Capítulo IV

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『 °*• ❀ •*°』

Gwen V.

...

Era un tarde cualquiera sobre el campo de Marte.

Reyna y Gwen se encontraban en el centro, rodeadas por otros legionarios que practicaban sus habilidades. El aire estaba lleno del sonido de espadas chocando, escudos golpeando, y los gritos de esfuerzo de los semidioses mientras luchaban unos con otros en una práctica sencilla.

Gwen levantó su espada, intentando mantener una postura firme mientras sus ojos azules se clavaban en los oscuros de Reyna. Esta tenía una sonrisa de satisfacción, su figura alta y atlética resaltaba bajo la luz del sol; cada movimiento suyo era preciso, seguro.

Era como una diosa de las armas.

—Vamos, Gwen. ¿Estás segura de querer usar la espada? —preguntó con un tono burlón, girando su propia espada con un movimiento hábil. —Podrías usar el arco. Ya sabes, no quiero herir los sentimientos de Cupido o Venus si resulta que su princesa no puede manejar bien un duelo.

Gwen entrecerró los ojos, aunque una sonrisa traviesa apareció en sus labios.

—Claro que quiero usar la espada. Además, no sería justo si te venciera con el arco.—Gwen levantó la barbilla, intentando sonar segura, aunque sabía que enfrentarse a su mejor amiga en un combate de espadas era una batalla cuesta arriba. La espada no era precisamente lo suyo.

—Ah, entiendo. Estás tratando de proteger mi ego. Qué considerada. —Reyna soltó una pequeña risa, sus ojos brillando con diversión.

Gwen resopló y se lanzó al ataque, moviéndose rápidamente. Su primera estocada fue dirigida hacia el costado de Reyna, quien la esquivó con facilidad, girando sobre sí misma para contraatacar. La más joven apenas tuvo tiempo de levantar su espada para bloquear el golpe.

—Demasiado lenta —comentó la Pretora mientras mantenía la presión.

—Estoy... —Gwen empujó con fuerza, logrando retroceder un paso— apenas calentando.

—Entonces será mejor que te apresures, no quiero que te quedes fría, princesa —replicó Reyna con una sonrisa pícara.

El duelo continuó con la hija de Cupido intentando mantener el ritmo. No podía igualar la fuerza de Reyna, así que recurrió a la agilidad.

Esquivaba los ataques, deslizándose fuera del alcance de la espada de Reyna una y otra vez, aprovechando cualquier momento para contraatacar. Pero la otra era implacable, cada movimiento era calculado, preciso, y Gwen apenas tenía tiempo para respirar.

Era evitarla pero ¿a qué costo? Se estaba cansando.

—Vamos, Gwen. —La voz de Reyna tenía un tono de desafío. —Necesitas más que esquivarme para ganar.

La chica apretó los dientes, concentrándose. Atacó de nuevo, apuntando a la pierna de Reyna en un intento de desestabilizarla. Por un breve instante, pensó que había conseguido una abertura, pero Reyna se movió en el último segundo, girando su cuerpo y extendiendo su espada en un arco amplio.

Gwen se echó hacia atrás, sintiendo el filo de la espada de Reyna rozar su brazo. Fue un golpe superficial, pero dejó un rasguño visible. Se obligó a ignorar el ardor, enfocándose en el siguiente movimiento.

Reyna la observó, una expresión de orgullo mezclada con diversión en su rostro.

—Buen movimiento, pero necesitas ser más rápida. —Avanzó, presionando a Gwen hacia atrás con una serie de ataques rápidos.

Gwen luchaba por mantenerse en pie, bloqueando como podía, pero su resistencia comenzaba a disminuir. Reyna vió la apertura y, con un movimiento fluido, la desarmó, haciendo que la espada cayera al suelo con un sonido sordo.

Antes de que Gwen pudiera reaccionar, Reyna la empujó ligeramente hacia atrás, haciéndola perder el equilibrio y caer al suelo. En un instante, la punta de la espada de Reyna estaba a escasos centímetros del pecho de Gwen.

La mirada de Reyna era firme, pero había una chispa de triunfo en ella.

—Y se acabó. —Ella sonrió, retirando la espada con un gesto elegante. —Parece que tienes que practicar más con la espada, princesa.

Gwen resopló, una mezcla de frustración y admiración hacia Reyna. Era imposible ignorar su belleza en ese estado sudado bajo la luz del sol. Su piel canela brillando, algunos mechones de cabello salían disparatados de su trenza.

—Solo tuve... Un pequeño descuido. —Intentó sonar despreocupada, sin embargo, la vista que tenía era demasiado para ella.

La hija de Belona se inclinó, ofreciéndole una mano. Gwen la tomó, sintiendo el cálido contacto que siempre le provocaba un cosquilleo en la dermis. Reyna la levantó con facilidad, su expresión de victoria suavizándose un poco pero ayudándola a quitar el polvo de su cabello.

—Lo hiciste bien —admitió Reyna, aunque todavía había un toque de burla en su tono. —Pero hay que trabajar en esas aperturas.

—Lo sé, lo sé —murmuró Gwen, mientras sacudía la tierra de sus ropas. —Sabes que la espada no es mi fuerte.

Luego sintió el ardor en su brazo y miró el rasguño. No era profundo, pero estaba allí, una línea roja en su piel.

—Te voy a conseguir una daga, creo que será mejor para ti.— Reyna siguió la mirada de Gwen y frunció el ceño al ver la pequeña herida.—¿Te hice daño? —preguntó, había una pizca de preocupación en su voz.

—No, sólo es un rasguño. Nada grave.—Gwen trató de restarle importancia, pero no pudo evitar disfrutar de la preocupación en los ojos de Reyna.

Por otra parte, la pretora dejó escapar un suspiro.

—Lo lamento, supongo que me dejé llevar y olvidé que a veces eres demasiado lenta.

—Oh, gracias. —la joven fingió estar ofendida. —Pero no te preocupes, puedo soportar un pequeño arañazo.

Reyna esbozó una sonrisa, esa sonrisa rara y suave que Gwen adoraba.

—Aun así, vamos a que te limpien eso. No quiero que se infecte.

—Vale, está bien, señora. —con una exagerada reverencia, hizo que Reyna soltara una pequeña risa y negara con la cabeza para sí misma.

—Odio que me llames “señora.”

Caminaron juntas hacia la enfermería, Gwen consciente de la presencia de Reyna a su lado, del calor que emanaba de su cuerpo, del sonido de sus pasos sincronizados.

Hubo un silencio cómodo entre ellas aunque la hija de Cupido lo rompió cuando estuvieron a mitad de camino, después de admirar en secreto la fortaleza y la belleza de su mejor amiga.

—Oye, Reyna. —Su voz era suave, dudando por un momento.

—¿Sí?

—Gracias. Por tomarte un tiempo para entrenar conmigo aunque no sea rival para ti. —Gwen se giró para mirarla, una sonrisa sincera en sus labios. —Sé que tienes muchas responsabilidades y... Bueno, aprecio que hagas espacio para estar conmigo.

La pretora la observó unos segundos, y por un instante, Gwen vió algo en sus ojos, algo suave y vulnerable que sólo aparecía en momentos como este. Dedicados a ella.

—Lamento haberte rechazado antes. Tenía la agenda muy apretada pero siempre habrá espacio para ti, Gwen.— Respondió Reyna finalmente, su tono era serio pero había una calidez en él. —Después de todo, necesito asegurarme de que mis soldados estén bien entrenados. Y que tú no te metas en problemas. —agarró con dos de sus dedos la mejilla pecosa de Gwen y la apretó suavemente.

Gwen sonrió, aceptando las palabras y el gesto como el halago que eran.

Mientras caminaban, sintió una felicidad cálida, un pequeño rayo de sol en su día. Reyna podía ser dura, seria, y veces un poco estoica, pero con ella, siempre había un espacio donde la calidez brillaba a través de la armadura.

Ese era su pequeño privilegio.

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|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora