Capítulo II

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『 °*• ❀ •*°』

Reyna

...

La primera vez que Reyna encontró una nota en su oficina, pensó que era un detalle de su compañero. El corazón se le alborotó durante los primeros segundos al leer la pequeña hoja amarilla con letras negras. La caligrafía era cuidadosa, con cada letra trazada con precisión, pero pronto se dio cuenta de que no era la letra de Jason.

Conocía bien la manera en que él escribía, habiendo visto sus anotaciones innumerables veces en reuniones de estrategia y reportes de misión. La esperanza de que aquel mensaje proviniera de él, finalmente admitiendo algo más que compañerismo y una maravillosa amistad, se desvaneció tan rápido como había surgido.

El tipo de letra fue lo primero que lo delató. Poco después, cuando le preguntó a Jason si reconocía el mensaje, él negó con sinceridad, afirmando que no tenía idea de lo que se trataba. Su reacción fue genuina, sin ningún indicio de ser el remitente. Si él hubiera mentido Reyna lo habría notado al instante.

Eso no evitó que Jason sonriera y se burlara suavemente de ella tras saber que le habían dejado un mensaje anónimo. Tal vez eso fue lo peor; el modo en que su sonrisa traviesa la hizo pensar que se trataba de una broma pesada.

Reyna arrugó la nota y la tiró a la basura, convencida de que alguien intentaba divertirse a su costa. La idea de que alguien quisiera hacerla sentir vulnerable, creyendo que podían tomarla por sorpresa, la enfureció bastante.

Pero había algo más. Algo que no quería admitir ni siquiera a sí misma. Esa nota había removido los sentimientos que había enterrado en algún rincón de su corazón. Sentimientos que había mantenido en pausa, en la esperanza de una posibilidad con Jason. Pero hasta donde recordaba, nada había sucedido. Nunca había habido tiempo para esas cosas.

No estaba cien por ciento segura de si Jason sentía algo por ella, o si la veía como algo más que una hermana. Nada más.

Durante unos días, Reyna estuvo frustrada en silencio, ocultando que su corazón y su alma anhelaban ser amados. Ignoró las inquietudes que surgían en su interior, recordándose constantemente que su deber era poner el ejemplo, todo el tiempo. Al menos, así lo creía. Así era feliz... O al menos lo aparentaba.

Había sido demasiado paciente. La esperanza aún estaba allí, frágil, pero presente.

Y entonces, las notas siguieron llegando.

Normalmente aparecían en el mismo lugar de siempre; a veces eran de color amarillo, otras veces azul pastel, rosa, e incluso morado. La caligrafía era la misma, delicada y legible, con tinta negra o azul y un pequeño corazón en una esquina. Pero siempre anónimas, sin ninguna firma.

A Reyna le molestaba eso.

Independientemente de que no fueran de Jason, sentía que alguien estaba jugando con ella. Sin embargo, Jason trató de corregir esa creencia con bromas ligeras, diciendo cosas como: “No me sorprendería que alguien se fijara en ti, mírate. Eres asombrosa.” Y tenía razón, Reyna lo era. Intocable, con todo lo que eso implicaba.

¿A quién no le llamaría la atención una chica fuerte, dominante y capaz de valerse por sí misma? No por nada era pretora.

Reyna intentó ignorar las primeras notas. Pero había que admitirlo, el autor era ingenioso.

Al principio, pensó que el misterioso remitente había sacado las frases de alguna antología de poesía para intentar conquistarla. Pero después de analizar las siguientes cinco notas, se dió cuenta de que no pertenecían a ningún poema, canción o historia conocida. Los mensajes eran íntimos, hechos desde el corazón y con un pensamiento profundo.

Le parecía absurdo y ridículo. Sólo por el hecho de que Jason Grace no era el admirador secreto.

Las notas empezaron a llegar dos veces por semana, al menos siete u ocho mensajes al mes. Reyna comenzó a acostumbrarse a encontrar un papel de color encima de su mesa, justo al lado de su placa con su nombre grabado.

Cada vez que veía una nueva nota, ponía los ojos en blanco, soltaba un suspiro pesado, alzaba una ceja y la tomaba para leerla. Incluso se había convertido en una especie de rutina que Jason llegara justo cuando ella estaba leyendo, solo para molestarla con una sonrisa.

—¿Qué? —decía Reyna, incrédula, cuando Jason se reía a lo bajo.

—No, nada, nada... —respondía Jason, alejándose con una sonrisa divertida, como si no hubiera visto nada.

Él sabía algo. Reyna no lo dudaba. No era tonta. Estaba casi segura de que Jason sabía quién era el admirador, simplemente no quería decírselo. Y aunque ella fingía que no le importaba, la realidad era otra.

Sí le importaba. Le importaba mucho.

Cada nueva nota que llegaba a su mesa solo servía para que la curiosidad y la frustración de Reyna crecieran. Antes pensaba que ignorarlas era la mejor opción, pero con el tiempo, su determinación comenzó a flaquear. Cada frase cuidadosamente escrita la hacía pensar, reflexionar sobre los sentimientos que había mantenido enterrados durante tanto tiempo.

Lo peor de todo era que no podía compartir estas inquietudes con nadie. Sabía que Jason sospechaba algo, pero la simple idea de mostrarle que estas notas empezaban a afectarla era impensable.

Ella era la pretora y no podía permitirse el lujo de parecer vulnerable, ni siquiera ante su mejor amigo.

Sin embargo, una tarde, después de una sesión de entrenamiento especialmente intensa, Reyna encontró otra nota en su oficina. Esta vez, el mensaje era breve, pero tenía un toque personal que la hizo detenerse.

“El verdadero valor no reside en la espada, sino en la capacidad de abrir tu corazón.”

El mensaje la dejó perpleja. Se dejó caer en su silla, mirando el papel por más tiempo del que hubiera querido admitir. Algo en esas palabras resonaba en lo más profundo de su ser, tocando una fibra que había intentado proteger durante tanto tiempo.

Fue en ese momento cuando Jason entró en la oficina, como siempre, con su sonrisa despreocupada. Reyna ni siquiera tuvo tiempo de esconder la nota.

—¿Otra más? —preguntó él, con un tono de diversión que empezaba a irritarla.

—¿Te parece gracioso? —respondió Reyna, tratando de sonar despreocupada, pero sin lograr ocultar del todo su incomodidad.

Jason se encogió de hombros, acercándose para mirar la nota, pero Reyna la apartó rápidamente, sintiendo una súbita necesidad de protegerla de cualquier broma o comentario.

—No es nada —dijo, guardando la nota en uno de los cajones de su escritorio.— Solo alguien que tiene demasiado tiempo libre.

Jason la miró por un momento, sus ojos azules brillando con una mezcla de curiosidad y algo más. Luego, sin decir nada más, se dirigió a la puerta.

—Vale, tú ganas. Pero si necesitas hablar, ya sabes dónde encontrarme —dijo, antes de salir de la oficina.

Reyna se quedó en silencio, mirando la puerta cerrarse detrás de él. Sabía que Jason quería ayudarla, que sólo intentaba darle confianza, pero ella no estaba lista para dejar que nadie más que Gwen viera la incertidumbre que esas notas estaban comenzando a causar en su corazón.

Gwen era la única chica que la entendería. Porque ella sabía de esas cosas.

Mientras el silencio volvía a llenar la oficina, Reyna sacó la nota de su escondite y la leyó una vez más. El misterio de su origen seguía atormentándola, pero había algo más profundo en juego. Algo que la empujaba a desear, por primera vez en mucho tiempo, abrir su corazón, aunque solo fuera un poco.

Sin embargo, una parte de ella seguía aferrándose a la esperanza de que, de alguna manera, Jason fuera el autor de aquellas palabras.

Y esa pequeña esperanza era la que la mantenía firme, ignorando la verdad que ya comenzaba a asomarse en su mente. Porque la realidad, tal como Afrodita le había advertido, era que su corazón estaba destinado a caminar por un camino lleno de espinas.

Y ella no estaba preparada para enfrentarlo.

No aún.

『 °*• ❀ •*°』

|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora