Alejandro
Carolina estaba cambiando, lo notaba en cada pequeño detalle. Su sonrisa ya no era tan espontánea, y sus respuestas a mis mensajes estaban cargadas de una cierta distancia que no me gustaba. Cada vez que estábamos juntos, había algo en sus ojos que me decía que estaba luchando con sus sentimientos. Pero no podía permitir que eso me afectara. La última cosa que quería era perder el control que tenía sobre ella.
Era temprano en la mañana cuando decidí sorprenderla. Sabía que el fin de semana estaba reservado para una escapada de fin de semana, un momento perfecto para que estuviéramos solos, lejos de las distracciones diarias. Pero la idea de que Carolina pudiera tener dudas o, peor aún, pensar en alejarse de mí, me hizo actuar de forma impulsiva. Tenía que asegurarme de que no tuviera tiempo para dudar, que su mente estuviera completamente ocupada con nosotros.
Me presenté en su puerta sin previo aviso, llevando una caja con algunos de sus dulces favoritos. La veía tan a menudo que sabía exactamente qué le gustaba. Toqué el timbre y esperé, mi corazón acelerado, impaciente por ver su reacción.
—¡Alejandro! —exclamó Carolina cuando abrió la puerta, con una mezcla de sorpresa y, a veces, irritación. Me sonrió, pero podía ver la tensión en su rostro—. ¿Qué haces aquí tan temprano?
—Quería verte —dije con una sonrisa, intentando sonar despreocupado mientras le entregaba la caja—. Pensé que podríamos empezar el fin de semana un poco antes.
Ella tomó la caja y miró dentro, y aunque trató de parecer entusiasta, pude notar el leve esfuerzo detrás de su sonrisa.
—Esto es muy dulce, gracias. Pero ya tenía planes para hoy. ¿Podemos hacerlo más tarde?
Sentí una punzada de irritación. No estaba dispuesto a aceptar un "más tarde". Cada minuto que pasaba lejos de ella era una oportunidad para que sus dudas crecieran. No podía permitir eso.
—No te preocupes por los planes —le respondí, tomando su mano y tirando suavemente—. Lo que tenías planeado puede esperar. Lo que importa ahora es que pasemos tiempo juntos.
Ella vaciló, y vi la lucha en su mirada. —Alejandro, en serio. Tengo cosas que hacer. No es solo que no quiera verte, es que tengo compromisos.
Mi paciencia se estaba agotando. La necesidad de control era abrumadora. Me tomé un momento para calmarme antes de hablar, pero mis palabras salieron con una dureza que no podía contener.
—Siempre hay algo, ¿verdad? —dije, mi voz cargada de frustración—. ¿Por qué no puedo ser yo la prioridad, Carolina? No puedo seguir así, sintiendo que estoy compitiendo por tu tiempo.
Ella se quedó en silencio, claramente afectada por mi reacción. Me miró con esos ojos que solían ser tan abiertos y llenos de vida, pero que ahora estaban llenos de confusión y tristeza. Mi corazón se retorcía al ver su dolor, pero también sentía una satisfacción oscura. Sabía que estaba ejerciendo mi influencia, que estaba haciendo que su vida girara en torno a mí.
—Lo siento, Alejandro —dijo finalmente, su voz temblando—. Solo necesito un poco de espacio para hacer mis cosas.
No podía permitirle que se alejara, no en este momento. Mi mente estaba en un torbellino, buscando una solución que la mantuviera cerca de mí. Sin pensarlo dos veces, di un paso adelante y la atraje hacia mí, envolviéndola en un abrazo. Sentí su cuerpo tenso al principio, pero luego se relajó, apoyando su cabeza en mi pecho.
—No quiero que te sientas atrapada —murmuré—. Solo quiero que estemos juntos. Que no haya nada ni nadie más que pueda interponerse entre nosotros.
Ella suspiró, y mientras la abrazaba, supe que había ganado esta ronda. Pero también sabía que tenía que tener cuidado. No podía dejar que ella sintiera que se estaba ahogando en mi amor, que estaba perdiendo su identidad por mi culpa. La línea entre el amor y la posesión era fina, y yo estaba caminando en esa cuerda floja con cada paso.
—Vamos a hacer algo juntos —le propuse suavemente, tratando de suavizar el ambiente—. Algo divertido. Solo tú y yo.
Ella asintió lentamente, y tomé eso como una victoria. La llevé a un pequeño parque que solía visitar cuando era niño. Quería que ella viera ese lado mío, que viera la persona que solía ser antes de que la obsesión se apoderara de mí. Mientras caminábamos por el sendero, intentando relajarnos, me sentí aliviado al ver que, al menos por un rato, ella parecía disfrutar de nuestra compañía.
Sin embargo, la preocupación seguía acechando en mi mente. Cada paso que daba con Carolina, cada sonrisa que compartíamos, me recordaba lo frágil que era nuestra relación. Estaba decidido a mantenerla bajo mi control, pero no podía permitir que ella viera la verdad de lo que realmente estaba sucediendo. No podía permitir que entendiera cuán profundamente estaba enredado en su vida.
Cuando nos sentamos en un banco, observando el atardecer, la tomé de la mano, mis dedos entrelazados con los suyos. La miré a los ojos, tratando de mostrarle la sinceridad que sentía, aunque la oscuridad dentro de mí seguía creciendo.
—Carolina —dije, mi voz suave pero firme—. No puedo imaginar mi vida sin ti. Quiero que estés siempre conmigo, en cada momento, en cada pensamiento. No puedo soportar la idea de perderte.
Ella me miró, y aunque había algo de duda en su mirada, también vi una chispa de afecto. Eso era lo que necesitaba, esa pequeña chispa que me decía que aún tenía una oportunidad de mantenerla cerca.
—Alejandro, yo también te quiero —dijo con un susurro—. Pero necesitamos encontrar un equilibrio. No puedo vivir siempre bajo presión.
Sus palabras eran un recordatorio de que no todo estaba bajo mi control, que había límites que no debía cruzar. Pero mientras la abrazaba y la sentía tan cerca de mí, sabía que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para mantenerla a mi lado. La obsesión no era solo un sentimiento; era una necesidad que consumía cada fibra de mi ser.
Y así, mientras el sol se ocultaba en el horizonte, me di cuenta de que el verdadero desafío no era solo mantener a Carolina cerca, sino mantener la apariencia de normalidad mientras mi mundo se desmoronaba lentamente a mi alrededor. La línea entre el amor y la obsesión estaba cada vez más difusa, y yo estaba dispuesto a cruzarla una y otra vez si eso significaba tenerla a mi lado.
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Obsesión peligrosa
RomanceAlejandro, un hombre con un pasado oscuro y controlador, se obsesiona con Carolina desde el momento en que la ve en una discoteca. Lo que comienza como una atracción intensa se transforma rápidamente en una relación tóxica, marcada por el control, l...