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Si hay algo que detesto, son los planes repentinos

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Si hay algo que detesto, son los planes repentinos.

Me gusta tener el control de absolutamente todos los aspectos de mi vida.

Me altera realizar cosas que no he planificado con anticipación, me altera el estrés de andar a las corridas y de no tener cada mínimo detalle organizado. Si yo planeo estar toda la tarde estudiando, entonces eso es lo que voy a hacer. Sin interrupciones, sin planes espontáneos ni nada que me haga salir de mi plan inicial.

Sin embargo, esta vez, puedo decir que este plan repentino... está muy lejos de desagradarme.

No sabía que me gustaban tanto los niños hasta que tuve la oportunidad de conocer a esta pequeña de cinco años que adora las muñecas y sueña con ser como Rapunzel. Me encuentro sonriendo como tonta mirándola mientras hace hablar a su Barbie y le mueve los brazos y las piernas para que camine.

Me desplazo enseguida hacia su lado cuando veo un resaltador entre medio de los almohadones del sofá, y vuelvo a dejarlo en la mesa de centro. He juntado los apuntes de la universidad y los fibrones tan rápido como pude, y no me sería extraño que se me hayan pasado algunos... o incluso haber perdido hojas, que luego deberé recorrer Cielo y Tierra para encontrar si quiero aprobar el examen del lunes.

—¡Mi amiga Becca y yo vamos a cantar una canción de Enredados! —exclama Chloe o, mejor dicho, la Barbie de Chloe, mientras le habla a un público imaginario.

Sonrío y le sigo la corriente.

—¡Exacto! —contesto, moviendo mi Barbie Becca, que anteriormente era médica y ahora resulta ser una cantante de covers—. ¿Cuál cantaremos, Chloe?

—Mmmm... —dice ella, colocando su lengua sobre una de las comisuras de sus labios, pensativa—. ¡«Por fin ya veo la luz»! —decide, sonriente.

Me río y asiento. No recuerdo mucho la letra de esa canción —teniendo en cuenta que la última vez que vi Enredados fue hace como una década atrás— pero haré lo mejor que pueda.

Como era de esperarse, me equivoco en casi toda la canción, pero Chloe solo lanza risitas a mis versos improvisados completamente distintos a los de la canción original.

Eso también deriva en una carcajada sutil de la tercera persona presente en la sala.

Alzo la vista hacia la mesa de la cocina y me encuentro con los ojos azules de Rhett, que parecen habernos estado mirando hace un largo rato. Ni siquiera me había percatado hasta que lo oí reír.

Rhett vuelve la vista a su celular inmediatamente cuando cruzamos miradas, aún con la cabeza descansando en la palma de su mano y el codo apoyado en la mesa. Se aclara la voz. Finge no haber estado haciendo nada más que scrollear en Instagram.

Tengo el corazón en la garganta cuando vuelvo a ponerle atención a Chloe. La niña ahora me mira impaciente, como si me hubiera dicho algo —que está de más decir, no escuché— y esperara mi respuesta.

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