7- El Colapso

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Alejandro

No podía dejar de pensar en lo que había pasado en nuestra última cena. Carolina había mostrado una resistencia que no esperaba, y eso me había hecho cuestionar todo lo que había construido entre nosotros. Había pasado el día revisando una y otra vez nuestra conversación, buscando cualquier error que hubiera cometido, cualquier señal que hubiera pasado por alto. Su resistencia era una grieta en el muro que había estado construyendo con tanto cuidado, y no podía permitirme perder el control.

La idea de mudarnos juntos había sido una solución perfecta, una manera de asegurarnos de que Carolina estuviera siempre a mi lado. Pero su rechazo había encendido una alarma en mi mente. Cada minuto que pasaba sin tenerla completamente bajo mi influencia era un minuto en el que podría perderla.

Esa noche, decidí ir a su apartamento sin previo aviso. Había que hacer algo para mostrarle cuánto significaba para mí y para asegurarme de que entendiera que nuestra relación era inamovible. Cuando llegué, me encontré con la puerta entreabierta, lo que me hizo sentir una ola de ansiedad. Me adentré con cuidado, tratando de no hacer ruido, mi mente acelerada mientras pensaba en cómo hablar con ella.

La encontré en el salón, sentada en el sofá con una expresión cansada y pensativa. La luz tenue que provenía de la lámpara de mesa iluminaba su rostro, y pude ver la preocupación en sus ojos. Mi corazón se aceleró al ver cómo su mirada se desvió hacia la ventana, perdida en pensamientos que no podía controlar.

—Carolina —dije suavemente, rompiendo el silencio que se había asentado entre nosotros.

Ella se volvió lentamente, y su sorpresa fue evidente al verme allí. No era la forma en que había planeado aparecer, pero la urgencia en mi corazón no me había permitido esperar.

—Alejandro —murmuró, poniéndose de pie—. No esperabas venir. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Necesitaba verte —respondí, dando un paso hacia ella—. No podía esperar más para hablar contigo. Hay cosas que debemos aclarar.

Me acerqué, sintiendo cómo la distancia entre nosotros se volvía más pequeña, pero también más cargada de tensión. Carolina me miró con una mezcla de sorpresa y preocupación, y podía sentir su incertidumbre. Eso solo hacía que mi necesidad de control aumentara.

—¿Sobre qué? —preguntó, cruzando los brazos como si intentara protegerse de algo que no podía identificar.

—Sobre nosotros —dije, mi voz firme pero cargada de una angustia que no podía ocultar—. No entiendo por qué estás dudando. Estamos construyendo algo increíble aquí, y no puedo permitir que los miedos te detengan.

Sus ojos se llenaron de una tristeza que me hizo sentir aún más agitado. —No es que dude de ti, Alejandro. Solo... necesito tiempo para asimilar todo esto. La idea de mudarnos juntos me asusta, me siento presionada.

Sus palabras fueron como una bofetada, y mi control se tambaleó. Había trabajado tan duro para crear esta vida con ella, para asegurarme de que todo estuviera bajo control. Pero ahora, parecía que estaba perdiendo el control de la situación y de ella.

—¿Tiempo? —pregunté, mi voz endureciéndose—. ¿Crees que tienes tiempo para pensar mientras yo estoy aquí tratando de construir algo real con nosotros? No puedo seguir así, Carolina. No puedo seguir esperando mientras tú te tomas tu tiempo.

Ella retrocedió, su expresión mostrando una mezcla de sorpresa y dolor. —Alejandro, no estoy diciendo que no quiera estar contigo. Solo... necesito que entiendas que esto es grande para mí. No puedo cambiar todo de la noche a la mañana.

La frustración me embargó, y mis emociones comenzaron a tomar el control. Caminé hacia ella, mi necesidad de demostrarle cuánto significaba para mí se convirtió en una presión palpable. Tomé su mano con fuerza, tratando de transmitirle mi desesperación y mi deseo de tenerla completamente conmigo.

—Carolina —dije, mis palabras cargadas de una intensidad que no podía contener—. Te estoy ofreciendo todo lo que tengo. Todo. No puedo soportar la idea de que no estés completamente conmigo, de que haya algo que nos separe.

Su mano temblaba en la mía, y vi cómo luchaba con sus propias emociones. Podía sentir su conflicto interno, su deseo de estar conmigo y el miedo de perder su independencia. Todo lo que podía pensar era en cómo resolver esta situación de manera que ella no tuviera más dudas, que ella entendiera que lo que estábamos construyendo no podía ser cuestionado.

—Si sigues así —dijo, su voz temblando—, solo me empujarás más lejos. No puedo soportar sentirme atrapada entre lo que tú quieres y lo que yo necesito.

Sus palabras fueron como un golpe en el estómago. Sentí una ola de pánico y desesperación. No podía permitirme perderla. La idea de que pudiera alejarse de mí era insoportable. Mi mente estaba en un torbellino, buscando desesperadamente una solución.

—No quiero que te sientas atrapada —murmuré, tratando de suavizar mi voz—. Solo quiero que estés conmigo, completamente. No hay nada en este mundo que quiera más que eso.

La tristeza en sus ojos era un recordatorio doloroso de cuánto podía perder. Me acerqué a ella, envolviéndola en un abrazo, sintiendo cómo su cuerpo se tensaba antes de relajarse contra el mío. La necesidad de mantenerla cerca era abrumadora, y mi corazón se llenó de una mezcla de desesperación y amor.

—Lo siento si te hice sentir presionada —dije, mi voz suave pero con un tono de determinación—. No quiero que sientas que estás perdiendo algo. Solo quiero que estemos juntos, y haré lo que sea necesario para que eso suceda.

Ella me miró con una mezcla de emociones en su rostro, y aunque no estaba segura de cómo reaccionaría, su mirada me decía que había algo de esperanza en ella. Me aferré a esa chispa de esperanza mientras la abrazaba más fuerte, mi mente calculando los próximos pasos que debía tomar para asegurarme de que no perdiera lo que más amaba en el mundo.

La noche se llenó de una tensión palpable, y aunque Carolina estaba a mi lado, sabía que la batalla no había terminado. La línea entre el amor y la obsesión era más delgada que nunca, y mi necesidad de control y posesión seguía creciendo. Pero mientras la mantenía cerca de mí, no podía evitar sentir que estaba perdiendo el equilibrio, y que el amor que tanto deseaba conservar estaba a punto de consumirnos a ambos.

Cuando finalmente nos separamos y me dirigí a la puerta, me sentí vacío y exhausto. La relación que había comenzado como un sueño se estaba convirtiendo en una pesadilla, y me preguntaba si alguna vez encontraríamos la paz en medio de todo este caos. La obsesión y el amor se entrelazaban en un torbellino imparable, y no sabía si había un final feliz a la vista. Todo lo que sabía era que mi vida giraba en torno a Carolina, y que la necesidad de mantenerla a mi lado era todo lo que me mantenía en pie.

Obsesión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora