Capítulo IX

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『 °*• ❀ •*°』

Gwen V.

...


Primero esa extraña profecía que dictó Octavian previa a la repentina ausencia del pretor. La situación se estaba poniendo crítica, más de lo que cualquier legionario creería.

Gwen se encontraba en la cima de la colina que daba hacia el este del campamento. Era su turno de patrullaje, una tarea que le permitía cierta soledad para procesar la creciente tensión de su hogar.

Desde allí, observaba la Nueva Roma. Los edificios parecían imponentes, aferrándose a su fortaleza en medio de la incertidumbre que impregnaba el aire. El campamento, con su riguroso orden y disciplina, parecía casi ajeno al caos que la desaparición de Jason Grace había traído consigo.

Apretó el arco con más fuerza de la necesaria. La cuerda le cortó ligeramente la palma, pero apenas lo sintió; con cada día que pasaba, la preocupación en la legión se hacía más palpable.

Susurros de posibles traiciones, rumores sobre ataques inminentes, miradas nerviosas intercambiadas entre los legionarios. Pero para Gwen, la verdadera angustia no provenía sólo de la falta del pretor, sino de lo que esto estaba haciendo a Reyna.

Desde que Jason había desaparecido, Reyna Ávila Ramírez-Arellano, la invencible hija de Belona, había cambiado. Gwen notaba las pequeñas diferencias: la manera en que Reyna caminaba más rápido, como si estuviera intentando escapar de algo invisible; la forma en que sus órdenes eran más cortantes, su tono más frío.

Pasaba más tiempo en el Principia, sumida en mapas y estrategias, buscando desesperadamente alguna pista que los llevara al paradero de Jason. Gwen observaba esa transformación con una mezcla de tristeza y frustración. Sabía que Reyna nunca permitiría que alguien viera sus debilidades, pero también sabía que incluso los más fuertes necesitaban un respiro.

La colina ofrecía una vista panorámica del campamento y, en días anteriores, Gwen solía disfrutar de esos momentos de tranquilidad. Ahora, todo lo que veía era la imagen de un hogar que se desmoronaba lentamente.

Siendo hija de Cupido, siempre había sentido que no encajaba completamente en el Campamento Júpiter.

Los otros la veían con cierto recelo, como si su ascendencia la hiciera menos guerrera, menos digna. Otros, especialmente los más supersticiosos, la miraban con desconfianza por su estilo de lucha.

Para muchos, ser la mejor amiga de la pretora y estar tan cerca de ella sólo alimentaba más las habladurías. Gwen sabía que había quienes pensaban que estaba usando sus poderes para manipular a Reyna. ¿De qué manera? Ni ella sabía cómo.

Decidió comenzar su descenso, encaminándose de regreso al campamento. Su paso era decidido, aunque su mente estaba en otro lugar.

Pensaba en la última nota que había escrito, en el pequeño pedazo de papel que llevaba escondido en su puño. Las palabras que había elegido parecían insignificantes en comparación con lo que realmente quería expresar.

Últimamente, esas notas se habían vuelto más personales, más desesperadas. Antes solían ser frases de ánimo, pequeños mensajes para recordarle a Reyna su valentía y su belleza. Ahora, eran súplicas silenciosas para que ella permitiera que alguien, aunque fuera por un instante, compartiera su carga.

Mientras caminaba por la Vía Principalis, Gwen notó las miradas. Algunos la observaban con curiosidad, otros con desdén. Se había acostumbrado a ello con el tiempo. La hija de Cupido, la arquera con las flechas que curaban y destruían amores.

|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora