El regreso

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-¿Mamá? ¿Papá? Ya estoy en casa.

Jake abrió la puerta de entrada mientras decía estas palabras, pero nadie contestó. No era tan tarde como para que estuvieran durmiendo. Aún no pasaban de las nueve de la noche, pero la casa estaba sumida en el más rotundo silencio.

Probablemente, su familia no sabía que hoy regresaría y quizás salieron a algún lugar, pensó Jake para tranquilizarse. 

Subió a su dormitorio y estaba tal cual lo había dejado antes de irse al programa hacía casi dos semanas. Se recostó sobre su cama y miró su celular. No tenía ningún mensaje ni llamada perdida. Suspiró y se acostó de lado. Era normal, Tom le había dicho que necesitaba tiempo. No podía presionarlo. Solo debía esperar.

Sin darse cuenta, se quedó dormido. 

La luz del sol que se colaba por la ventana le cayó justo en los ojos, provocando que se despertara. El peliazul abrió los ojos, y por unos segundos se sintió perdido. Esperaba ver la cabaña o el interior de la carpa, por eso se desconcertó al principio tras ver su dormitorio. 

Se estiró y fue al baño a ducharse. Sí que lo necesitaba. Si no hubiera estado tan cansado la noche anterior, lo habría hecho antes de dormir. 

Al salir ya seco y vestido, bajó a la cocina donde estaban sus padres.

-¡Mamá, papá, volví! -exclamó yendo a abrazarlos.

Pero no recibió el mismo afecto. Ninguno de sus padres le devolvió el afectuoso saludo, lo que le pareció raro.

-Jacob, ¿te das cuenta de lo que hiciste? -le dijo la mujer apenas la soltó. Su hijo la miró con extrañeza- estuviste con otro hombre y en un programa de televisión, ¿sabes cuánta gente te vio?, ¿sabes la vergüenza que nos hiciste pasar?

-Pero mamá... sé que quizás fue sorpresivo, pero no es tan terrible...

-Además, ¿ya habías salido con alguien antes? -exclamó su padre- cuántas mentiras nos has dicho. Por Dios, no te criamos así.

-Lo siento, ¿está bien? Es que nunca supe cómo contarles. No quería esta reacción.

-Ya, y decirlo a todo el país no fue un problema. Besándote con ese otro chico, durmiendo juntos y quién sabe qué otras cosas que no aparecieron en el programa. Estoy decepcionada de ti.

-¿Es en serio? 

-En la iglesia no paraban de preguntarnos por ti, casi nos echan por tu culpa, qué pecado tan grande cometiste y te regodeas en eso -acusó el hombre.

-Pero, hijo, puedes cambiar si quieres -dijo su madre conciliadora, tomándole la mano con cariño- solo debes ir a unas reuniones y ese deseo impuro podrá salir de ti.

-No -replicó el joven, soltándose- yo soy así, y no tiene nada de malo. Son ustedes los que están mal, ¿cómo pueden odiar el amor?

-No nos faltes el respeto -lo interrumpió el padre- tantos años criándote para que nos salgas con esto. Si no quieres cambiar, entonces ya no eres mi hijo.

-¿Pero qué dices? ¿Mamá, no le vas a decir nada? 

-Estoy con mi esposo. Si no te comportas de la forma correcta, entonces ya no eres bienvenido en esta casa.

Jake los miró, incrédulo, mientras sentía que le comenzaba a faltar el aire. Dio media vuelta y rápidamente subió a su cuarto. Cerró la puerta tras de sí mientras su corazón se aceleraba y sudaba frío. Se puso una mano sobre el pecho y otra en la cabeza, dejándose caer hasta quedar sentado en el suelo con la espalda en la pared.

La angustia lo ahogaba, no paraba de temblar y tenía ganas de vomitar. Cerró los ojos con fuerza mientras intentaba controlar su cuerpo y su mente.

Cuando logró calmarse un poco, empezó a llorar. No podía creer lo que habían dicho sus padres. Se sentía traicionado. Siempre supo que salir del clóset no sería algo fácil, sobre todo por lo conservadores que eran ellos, por eso nunca se atrevió a decírselos. Qué idiota fue al hacerlo durante el reality. 

Se llevó ambas manos al rostro mientras seguía llorando. Se sentía estúpido, culpable y rechazado. Tenía unas ganas irrefrenables de hablar con Tom. Sacó el celular del bolsillo y buscó su contacto. Se quedó mirando el nombre por varios minutos, sin saber qué hacer. 

Finalmente, decidió no hacer nada. 

Dejó el teléfono boca abajo, pero al instante de soltarlo, comenzó a sonar. Una pequeña esperanza encendió su corazón, pero al darlo vuelta, el nombre de Miriam brillaba en la pantalla.

Se sintió algo decepcionado. Cortó. No quería hablarle en ese estado. Pero le envió un mensaje diciéndole que la llamaría más tarde. Ahora tenía que pensar en lo que haría. Claramente, ya no era bienvenido en esa casa.

Se levantó y fue a buscar un bolso y su mochila. Cogió algo de ropa y cosas útiles y las guardó. No sabía dónde iría, pero ya no seguiría en ese lugar. 

Apenas estuvo listo, salió de su cuarto. No se topó con nadie. Ni su padre ni su madre se dignaron a mirarlo cuando pasó frente a la cocina. Tuvo un breve impulso de decirles algo, quizás recriminarlos, gritarles, enojarse. Pero se contuvo. No valía la pena. 

Así que abrió la puerta y salió.

Caminó algunas cuadras hasta llegar a una plaza. Se sentó en uno de los bancos, bajo un árbol. Tenía algo de dinero ahorrado, y a eso le podía sumar lo que le habían pagado por participar en el programa, algunos cientos de dólares.

Hizo parar un taxi y se dirigió a un motel cercano. Al menos allí podría estar tranquilo, dejar sus cosas y pensar bien cuáles serían sus siguientes pasos. 

Al llegar al lugar, dejó sus cosas y se dirigió a un restorán de comida rápida. Allí, sintió miradas sobre él, hasta que una chica se le acercó para saludarlo y decirle que había sido su favorito en el programa. 

Así, otro par de personas también se le acercaron para saludarlo y pedirle fotos. Uno de ellos le preguntó si se había contactado con Tom, a lo que Jake respondió que aún no, con una falsa sonrisa.

Cuando por fin lo dejaron solo, pudo pedir algo de comer. Al terminar, regresó al motel y llamó a Miriam.

-Hola Jake, solo quería saber cómo habías llegado -le dijo ella al responder.

-Pues llegué bien, ¿y tú?

-También. ¿Estás en tu casa?

-No. En realidad, estoy en un motel. Creo que ya no podré regresar a ese lugar -respondió él con una risa fingida.

-De qué estás hablando.

-Me echaron. Bueno, algo así. 

-Oh, Jake, pero qué pasó, lo siento mucho.

-No quiero hablar de eso ahora.

-Si quieres, podemos juntarnos mañana y me cuentas.

-Está bien -respondió Jake. No tenía a nadie más con quien hablar- te hablaré mañana. Ahora quiero descansar.

-Claro. Nos vemos, Jake. No olvides que no importa lo que pase, yo estoy contigo.

-Gracias -dijo él con voz ahogada. Cortó la llamada y volvió a llorar un poco más. Aunque ya no se sentía tan solo.

Espera un poco, un poquito másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora