Capítulo VII

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『 °*• ❀ •*°』

Gwen V.

...

El campo de Marte era un hervidero de ruido y acción. Las cohortes Tercera, Cuarta y Quinta estaban alineadas, listas para el juego de guerra. La tensión era palpable, flotando en el aire y las miradas de los legionarios estaban fijas en el horizonte, esperando el sonido del cuerno que marcaría el inicio de la batalla.

La hija de Cupido ajustó su arco, sintiendo el peso de la tensión en sus hombros, pero su mente estaba en otro lugar. Alzó la vista una vez más, buscando en el cielo esa figura familiar que le robaba suspiros y la hacía sonrojar.

Entonces su sombra apareció sobre ella a la vez que el sonido del cuerno retumbó en la zona. Los juegos habían comenzando.

Allí estaba. Reyna Ramírez-Arellano, montada sobre su fiel pegaso, Scipio, con el viento agitando su cabello oscuro y su capa roja. Jason Grace, el otro pretor, volaba en un águila gigante cerca de ella, con las otras águilas detrás de ellos, vigilando el juego desde las alturas. Parecían dos figuras sacadas de un mito, perfectos y en sintonía.

La chica no podía evitarlo, su mirada se quedaba clavada en la sonrisa de Reyna, en la forma en que intercambiaba miradas con Jason de vez en cuando, en ese brillo que parecía tan lejano y al mismo tiempo tan dolorosamente cercano.

De repente, la voz de Leila, la centurión de la Cuarta Cohorte, rompió sus pensamientos.

—¡Davis! ¡Enfócate! —gritó con severidad. Las prácticas siempre ponían a todos con los vellos de punta.— Los ojos en el campo. ¡Ahora!

Gwen bajó rápidamente la mirada, sintiendo el calor subir a sus mejillas. Sabía que Leila tenía razón, pero por más que intentaba concentrarme, no podía. Cada vez que tensaba su arco, su mente volvía a volar hacia el cielo, hacia los pretores, y los celos la invadían de nuevo.

¿Por qué Reyna siempre parecía tan cómoda con él? ¿Por qué Jason siempre lograba sacarle esas sonrisas que Gwen tanto anhelaba? Ya había hecho una comparación, de las veces que la pretora sonreía, lo hacía más cuando estaba con él.

—¡Venga ya, Violet! —murmuró uno de sus compañeros de la Cuarta Cohorte, con tono burlón. Se dirigían al fuerte donde la Primera Cohorte defendía de manera despreocupada.— ¿Estás jugando o pensando en tus cosas?

—Apuesto a que ni siquiera está pensando en el juego. Su cabeza está en las nubes... ¿O más bien en alguien que está en ellas?— Otro legionario se sumó con una risa ahogada.

—Como si alguno de los pretores fueran a prestarle atención. Tendría que dispararles una flecha.

Las risitas de sus compañeros no hacían más que aumentar su frustración. Gwen apretó los dientes, un puchero apareció en sus labios intentando no perder la compostura, pero el comentario golpeó justo en el centro de su inseguridad.

Era cierto. Estaba pensando en uno de los pretores, y eso la hacía sentir pequeña, como si no pudiera controlar sus propios sentimientos. Cosa que era rotundamente ridícula, casi irónica. ¿Qué diría su padre de esto?

—Concéntrate, Davis —repitió Leila, acercándose, con los ojos fijos en ella— No quiero una legionaria distraída. Aquí somos un equipo, y si no puedes mantenerte enfocada, mejor será que no estorbes.

Gwen sintió cómo sus manos temblaban ligeramente al tensar su arco una vez más. Una flecha de madera apuntaba a la armadura de soldado de primera. La presión era sofocante, y cada palabra que Leila le decía se clavaba en ella.

|| 𝐂𝐈𝐍𝐍𝐀𝐌𝐎𝐍 𝐆𝐈𝐑𝐋 || 𝚁𝚎𝚢𝚗𝚊 𝚁𝚊𝚖𝚒́𝚛𝚎𝚣-𝙰𝚛𝚎𝚕𝚕𝚊𝚗𝚘 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora