capitulo 5

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Las horas pasaron lentamente después de la partida de Bill, dejando a Ford solo con sus pensamientos en el frío y silencioso laboratorio. Se sentía como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar. Cada rincón del laboratorio, cada objeto, parecía estar impregnado con los recuerdos de la noche anterior, recordándole la traición a sus propios principios.

Ford intentó centrarse en su trabajo, en sus investigaciones, en cualquier cosa que pudiera distraerlo, pero la tarea era inútil. Cada vez que intentaba concentrarse, su mente lo traicionaba, llevándolo de vuelta a Bill, a los momentos de debilidad que habían compartido.

"No puedo seguir así," murmuró para sí mismo, frotándose las sienes con las manos temblorosa. Sabía que si no encontraba una manera de lidiar con lo que estaba sintiendo, eventualmente terminaría sucumbiendo de nuevo. Y eso era algo que no podía permitir.

Decidió a romper al ciclo, Ford salió del laboratorio, dirigiéndose al bosque que rodeaba la cabaña. Necesitaba el aire fresco, la distancia de todo lo que había sucedido. La naturaleza, con su calma y serenidad, siempre había sido su refugio, un ugad donde podía pensar con claridad.

A medida que se adentraba en el bosque, el sonido de las hojas crujientes bajo sus pies y el susurro del viento entre los árboles lo ayudaron a calmarse un poco. Pero incluso aquí, lejos del laboratorio y de la influencia directa de Bill, la presencia del demonio seguía acechando en su mente.

Ford sabía que mo podía seguir huyendo de lo que sentía. Tenía que enfrentarlo, tenía que entender por qué Bill tenía ese poder sobre él. Pero cada vez que intentaba analizar sus sentimientos, se encontraba enredado en su laberinto de emociones contradictorias: el odio, el deseo, la culpa, y algo más, algo que no quería admitir.

"Esto es ridículo" se dijo a sí mismo, golpeando una roca con el pie en frustración. "He enfrentado horrores más grandes que este. No puedo dejar que Bill me controle de esta manera."

Pero la realidad era más complicada. Ford había pasado su vida entera luchando contra enemigos externos, contra amenazas tangibles. Pero esta lucha, la lucha contra sí mismo, era algo para lo que no estaba preparado. No podía simplemente derrotar a Bill con fuerza bruta o intelecto; este era un combate en el que sus armas habituales eran inútiles.

Caminó durante horas, esperando que el cansancio físico pudiera apagar, aunque solo fuera temporalmente, el fuego que ardía en su mente. Pero cuando finalmente regresó a la cabaña, el conflicto interno seguía ahí, tan fuerte como antes.

Al entrar en la cabaña, Ford fue recibido por el sonido familiar de las voces de Mabel y Dipper, que estaban ocupados en la sala principal, trabajando en sus propios proyectos. Al ver a su tío entrar, Mabel levantó la vista, una sonrisa cálida en su rostro.

"¡Tío Ford! ¡TE estábamos buscando! Dipper y yo encontramos algo interesante en uno de los libros antiguos."

Ford intentó sonreír, pero el gesto se sintió forzado. "Eso suena genial, Mabel. ¿De qué se trata?"

Dipper se acercó con un libro antiguo y polvorines en las manos, una expresión de emoción en su rostro. "Es un conjuro de protección qué podría ser útil. Pensamos que, dado que Bill está cerca, podríamos usarlo para mantenerlo alejado."

Ford sintió una punzada de culpa al ver el esfuerzo que sus sobrinos estaban poniendo para protegerlo. Si tan solo supieran... Pero, por supuesto, no podían saberlo. No podían saber que la amenaza no venía solo de Bill, sino de él mismo, de su incapacidad para resistirse a lo que Bill representaba.

"Es una buena idea, Dipper," dijo Ford, tomando el libro y fingiendo interés. "Podríamos intentarlo."

Pero mientras hojeaba el libro, Ford sabía que ningún conjuro, por poderoso que fuera, podría protegerlo de lo que realmente lo atormentaba. Aún así, se obligó a concentrarse en la tarea, tratando de encontrar un momento de paz en la investigación.

La noche cayó lentamente, y mientras el resto de la cabaña de suma en el silencio del sueño, Ford regresó al laboratorio, incapaz de encontrar descanso. Encendió una pequeña lámpara en el escritorio y se dejó caer en la silla, mirando el vacío espacio frente a él.

"No puedo seguir así," se dijo una vez más, con voz apenas audible.

El aire se enfrió de repente, y antes de que pudiera reacción, Ford sintió una presencia familiar a su espalda. No necesitaba volverse para saber quién era

"¿Echándome dd menos ya, Sixer?" La voz de Bill sonó suave, casi cariñosa, lo que solo hizo que la rabia de Ford aumentar.

"¡Cállate!" Ford se giró bruscamente, su mirada fulminante. "No estoy de humor para tus juegos, Bill."

Bill, en su forma humana, se acercó lentamente, sus pasos resonando en el suelo del laboratorio. "¿Juegos? Pensé que estábamos siendo serios anoche."

Ford sintió cómo su control se desmoronaba una vez más, pero esta vez no era solo culpa lo que lo consumía; era la ira, una ira ardiente dirigida tanto a Bill como a sí mismo. "Esto no va a volver a pasar," dijo con una voz tensa, sus puños apretados.

Bill sonrió, acercándose lo suficiente como para que Ford pudiera sentir el calor que emanaba de su cuerpo. "Dices eso, peri no parece que lo creas, Sixer. Sé que lo deseas tanto como yo."

Ford intentó apartarse, pero Bill no se lo permitió, acorralándolo una vez más. "Deja de luchar, Ford. Lo que sientes es real, no importa cuánto lo niegues."

"¡No lo entiendes!" gritó Ford, su voz llena de desesperación. "¡No puedo... no debo...!"

Bill lo interrumpió, sus labios rozando los de Ford en un gesto que era a la vez suave y cargado de promesas oscuras. "No tienes que resistirte. Déjate llevar, Ford. Al final, el deseo siempre gana."

Ford sabía que debía apartarse, que debía luchar, pero en ese momento, todo su control se desmoronó. Con un gruñido de frustración y desesperación. Ford se rindió, capturando los labios de Bill en un beso que fue todo menos suave.

El laboratorio se convirtió una vez más en un campo de batallas de emociones y deseos. Las manos de Ford se aferraron a Bill, buscando consuelo y destrucción al mismo tiempo. Bill respondió con la misma intensidad, su risa suave resonando en el aire mientras profjndizaba el beso.

Esta vez, Ford no intentó resistirse. Se dejó llevar por el caos, por el deseo que lo consumía, sabiendo que, aunque sé arrepentiría al amanecer, en ese momento no podía pensar nasa más.

La noche avanzó, y con ella, Ford y Bill se perdieron una vez más en la tempestad de emociones que los unía, dejando que el fuego que ardía en su mente los consumiera por completo.

fuego en la mente (Billford)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora