Capítulo VIII

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『 °*• ❀ •*°』

Reyna

...

Se había levantado temprano, como siempre. El amanecer cubría Nueva Roma con su luz suave, mientras los lares flotaban por las calles adoquinadas y los faunos correteaban entre los legionarios que se dirigían al comedor, haciendo travesuras y arrancando sonrisas a unos pocos.

Había algo de paz en la rutina, una tranquilidad después de la fatídica guerra en el Monte Otris contra el titán Críos y sus aliados. El campamento se había recuperado en apariencia, pero Reyna sabía que la cicatriz de aquella batalla aún latía en el fondo de muchos corazones, incluido el suyo.

A ella le gustaban esos pequeños momentos de calma antes de enfrentar la montaña de responsabilidades que cargaba como pretora. Era como si el peso nunca desapareciera del todo, siempre presente en algún rincón de su mente, esperando el momento para apoderarse de ella.

Al entrar en el comedor, todo parecía en su sitio. Las cinco cohortes estaban alineadas en sus respectivas mesas, los legionarios comiendo y conversando. Su mirada se deslizó por la habitación hasta localizar a Gwen Violet en la mesa de la Cuarta Cohorte, junto a Leila y sus compañeros, quienes desayunaban tranquilamente. Gwen, con su inconfundible sonrisa y energía matutina, destacaba incluso entre el bullicio.

Pero a pesar de la normalidad a su alrededor, algo en el ambiente parecía diferente, más denso, como una sensación de alerta latente que Reyna no podía ignorar.

Los faunos correteaban entre las mesas, pero su alboroto apenas registraba en la mente de Reyna. Estaba demasiado concentrada en la mesa principal, y en particular, en la silla vacía junto a la de Octavian.

Jason no estaba allí. Michael, Dakota, Gwendolyn estaban ahí... Él no.

Al principio, Reyna intentó convencerse de que no había motivo para preocuparse.

Jason madrugaba a menudo, se adelantaba para patrullar o entrenar. Pero siempre terminaba encontrándose con ella, repasando juntos los planes del día.

Siempre. Tal vez estaba siendo paranoica. Quizás acostumbrada a su presencia.

Decidió acercarse a la mesa de Leila, aunque sus verdaderas intenciones la dirigían hacia Gwen, que también era cercana al pretor Grace.

La hija de Cupido era más perceptiva de lo que dejaba ver, y Reyna sabía que si alguien había notado algo fuera de lo común, incluso sin intención, sería ella.

—Hola, ¿pasa algo? —preguntó Gwen, con una sonrisa alegre, pero sus ojos azules brillantes la estudiaban con una intensidad que Reyna conocía bien.

A veces, cuando Gwen se enfocaba en alguien de esa forma, parecía como si pudiera leer más allá de las palabras, más allá de los gestos.

La pretora frunció el ceño. Había algo extraño en el ambiente, pero no podía descifrarlo. Y Gwen, con ese don para detectar las emociones ajenas, lo percibió antes de que pudiera enmascarar su incomodidad. No era muy fácil mentirle con esa pesadez sobre sus hombros y además, ella la conocía mejor que nadie.

—Sólo... —Reyna vaciló un momento, sintiendo la presión de los ojos de Gwen sobre ella.— ¿Has visto a Jason esta mañana? Normalmente él me espera para venir al comedor.

Intentó mantener la calma, pero la inquietud en su voz era palpable. No quería alarmar a nadie, pero tampoco podía ignorar la extraña sensación de vacío que la ausencia de Jason dejaba tras de sí.

Gwen parpadeó, y por un segundo, la suavidad en su rostro cambió. Sus pecas casi dejaron de verse adorables. Una sombra cruzó por sus ojos antes de que frunciera el ceño y mirara a su alrededor, como si buscara algo que no pudiera ver.

—No, ni rastro de él —dijo, pero su voz tenía una cadencia diferente, algo que Reyna no pudo identificar de inmediato— Quizás salió temprano a patrullar.

Reyna asintió, pero una duda seguía rondando en su cabeza. Algo no encajaba, pero no podía precisar qué era. El tono de Gwen, aunque pretendía ser despreocupado, parecía cargado de algo más profundo.

La hija de Cupido se inclinó ligeramente hacia Reyna, tomó su mano.bajando un poco la voz, como si lo que iba a decir no fuera para oídos ajenos.

—Reyna, ¿estás segura de que todo está bien? —preguntó, pero esta vez su voz era más... Envolvente, suave como una brisa, pero con un peso que no era natural. El corazón de la pretora dió un vuelco, una sensación de calor y calma inexplicable se deslizó por su pecho, como si de repente todo estuviera bien.

Por un momento, Reyna casi quiso dejar que esa sensación la envolviera, dejarse llevar por el confort que Gwen le ofrecía con solo unas palabras, ese pequeño gesto amistoso. Pero se resistió.

Reconoció lo que ella estaba haciendo, Gwen ni siquiera era consciente. Embrujahabla. Había sentido ese poder antes, mucho antes; el poder de Cupido no era exactamente así. Esto era más propio de Venus; suavizar los miedos, de calmar las tensiones con el tono adecuado. Era sutil, casi imperceptible, pero no para Reyna.

—Estoy bien —replicó, con un tono más firme de lo que pretendía.

Gwen se retiró un poco, su expresión cambiando a algo más neutral. Pero esa chispa de duda seguía ahí, aun notable para cualquiera.

Mientras el bullicio del comedor continuaba, la mente de Reyna se agitaba con pensamientos contradictorios. Jason podía estar simplemente retrasado. Pero cuanto más lo pensaba, más ese vacío se expandía en su pecho. Como si la idea de estar lejos de él fuera aterradora.

El aire en el comedor se sentía más pesado de lo habitual, y el murmullo a su alrededor se convirtió en un ruido lejano. Gwen la seguía observando, con esa mezcla de preocupación y algo más difícil de definir. Reyna sabía que su mejor amiga podía percibir lo que ella no estaba dispuesta a admitir: el miedo que comenzaba a filtrarse en sus pensamientos y a ser más fuerte.

—Voy a averiguar qué está pasando—murmuró Reyna, casi para sí misma, antes de levantarse de la mesa y salir del comedor, sintiendo la mirada de Gwen fija en su espalda.

Salió del comedor con la mandíbula apretada. El aire fresco de la mañana no lograba disipar la sensación de inquietud que se había asentado en su ser, pero necesitaba pensar con claridad. No podía permitirse perder el control tan pronto. Pero incluso mientras avanzaba sus botas golpeaban el suelo fuerte, su capa ondeando con cada paso feroz; esa extraña sensación no desaparecía como si algo inminente estuviera por suceder, algo que la pretora no podía prever.

A medida que avanzaba por las calles de Nueva Roma, los legionarios la saludaban con respeto, pero sus rostros difuminados apenas registraban en su mente. Cada saludo era una especie de recordatorio de la responsabilidad que cargaba, una carga que se sentía más pesada con la inexplicable ausencia de Jason con el pasar de las horas.

Reyna respiró hondo y se detuvo un momento. No quería precipitarse. Jason debía estar bien. Debía. Tenía que estarlo.

Probablemente se estaba poniendo paranoica...

Sin embargo, la sensación persistía, esa duda pequeña pero constante que se negaba a desvanecerse. Como un eco lejano, algo en su interior susurraba que tal vez tenía razón en preocuparse.

Tal vez el día no iba a desarrollarse como ella había planeado. Y aunque era una líder que prefería el control, hoy todo parecía fuera de su alcance.

El día recién comenzaba, pero ya se sentía más largo de lo que podía soportar.

Jason no estaba. Y en lo profundo de su ser, comenzaba a sospechar que su ausencia no era algo casual.

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|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora