Capítulo V

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『 °*• ❀ •*°』

Reyna

...

La enfermería del Campamento Júpiter estaba tranquila y casi vacía a esa hora. La luz del sol se filtraba por las ventanas, iluminando las camillas ordenadas y el estante de medicinas alineado con precisión.

Reyna le ordenó a Gwen sentarse en una de las camillas para después ir por algunos suministros médicos para limpiar el rasguño que le había hecho sin querer, sin darse cuenta que sus espaldas eran admiradas con gracia y belleza.

Desde que había conocido a Gwen, la Pretora había adoptado un rol bastante personal con ella. Se había encargado de cuidarla cuando estaba vulnerable o herida, de apoyarla y aunque sonara imposible, animarla si era necesario.

Reyna siempre había sido protectora de Gwen, incluso antes de convertirse en la pretora. Se había encargado de asegurarse de que nadie la lastimara. Jamás olvidaría la primera vez que vió esos ojitos azules llenos de miedo sobreviviendo apenas en las ciudades. Fue un milagro que ambas se hubieran encontrado ese día.

—Vamos a ver ese brazo —dijo mientras se acercaba con una botella de antiséptico y una gasa. Su voz era firme pero había una suavidad en sus ojos, un toque de preocupación que rara vez mostraba.

La chica extendió el brazo sin decir nada, permitiendo que Reyna limpiara la herida. De forma obediente. El contacto de los dedos de Reyna contra su piel le provocó un ligero estremecimiento, pero lo ocultó con una sonrisa tranquila, sin que la otra sospechara.

Mientras Reyna trabajaba, Gwen la observó de cerca, notando las pequeñas cosas que ella misma no tenía idea de que serían importantes: la manera en que sus labios se fruncían en concentración, la delicadeza con la que tocaba su piel, el calor que emanaba de su cuerpo a pesar de su exterior estoico.

Todo eso en algo tan sencillo como limpiar un rasguño.

—¿Sabes? —comenzó Gwen, rompiendo el silencio.— Me alegra que algunas cosas no cambien.

Reyna levantó la vista, sus ojos marrones encontrándose con los de Gwen.

—¿A qué te refieres?

Gwen se encogió de hombros, tratando de sonar casual.

—A ti cuidándome. A veces me haces sentir como si todavía fuéramos esas niñas huyendo de los monstruos. Como si nada pudiera lastimarme mientras estés cerca de mí.

Hubo un momento de silencio. Reyna parecía estar pensando en cómo responder, algo poco común para ella. Al final, solo asintió ligeramente.

—Bueno, ya te lo dije, es mi trabajo asegurarme de que mis legionarios estén bien. —Su tono era neutral, casi profesional. Parecía concentrada.

La más joven estaba a punto de decir algo pero Reyna no le prestó atención, entonces, la puerta de la enfermería se abrió y un par de legionarios entraron. Uno de ellos era Tyler, un hijo de Esculepio y uno de los sanadores del campamento. Se acercó con una sonrisa despreocupada.

—¡Hey, Violet! ¿Qué ha pasado aquí?—preguntó, lanzando una mirada a la herida en su brazo.

—Sólo un pequeño accidente en el entrenamiento. —respondió Gwen, pero antes de que pudiera decir más, Tyler ya estaba a su lado, inspeccionando la herida con ojos expertos. —Estoy bien.

—Déjame echar un vistazo —dijo, tomando la gasa de la mano de Reyna con una facilidad que Gwen notó inmediatamente.

Reyna se tensó ligeramente, pero se hizo a un lado, cruzando los brazos sobre su pecho mientras observaba cómo Tyler inspeccionaba la herida. No se dió cuenta de que la línea de su mandíbula se apretaba y se formaba una rigidez en sus hombros.

Tyler, sin embargo, parecía ajeno al cambio de humor en la habitación.

—Tienes razón. No es nada grave —dió una palmada en la cabeza a Gwen como si fuera una niña pequeña. —Te traeré una pomada para evitar que se infecte.

—Gracias, Tyler —dijo Gwen, aunque había una pequeña risa en su voz.

Mientras Tyler se dirigía al estante de medicinas, Reyna se acercó de nuevo, sus ojos oscuros fijos en Gwen.

—¿Necesitas algo más? —preguntó, pero había algo en su tono, algo extraño que ni dll misma podía identificar.

Gwen negó con la cabeza, tratando de mantener la situación ligera.

—No, creo que estaré bien. Gracias, Reyna.

Reyna asintió, pero no se movió, su mirada ahora dirigida hacia Tyler, quien estaba buscando entre los frascos. Alzó ligeramente la barbilla mientras sus ojos analizaban de forma crítica al muchacho.

—Parece que Tyler se toma muy en serio su trabajo de cuidador —comentó, su voz era neutra, pero eso no pasaría desapercibido para Gwen.

—Sí, es bastante bueno en lo que hace—respondió Gwen, jugando con la idea.

—Demasiado atento, diría yo —añadió Reyna en un tono casi inaudible.

Gwen por su lado, no pudo evitar una pequeña sonrisa. ¿Podría ser posible que Reyna estuviera celosa? La idea le resultaba extrañamente emocionante, como si hubiera descubierto un nuevo matiz en la personalidad de su amiga.

Lo mejor del asunto era que la Pretora no parecía darse cuenta de los otros pensamientos de Gwen. Su actitud era notablemente diferente.

—¿Qué pasa? —preguntó, su tono brusco al notar la sonrisa de Gwen al sentir su mirada en ella.

—Nada. —la chica negó con la cabeza, disfrutando de la rareza del momento. —Es sólo que... Me alegra saber que te preocupas por mí.

Reyna pareció desarmarse un poco, su expresión se suavizó, pero sus ojos seguían fijos en Tyler, quien se giró con la pomada en la mano.

—Aquí tienes. —Tyler entregó el frasco a Gwen, lanzándole otra sonrisa. —Úsalo dos veces al día y te recuperarás en poco tiempo.

—Gracias, Tyler —respondió Gwen, tomando el frasco.

El chico se despidió con un gesto y salió de la enfermería, dejándolas solas de nuevo. Reyna se relajó visiblemente una vez que él se fue, pero no dijo nada más.

Gwen se quedó observándola, sintiendo la necesidad de romper el silencio.

—Reyna, ¿estás bien? —preguntó, tratando de alcanzar el estado emocional que había visto.

—Sí, no es nada. —Hizo una pausa antes de añadir, casi en un susurro.— Sólo... Sólo quiero asegurarme de que estés bien, Gwen.

—Siempre estoy bien cuando estás cerca.— Gwen sonrió suavemente

Reyna no respondió, pero había una chispa en sus ojos, tal vez era preocupación.

—Vamos —finalmente, rompiendo el momento y volviendo a su tono habitual. Un pequeño gesto con la cabeza le ordenó a Gwen antes de dar sus palabras. —Será mejor que regreses al entrenamiento. No querrás perder más tiempo.

—Sí, claro. —Gwen se levantó, sosteniendo el frasco en su mano, abrazándolos contra su pecho.

Reyna caminó a su lado mientras salían de la enfermería, y aunque ninguna de las dos dijo nada era obvio que a la hija de Belona no le gustaba nada la forma en que el joven médico le sonrió a Gwen.

Ella era demasiado buena para cualquier chico.

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|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora