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Los compañeros de equipo —solo del titular— de mi novio se sientan en las banquetas frente a la barra, y es allí cuando finalmente reacciono

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Los compañeros de equipo —solo del titular— de mi novio se sientan en las banquetas frente a la barra, y es allí cuando finalmente reacciono.

Todos los presentes del bar giraron la cabeza para mirar a los siete simios que entraron gritando y saltando, bien vestidos y con la actitud de que se comen el mundo.

Me dirijo hacia mi novio cuando se sienta a unos metros de donde yo estoy, pero él o no me ha visto, o bien no le interesa saludarme. Está demasiado ocupado riendo a carcajadas con el pivote del cual no recuerdo el nombre.

Observo a mis amigos, quienes lucen unas muecas de disgusto en el instante que uno de los jugadores se sitúa al lado de Jack, dejando una banqueta libre entre ellos, casi empujándolo por la euforia.

De repente, toda la barra está repleta de hombres con físicos atléticos y una emoción apenas contenida.

¿Qué pueden estar festejando... un martes?

Pongo todo de mí para no mirar a Rhett, quien aún no se ha sentado.

Entonces, Sebastian por fin parece notarme.

—Seb, hola —digo, medio titubeando.

Pero, en lugar de saludarme, sacude la mano y suelta:

—Tráenos tus mejores tragos —ni siquiera me mira cuando lo dice, solo sigue riéndose con quien creo que es el arquero.

Abro la boca con incredulidad. Les echo un vistazo a mis amigos, que están viendo la escena en la que claramente estoy siendo ignorada por completo. Ellos fulminan a Sebastian con la mirada —quien, está de más decir, ni siquiera los ha saludado— y yo aprieto los puños y la mandíbula.

Contrólate, Becca. No quieres perder tu trabajo.

Solo Liam y Connor me saludan con una sonrisa y un beso en la mejilla, y creo que notan la manera en que Sebastian acaba de hacer como si no me conociera frente a todos sus amigos porque su mirada revela cierto ápice de lástima.

Tomo una gran bocanada de aire, cuento mentalmente hasta diez y me obligo a tranquilizarme. No puedo hacer una escena aquí.

Así que, sintiéndome una criada atendiendo a la Realeza, me doy la vuelta y tomo el medidor y la coctelera, además del ron, el vodka, licores de diferentes sabores y el whisky, y me dispongo a preparar los tragos con la boca cerrada.

Agarro las bebidas con más fuerza de la necesaria y mis nudillos se vuelven blancos cuando sirvo el alcohol.

Harper y Jack no dejan de observarme como si esperaran alguna reacción de mi parte. Me conocen perfectamente. Yo reacciono. Ante situaciones como estas, no me tardaría ni un minuto en mandar a todos a la mierda.

Pero no lo hago, porque insultar a clientes que encima beberán los tragos más caros que ofrecemos sin duda me costará mi empleo.

No digo nada, pero mis ojos lo expresan todo cuando observo a mis amigos.

Cruzar la línea [¡YA EN FÍSICO!]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora