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Cuando regreso a la barra, mis compañeros de trabajo ya han juntado los vidrios del suelo y limpiado el alcohol derramado

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Cuando regreso a la barra, mis compañeros de trabajo ya han juntado los vidrios del suelo y limpiado el alcohol derramado. Les agradezco y les prometo devolverles el favor. En teoría, la barra es mi espacio. Ellos, que solo se dedican a servir las mesas, no tendrían por qué limpiar el desastre en mi área de trabajo.

Pero son seres de luz, y me ayudaron.

Harper me prestó su buzo para que me quitara la camisa blanca empapada, por lo que ahora estoy casi desnuda debajo de este abrigo, solo con un brazier, y he guardado la ropa mojada en mi bolso tan rápido como pude.

Por la ansiedad, algunas de las cosas que tenía adentro se me cayeron. Me tomó tiempo recoger todo y ruego no haber perdido nada.

Mi falda sigue húmeda. Secarla con el secamanos del baño ha sido bastante efectivo, pero no tenía el tiempo suficiente como para quedarme debajo del aire caliente y que se secara totalmente.

Además tengo un hedor nauseabundo a varios tipos de alcoholes mezclados, y ni mencionar que mi cabello está tieso. Cualquiera que entrara al bar ahora, sin tener idea de lo que ha pasado hace diez minutos, creería que no me baño hace días.

Maldición.

Qué noche de mierda.

Lo único bueno es que, cuando vuelvo a mi puesto de bartender, la banqueta en donde estaba Sebastian está vacía.

Suspiro aliviada, al menos ese problema se ha resuelto por ahora.

Sé que no era el momento ni el lugar para terminar con él, pero lo que dijo... es jodidamente imperdonable.

Jamás en mi vida he permitido que nadie me denigrara de ninguna manera.

Y desde luego no permitiría que él lo hiciera ahora.

El dinero que había dejado Sebastian en la barra ya no está. Maldigo entre dientes. Maldito cabrón. Lo único que debía hacer era pagar por los tragos que él tiró sobre mí. Y no lo hizo.

Sin embargo, el resto del equipo, aparentemente, ha juntado el dinero y se lo ha entregado a Emily, una de mis compañeras, para pagar por los tragos y las copas dañadas. Les agradecí por todo. Me han salvado de una enorme.

Los amigos de mi ex novio están sentados frente a la barra como si nada hubiera ocurrido. Estoy segura de que Sebastian se largó del bar insultando a diestra y siniestra, pero nadie le siguió el juego a su berrinche.

Y, ahora, todos pueden aprovechar para hablar con Rhett sin que haya una mosquita molestando.

—¡Hey, ya estás seca! —intenta animarme Jack, quien ha vuelto a sentarse en donde estaba anteriormente.

Bufo, aunque una media sonrisa tira de mis labios. Hay que reírse de las desgracias propias, ¿verdad?

—Huelo a licor de durazno —digo, lanzándole una mirada severa.

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