viernes

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Martin miró hacia los dos lados antes de cruzar la carretera. El metro estaba lleno de gente cuando entró y todavía olía en su bufanda el perfume de la mujer que se sentó a su lado. No olía especialmente bien, a laca y a frutas ácidas. Arrugó la nariz y miró al cielo cubierto de nubes. Llegó a la cafetería cansado y congelado. Denna estaba despierta cuando llegó de la biblioteca y él preparó algo de comer para los dos.

"¿Qué tal con tu guapetón fumador?"

Martin rio, pensando en Juanjo. "Bien, no lo sé. Hay una fiesta el sábado y nos han invitado" Sintió una especie de tensión en la parte de atrás de su cuello. El pensamiento anticipatorio de sentir las manos de Juanjo sobre él taladrando cada zona de su cerebro. Pensó si le seguiría buscando como hasta ahora después de acostarse con él o volvería a ignorarle deliberadamente. Martin había descubierto que no le caía mal del todo y la posibilidad de no seguir hablando con él le causaba cierta pena, aunque no le era extranjera.

Denna le cortó los pensamientos. "¿No eras tú el que no quería salir en exámenes?"

"¿Me vas a arruinar un posible polvo?"

Denna le abrazó por la espalda. "Cómo si no te sobraran, cabrón." Apretó su agarre de la cintura. La escuchó respirar hondo y Martin sabía que iba a decir. "Me ha llamado tu madre."

Martin suspiró mientras encendía el fuego. No respondió y Denna siguió hablando. "Me ha dicho que la llames."

Esperó. "Lo haré." Y sonrió. Miró a Denna y la encontró con un ceño fruncido. "Está bien, Denna. Enserio, no me importa. La llamaré y veré que me quiere decir."

"La odio." Martin rio y se giró para abrazarla por el cuello. "Cuidado." Puso lentamente las manos por encima de su pelo. "Odio aún más que tu no la odies."

Martin rio ante la frustración en la voz de Denna. "No puedo. Lo he intentado y no me sale." Tragó para bajar los nervios de su garganta y las ganas de llorar. "¿Pruebas la carne?" Denna le dejó cambiar de tema y se quemó la lengua con la cuchara.

Cuando se acostó, se permitió recordar a su madre. Se le hacía cuesta arriba no pensar en ella muy a menudo. La mezcla de cansancio y tristeza le nubló los ojos. Podía escuchar la decepcionada voz de su madre cuando eligió carrera. La mirada desaprobatoria cuando salió del armario. Su silencio cuando sus primos se reían de él. La primera vez que perdió las cuerdas y le dijo que deseaba que fuera cualquier otra persona, o no haberlo tenido en absoluto. La pelea después de eso. Ella vino a su habitación llorando, murmurando unas disculpas mientras le acariciaba las mejillas. Martin se dejó abrazar hasta que se quedó dormido, sin saber si las lágrimas en su cara eran suyas o de ella.

Ahora, el rostro de su madre se sentía tan ajeno como el de cualquier desconocido. Martin sabía que ella seguía haciendo el esfuerzo por saber de él, pero todo sería más fácil si se desentendiera del tema. Si dejara de llamar. Si dejara de remover sentimientos contradictorios. Desde su ventana podía ver las luces de la calle, una hoja cayendo de un árbol. Lloró y se preguntó porqué no podría odiar a su madre, o ella a él. Se quedó dormido horas después.

En la cafetería, el aroma a chocolate le envolvió por completo. Había mucha menos gente de la que se esperaba y tuvo la necesidad de volver a casa, donde el calor todavía existía en sus huesos. Vio a Bea detrás del mostrador leyendo un libreta entre sus manos. Sus ojos se fueron momentáneamente a la mesa donde se solían sentar Juanjo y Alex cuando la venían a ver. Estaba vacía y su mirada solo se chocó con el campus a través del cristal, la tierra seca y el cielo gris. Pensó que quizás vendrían después.

"Hola." Bea tenía el pelo recogido en una trenza y los ojos pintados de verde. "Tienes un grano en la frente."

"Gracias, en mi piso no hay espejos." Martin giró la barra y se puso a su lado. "¿Por qué no te vas?"

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