Capítulo X

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『 °*• ❀ •*°』

Reyna

...

Se encontraba en el Principia, su oficina iluminada solo por la luz de las velas, una metáfora perfecta de la oscuridad y las sombras que parecían envolver su mente.

El resplandor cálido de las llamas proyectaba sombras alargadas en las paredes, creando un ambiente que reflejaba su estado de ánimo. La desaparición de Jason había cambiado todo.

Habían pasado semanas. La responsabilidad de liderar el Campamento Júpiter había recaído completamente sobre sus hombros, y el peso se volvía más aplastante con cada día que pasaba sin noticias de su compañero.

La montaña de documentos, solicitudes y reportes se apilaba en su escritorio como un recordatorio constante de la ausencia de Jason. No era sólo la falta del otro pretor lo que la inquietaba, sino también el cambio palpable en la atmósfera del campamento.

La legión, aunque bien entrenada, no era precisamente inmune al miedo y la incertidumbre. Las conversaciones en los pasillos, los murmullos a escondidas, y las miradas furtivas le decían que muchos se preguntaban lo mismo: ¿Qué sería de ellos si Reyna también caía?

Con el rostro inmutable, la pretora revisaba informes sobre los entrenamientos y las nuevas estrategias de defensa. La pluma en su mano se movía con precisión sobre el papel, anotando órdenes y confirmando decisiones.

Sabía que la seguridad del campamento era más crucial que nunca, especialmente con los extraños sucesos que se habían desatado desde la desaparición de Jason hace semanas después de la caída del trono de Cronos.

Aurum y Argentum, sus leales perros autómatas, permanecían sentados a ambos lados de su escritorio, vigilándola con atención. Los ojos de ambos brillaban a la luz de las velas, listos para cualquier señal de peligro.

La puerta se abrió sin previo aviso, interrumpiendo su concentración.

Octavian, el augur del campamento, entró con su característica sonrisa que nunca alcanzaba sus ojos. Llevaba una túnica blanca impecable, el cuchillo en su cinturón brillando a la luz de las velas, y dos osos de peluche que usaba para sus augurios.

La teatralidad con la que Octavian se manejaba siempre le resultaba exasperante, pero más aún lo era la astucia con la que manejaba a los legionarios a través de la superstición y el miedo que quería impregnar.

—Pretora Reyna.— saludó con su tono habitual, una mezcla de respeto y condescendencia. —Espero que no estés demasiado ocupada para escuchar una humilde propuesta.

Ella lo miró fijamente, sus ojos oscuros atravesándolo como cuchillas. Octavian nunca tenía propuestas humildes. Cada palabra que salía de su boca estaba calculada para sacar ventaja. No tenía tiempo para sus artimañas, pero también era consciente de que ignorarlo abiertamente solo causaría más problemas.

—Habla rápido, Octavian. Mi tiempo es limitado.

Octavian sonrió, un gesto que a Reyna siempre le recordaba a un depredador acechando a su presa. Sus movimientos eran determinados, pero llenos de una arrogancia que la irritaban. Estaba empezando a dejar de respetarla.

Se acercó al escritorio con pasos calculados, observando cada detalle de la oficina con ojos que parecían buscar cualquier signo de debilidad.

—Es precisamente sobre eso de lo que quería hablar.— dijo, colocando los osos de peluche en su cinturón antes de tomar asiento sin ser invitado. —El tiempo. El campamento está inquieto, y con la desaparición del pretor Jason...—Hizo una pausa, sus ojos azules observando a Reyna con una intensidad que no escondía su intención.

|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora