Capítulo XI

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『 °*• ❀ •*°』

Gwen V.

...


Recordaba con claridad los días que pasó en el departamento que compartía con su madre, Rita, en Portland. Tenía una hermosa vista al río Willamette, y aunque las calles rebosaban de vida, en casa todo era más tranquilo. Era una niña bastante distraída, y su mente estaba a menudo atrapada en pensamientos sobre su mamá.

Desde que tenía memoria, había percibido algo extraño en su mamá. Aunque siempre sonreía, Gwen podía sentir algo más profundo, una tristeza que latía justo detrás de esa sonrisa, como la lluvia silenciosa en un día gris. No sabía cómo ni por qué, pero la sentía como si fuera suya.

Cada vez que veía a su madre ayudar a otras personas —en su trabajo como psicóloga y trabajadora social—, no podía ocultar su admiración por ella. Pero también se preguntaba por qué, con todo lo que sabía sobre emociones y problemas, Rita no podía lidiar con los suyos.

A Gwen le preocupaba tanto que a veces se distraía en la escuela, pensando en qué podía hacer para ayudarla.

Una noche estaban en la cocina de su casa. Mientras su madre preparaba la cena, la niña tarareaba una canción infantil y jugaba con sus muñecas en la mesa. De repente, sin saber muy bien cómo, había empezado a cantar cosas que sentía en el aire.

—¿Por qué estás triste, mamá? —preguntó de repente, sin levantar la vista de su muñeca favorita.

Rita se había quedado inmóvil, con el cuchillo suspendido en el aire.

—No estoy triste, cariño —dijo, pero Gwen había sentido la tristeza como si fuera suya. Era un peso suave pero constante, como la lluvia cayendo en un día nublado.

Había ocasiones en que, sin saber por qué, podía identificar exactamente cómo se sentían las personas a su alrededor. Las emociones de otros se le filtraban, como olas invisibles que iban y venían; intensas y precisas. Podía percibir amor, miedo, deseo o incluso resentimiento, sin necesidad de palabras. Eso, se sentía como un peso que llevaba sin entender, haciéndola más sensible de lo normal.

Hasta que los incidentes se volvieron peligrosos y más difíciles de explicar. La rabia de Gwen había sido como una chispa en el parque un día de verano: dos niños comenzaron a pelear sin razón, lanzando puñetazos sin poder detenerse. Otra ocasión, su tristeza había roto a su maestra en plena clase de geometría; la mujer, entre lágrimas, salió del aula sin palabras.

Pero lo más peculiar de ella era algo que operaba sin que ella lo supiera. A veces salía sin querer y Gwen no se daba cuenta. Solo sabía que las personas que la escuchaban la obedecían, la mayoría de ocasiones. Una vez simplemente pidió que un examen final se anulara y eso pasó.

A los nueve años, le diagnosticaron TDAH y dislexia después de reprobar tres materias. Temía que su madre se decepcionara, pero Rita nunca se enojó. En cambio, le explicó que las dificultades no definían su valor. Le ofreció paciencia, cariño, comprensión y la máxima ayuda posible. Cada esfuerzo era bienvenido por más pequeño que fuera. Sin embargo, esa amabilidad hacía que Gwen se sintiera aún más culpable, como si la estuviera decepcionando sin querer.

El psicólogo escolar le pidió que hablara sobre su vida. Cuando le preguntaron por su padre, Gwen solo pudo encogerse de hombros. “No lo conozco,” dijo. No mintió.

Aunque Rita rara vez hablaba de él, ella sabía que su madre había amado profundamente a ese hombre de mirada intensa y sonrisa traviesa. Un amor tan poderoso como breve. Pero ese hombre nunca regresó; por mucho tiempo, Gwen asumió que había sido porque algo en ella no había sido suficiente para retenerlo.

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⏰ Última actualización: 7 days ago ⏰

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|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora