persistente de la última conversación con Bill. Había logrado mantener el control, había establecido sus propias reglas, pero a medida que pasaba las horas, se daba cuenta de que el verdadero enemigo no era Bill, sino sus propios sentimientos. Ese beso, la proximidad, el calor del cuerpo de Bill... todo estaba grabado en su mente.

"Esto no está bien" murmuró Ford prácticamente sí mismo, sus manos temblando ligeramente mientras intentaba enfocarse en sus investigaciones. Cada vez que sus pensamiento regresaban a Bill, se obligaba a concentrarse en algo más, cualquier cosa que no fuera el demonio con forma humana que había invadido su vida. Pero la imagen de Bill, su sonrisa maliciosa sus ojos brillantes, lo perseguían sin descanso.

Intentó convencerse de que todo era un truco, una manipulación más de Bill para quebrarlo. "Él es un demonio, un ser de pura maldad," se repetía una y otra vez, como si esas palabras pudieran protegerlo de lo que realmente sentía. Pero la verdad era más compleja, más aterradora. "Lo odio," murmuró, apretando los puños con fuerza. "Lo odio por lo que me hace sentir, por cómo me manipula."

Pero incluso mientras pronunciaba esas palabras, Ford sabía que había algo más profundo, algo que no podía negar por mucho que lo intentara. No era solo odio lo que sentía. Había algo más, algo que lo había consumido desde el momento en que Bill había vuelto a aparecer en su vida.

El aire en el laboratorio comenzó a enfriarse, un claro indicio de que Bill estaba cerca. Ford intentó ignorar la sensación, pero su corazón comenzó a latir con fuerza. Sabía que Bill aparecía en cualquier momento, y con él, las dudas y tensiones que Ford intentaba mantener a raya.

"Vamos Sixer, ¿me vas a ignorar toda la noche?" La voz de Bill resonó en la habitación antes de que su figura humana se materializara, apoyándose casualmente en la pared del laboratorio.

Ford no respondió de inmediato, Manteniéndose de espaldas a Bill, tratando de reunir la fuerza para mantener su fachada de indiferencia. "No estoy de humor para tus juegos, Bill," dijo finalmente, con voz tensa.

"¿Jugamos? ¿Quién dijo que estaba jugando?" Bill se acercó lentamente, sus pasos casi silenciosos sobre el suelo del laboratorio. "Tu eres el que sigue negando lo que realmente quieres."

Ford giró bruscamente, su mirada llena de rabia contenida. "No quiero nada de ti, Bill. No significas nada para mí."

Bill sonrió, inclinándose hacia Ford, sus ojos brillando con malicia. "Oh, Ford, sabes que eso ni es cierto. Si realmente ni significara nada para ti, no estarías tan alterado. Ni estarías tan... atrapado."

Ford sintió cómo la ira y la frustración se acumulaban dentro de él. Estaba atrapado, sí, pero no solo por Bill. Estaba atrapado por sus propios sentimientos, por el conflicto interno que lo estaba desgarrando. Quería apartarse, quería odiar a Bill con todo su ser, pero cada vez que intentaba hacerlo, el deseo y la atracción lo arrastraba de nuevo.

"No puedes controlarme," murmuró Ford, pero incluso él sabía que sus palabras carecían de la convicción que solían tener.

"¿Controlarte? No necesito hacerlo, Sixer," respondió Bill con una sonrisa ladeada. "Estás luchando tanto contra ti mismo que ya has perdido. No te resistas, Ford. Lo que sientes... es tan natural como respirar."

Las palabras de Bill se deslizarse por la mente de Ford como veneno dulce, y por un momento, todo lo que había estado conteniendo se liberó. Ford cerró los ojos, luchando por mantener el control, pero la batalla interna se había vuelto insostenible. Cuando los abrió de nuevo, su mirada estaba llena de una mezcla de deseo y desesperación.

"No... No puedo..." Ford intentó dar un paso atrás, pero Bill lo atrapó antes de que pudiera hacerlo, sus manos firmemente sobre los hombros de Ford, acercándose más.

"Clado que puedes," susurró Bill, su voz suave y seductora, sus labios a milímetro de los de Ford. "Sólo déjate llevar."

Antes de que Ford pudiera detenerse, sus labios se encontraron con los de Bill en un beso que fue todo menos suave. Fue un choque de pasiones reprimidas, un torbellino de emociones que habían estado contenido durante demasiado tiempo. Ford lo odiaba, lo odiaba tanto como lo deseaba, y ese odio se mezclaba con de deseo en un beso que ardía con intensidad.

Las manos de Bill se deslizarse por la espalda de Ford, finalmente cediendo a lo que había negado tanto tiempo, respondió con la misma intensidad. Todo lo que había reprimido, todo lo que había tratando de controlar, estalló en ese momento, y el laboratorio se convirtió en un campo de batalla de emociones y deseos qué ninguno de los dos podía controlar.

Ford sintió cómo la resistencia que había manteniendo se desmoronaba, reemplazada por una necesidad que no podía seguir ignorando. Bill, sintiendo la rendición de Ford, intensificó el beso, dejando que el caos se apoderara de ambos.

En ese momento, no había pasado, ni futuro. Solo el presente, solo el calor de sus cuerpos y la pasión desenfrenada qué había estado contenida durante demasiado tiempo. Ford ya no podía negar lo que sentía, y mientras la noche avanzaba, dejó que todo lo que había intentado reprimir se debordara, sin importarle las consecuencias.

El laboratorio se llenó de una energía que vibraba entre los dos, una mezcla de odio y deseo, de lucha y rendición. Y en ese caos, Ford y Bill se perdieron el uno en el otro, consumidos por una pasión que ninguno de los dos podía controlar no evitar.

fuego en la mente (Billford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora