El hijo de Goku.

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Goku: Chichi, ¿dónde estás?

Había ido a conseguir algunas cosas que su esposa le había pedido. Aunque al volver, no la vio en donde se supone estaba cuando se fue. A lo que empezó a llamarla, sin recibir respuesta.

Goku: ¿Chichi?

Chichi: ¡Aaah!

Goku: ¡Chichi!

Revisó toda la casa, hasta que la pudo ver sentada en el suelo, junto a la cama que compartían. La oía quejarse bastante.

Goku: ¿Estás bien?

Chichi: Goku... creo que ya va a nacer...—Goku la cargó para que ya no estuviera en el suelo—Ve y busca a mi padre. Él sabe qué hacer. Dile que... estoy a punto de dar a luz.

Goku: Pero no quiero dejarte sola—la deja con cuidado sobre el colchón.

Chichi: Tranquilo, voy a estar bien, será poco tiempo—Acaricia su mejilla—Tienes que ir, él conoce a una partera de la montaña.

Goku: Está bien.

Rápidamente se fue a buscar a Ox Satán.

Y luego de todo un largo día, nació el hijo de Goku y Milk.

El pobre se desmayó durante el parto, estaba muy nervioso y ver a Chichi adolorida no le estaba ayudando. Así que Ox Satán lo tuvo que cargar y llevarlo al sofá.

Su hijo era varón, al que su padre quiso llamar Gohan, pues sentía que era un nombre que debía tener su hijo luego haber sido acogido por quien ahora sentía que era su abuelo. Este le dio su apellido y lo cuidó mientras le enseñaba más cosas.

Y el tiempo parecía pasar volando.

Goku cuidaba de su hijo y su esposa en las montañas. Le ayudaba en aquellas tareas que requerían una gran fuerza, como traer leña y ayudarla a cuidar de Gohan mientras ella hacía otras cosas.

Su hijo crecía, y no olvidemos un pequeño gran detalle. Él tiene una cola al igual que su padre.

Goku: Ouh...

Chichi: ¿A dónde vas?—Preguntó con una sonrisa tranquila. Lo había visto querer escabullirse por detrás suyo y le tomó de la cola para frenarlo.

Goku: Chichi.

Chichi: Podrás ser un gran peleador, pero te falta mucho para escapar de mí.

Goku: Sólo quería dar una vuelta.

Chichi: ¿Ah sí? ¿Y si digo que no?

Goku: Una vueltita, por favor.

Chichi: Mmh, puede ser... Con una condición.

Goku: ¿Cuál?

Chichi: Nuestro pequeño va contigo.

Goku: Pero, Chichi, no puedo entrenar si me... llevo al bebé...—Se dio cuenta de que lo orilló a decirle la verdad con una simple condición.

Ella sólo levantó las cejas. Goku era muy malo para mentir, era obvio que no iba a dar "una vueltita".

Chichi: ¿Me repites a dónde ibas?

Goku: Está bien, tú ganas, iba a ir a entrenar.

Esta suelta su agarre.

Chichi: Puedes ir. Pero deja de mentir, eres malísimo mintiendo, querido.

Goku: Sí, perdón. No lo haré.

Iba a irse, pero ella lo hace volver otra vez.

Chichi: Olvidas algo.

Goku: Oh, cierto.

Se acercó y dejó un beso en su mejilla, agachándose para poder hacerlo.

Goku: Nos vemos, traeré la cena.

Chichi: No vuelvas tarde.

Goku: No te preocupes.

Y así salió de casa y se fue hacia el bosque. En un gran claro, empezó a entrenar.

Simulaba un combate.

Ya llevaba largo rato entrenando cuando de repente...

—¡Eso no es suficiente, hijo! ¡Debes ser mucho mejor que yo!

Goku: ¿Eh?

Había escuchado una voz gruesa hablarle, pero al voltear hacia todas partes, no encontró al dueño de esas palabras que lo estaban alentando.

Goku: ¿Otra vez?

Sacudió su cabeza unos segundos después, quizás fue su imaginación.

Había estado teniendo episodios similares a lo largo de su vida... o desde el punto en que recordaba.

A veces oía una voz distinta, pero esta lo insultaba de vez en cuando. Pero aún así, tenía un consejo siempre, siendo disfrazado con indiferencia.

Sentía que se estaba volviendo loco a veces, pero su familia hacía que olvide todo eso.

Pero siempre eran sobre el mismo tema. Entrenamientos, ser mejor, superarse a sí mismo y a los demás.

Suspiró.

Tenía la sospecha de que eran charlas que había tenido y no cosas al azar.

Cosas que ya le habían dicho hace mucho.

Las lagunas no se iban, pero al menos tenía un indicio de lo que había perdido. Al menos dos voces, y si las volviera a escuchar, pero teniendo a alguien ya enfrente, sabría que esa persona se trataba de alguien que estuvo en su vida y fue muy importante para que su cerebro inconscientemente las reproduzca cada tanto.

Cualquier otra persona se preocuparía mucho por escuchar voces. Pero él sabía que eran esas personas que su corazón y mente no querían olvidar.

Seguía usando el brazalete de serpiente. Muy en el fondo, sentía que algún día podría recordar el rostro de quien se lo regaló... o quizás su voz.

Pero por ahora, dejaría ese tema en paz.

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Volvió a casa más tarde. Traía en su espalda un gran pescado que atrapó para llevarle a su esposa.

Bostezó mientras caminaba hacia la casa.

Goku: ¡Chichi, ya volví! ¡Traje un gran pescado!

Chichi: Que bueno, Goku—Salió de casa con su hijo en brazos. Goku dejó el pescado en el patio y se acercó a ellos, acariciando el cabello de su hijo.

Goku ya tenía una vida hecha.

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Mi papá, el Dios de la destrucción 《Goku y Beerus》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora