Capítulo 6: El viajero

20 0 0
                                    


Los días en la mansión Kamisato transcurrían en una rutina agradable para Zephiros, quien había encontrado una especie de equilibrio entre sus deberes y las relaciones que iba cultivando con quienes lo rodeaban.

A pesar de su búsqueda incesante por los fragmentos perdidos, se tomaba el tiempo para disfrutar de las interacciones cotidianas y de las nuevas amistades que se iban formando.

Zephiros era un apoyo constante tanto para Ayato como para Thoma. Ayato valoraba mucho la inteligencia y la habilidad de Zephiros para resolver problemas, y no dudaba en confiarle tareas importantes relacionadas con los asuntos de la familia Kamisato.

Thoma, por su parte, apreciaba la ayuda de Zephiros en las labores de la mansión, lo que también les permitió formar una amistad basada en la confianza y el respeto mutuo.

Los encuentros con Kirara se habían vuelto parte esencial de la rutina diaria de Zephiros. Ambos compartían momentos en los que sus colas se entrelazaban de manera natural, un gesto que, aunque al principio era incómodo para Zephiros, se había convertido en algo habitual.

Sin embargo, para Kirara, cada vez que sentía el suave roce de las colas de Zephiros, una extraña y cálida conexión crecía dentro de ella, intensificando la atracción que sentía hacia él. Aunque ninguno lo mencionaba abiertamente, el vínculo entre ambos se volvía cada vez más fuerte.

La relación con Yoimiya también florecía. Zephiros se había convertido en una especie de asistente no oficial en la tienda de pirotecnia, ayudándola a preparar fuegos artificiales y compartiendo charlas sobre temas triviales, aunque llenos de camaradería.

Era imposible ignorar cómo la distancia entre ambos se acortaba gradualmente; a veces, en medio de una conversación, sus rostros quedaban a escasos centímetros, y en esos momentos, el ambiente se cargaba de una tensión sutil pero palpable.

Por otro lado, el apoyo que Zephiros brindaba a Ayaka era fundamental para que ella pudiera superar sus tristezas. Zephiros siempre estaba allí para escucharla, ofrecerle un hombro en el que apoyarse y, sobre todo, para darle la seguridad que necesitaba.

Con el paso de los días, Ayaka iba recuperando su antigua energía, sonriendo más y volviendo a ser la joven fuerte y decidida que todos conocían.

Sus interacciones con Zephiros no pasaban desapercibidas para Ayato y Thoma, quienes observaban la cercanía entre ambos con una mezcla de satisfacción y algo más, tal vez la esperanza de que esa amistad se transformara en algo más profundo.

Así, los días continuaban, y aunque Zephiros no perdía de vista su objetivo, disfrutaba de cada momento que pasaba con aquellos que lo rodeaban, construyendo vínculos que, sin duda, tendrían un impacto significativo en su vida y en la de los demás.

En un día que comenzó como cualquier otro en la mansión Kamisato, Zephiros decidió explorar los alrededores, buscando alguna pista que lo acercara a los fragmentos perdidos que tanto ansiaba encontrar.

A medida que recorría los caminos cercanos, su atención fue captada por algo inusual: una cueva semioculta por la vegetación, que parecía haber pasado desapercibida por todos, hasta ahora.

La entrada estaba cubierta de enredaderas, y la oscuridad que se extendía en su interior parecía invitar a Zephiros a descubrir sus secretos.

Decidido a investigar, Zephiros se adentró en la cueva, sus sentidos alerta ante cualquier indicio de peligro. A medida que avanzaba, el aire se volvía más fresco y la luz exterior se desvanecía, obligándolo a depender de su aguda percepción y de la ligera bioluminiscencia de sus colas para iluminar su camino. Sin embargo, antes de que pudiera avanzar mucho más, una figura emergió de las sombras.

Zephiros x Genshin Impact Donde viven las historias. Descúbrelo ahora