capítulo 15

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Ford estaba inmerso en su trabajo, los destellos y sonidos del laboratorio llenando el espacio mientras sus manos hábiles ensamblaban un nuevo dispositivo. Todo parecía estar bajo control, al menos en la superficie. Pero había una sombra en su mente, un constante recordatorio de alguien que intentaba ignorar: Bill Cipher.

De repente, el ambiente en la habitación cambió. Una energía extraña llenó el aire, una vibración familiar que hizo que Ford se enderezara de inmediato, sus ojos escudriñando el lugar. Antes de que pudiera reaccionar, sintió un tirón en su cuerpo, seguido de un destello cegador.

Al abrir los ojos, se encontró encadenado contra una de las paredes del laboratorio. Las cadenas eran etéreas, brillando con una luz azulada que parecía materializarse de la nada. Ford luchó, pero no pudo liberarse. Frente a él, Bill Cipher, en su forma humana, lo miraba con una mezcla de furia y algo más difícil de identificar.

"¿Qué demonios...?" Ford apenas pudo articular las palabras antes de que Bill comenzara a hablar, su tono cargado de una rabia apenas contenida.

"¿Realmente pensaste que podías ignorarme, Ford? ¡A mí! El gran Bill Cipher, reducido a nada mientras te diviertes con ese viejo loco." Bill flotaba cerca de él, su presencia imponente y abrumadora. Sus ojos brillaban con un fuego dorado mientras las cadenas se apretaban alrededor de Ford.

Ford, aún recuperándose del shock, lo miró con incredulidad. "¿Qué demonios te pasa, Bill? ¿De qué estás hablando?"

Bill hizo un gesto con la mano, agitando el aire como si fuera a barrer las palabras de Ford. "¡No te hagas el inocente! He visto cómo pasas tiempo con McGucket, riendo, compartiendo secretos... ¿De verdad crees que puedes reemplazarme tan fácilmente?"

Ford lo observó en silencio por un momento, evaluando sus palabras. Luego, una chispa de comprensión se encendió en su mente y una sonrisa burlona se dibujó en sus labios. "¿Qué es esto, Bill? ¿Acaso estás... celoso?"

El rostro de Bill se congeló por un instante, su expresión tornándose una mezcla de sorpresa, vergüenza y enojo. Ford no pudo evitar disfrutar ese momento, ver a Bill, el ser más manipulador y egocéntrico que había conocido, visiblemente afectado por una simple palabra.

"¿Celoso?" Bill repitió la palabra con una carcajada forzada, pero su tono estaba teñido de enojo. "¡Por favor! No soy un simple humano con emociones tan... patéticas. No me importa lo que hagas con ese anciano."

Ford soltó una risa corta. "Claro, Bill. Por eso apareces aquí, encadenándome y exigiendo respuestas. Definitivamente no parece que te moleste en absoluto."

Bill lo miró fijamente, su mandíbula apretada mientras trataba de mantener la compostura. Pero la verdad era que las palabras de Ford habían dado en el clavo. Bill nunca se había permitido sentir celos, no de esta manera. Él, un ser que estaba acostumbrado a manipular y controlar, ahora estaba siendo controlado por una emoción que nunca había querido admitir.

"Esto no tiene nada que ver con celos," dijo Bill, su voz más baja pero cargada de frustración. "Tiene que ver con poder, con quién tiene el control aquí. Y déjame recordarte, Ford, que soy yo quien tiene ese control. No tú, ni ese viejo loco."

Ford, a pesar de su situación, no podía evitar sentir una mezcla de compasión y diversión. Sabía que había algo más profundo detrás de la furia de Bill, algo que el demonio no quería admitir. Pero, en lugar de enfrentarlo directamente, decidió aprovecharse de la situación.

"¿Sabes, Bill?" Ford comenzó, su tono aún burlón, "siempre pensé que eras un ser superior, pero ahora parece que eres más humano de lo que crees."

Bill se acercó a Ford, su rostro a pocos centímetros del de él. Su expresión era una mezcla de enojo y algo parecido a la vulnerabilidad. "Cállate, Ford. No tienes idea de lo que estás diciendo."

Pero Ford no se detuvo. "Oh, creo que lo sé muy bien. Te está afectando más de lo que quieres admitir, y eso es lo que te enoja, ¿verdad? El hecho de que, por una vez, no puedas controlar lo que sientes."

La furia en los ojos de Bill era palpable, pero Ford también notó el rastro de duda, la grieta en la armadura que el demonio había construido alrededor de sí mismo.

Antes de que Ford pudiera decir más, Bill lo calló con un beso feroz, lleno de una mezcla de rabia, deseo y confusión. Fue un acto de puro instinto, un intento desesperado de reafirmar su control. Pero en el fondo, ambos sabían que ese beso no resolvía nada, solo complicaba más las cosas.

Las cadenas brillaron con más intensidad alrededor de Ford, pero esta vez, en lugar de resistir, Ford respondió al beso, profundizándolo. Ambos estaban atrapados en una batalla interna, una lucha de poder que ninguno quería perder.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban respirando con dificultad. Bill se alejó bruscamente, tratando de recuperar el control de sí mismo. Ford lo miró con una mezcla de desafío y algo más, una emoción que Bill no estaba dispuesto a reconocer.

"Esto no ha terminado, Ford," dijo Bill, su voz más suave pero aún cargada de intensidad. "Pero recuerda una cosa: eres mío. No importa lo que hagas, nunca podrás escapar de mí."

Y con esas palabras, Bill desapareció, dejando a Ford encadenado, con la mente llena de preguntas y emociones que no quería enfrentar.

fuego en la mente (Billford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora