19- La Tentación en la Oscuridad

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Alejandro

No pude soportar el peso de la discusión que habíamos tenido. La tensión en la casa era palpable, y el silencio que seguía a nuestra última pelea era como un grillete alrededor de mi mente. Necesitaba salir, despejarme, aunque sabía que hacerlo no resolvería nuestros problemas. Así que, sin decir una palabra a Carolina, me dirigí al bar que solía frecuentar antes de que todo comenzara a complicarse con ella.

La música en el bar era fuerte, una mezcla de ritmos que apenas me dejaban pensar. Me senté en una esquina, tratando de perderme en el ambiente mientras tomaba un trago tras otro. Las luces tenues y el bullicio de la multitud eran un alivio temporal a la angustia que me atormentaba. Necesitaba un escape, aunque fuera momentáneo.

Una hora después, ya estaba bastante borracho, con el alcohol nublando mi juicio y sumido en pensamientos oscuros sobre mi relación con Carolina. Fue entonces cuando ella se acercó: una chica de cabello rubio y ojos azules, con una mirada coqueta que pronto se posó sobre mí.

—Hola —dijo, su voz suave y seductora—. No te he visto por aquí antes. ¿Puedo sentarme?

Levante la vista, sorprendida pero también un poco alentada por la distracción que me ofrecía. La chica se sentó a mi lado, y no pude evitar notar cómo su proximidad hacía que mi mente se despejara, aunque el alcohol jugaba un papel importante en ello.

—Claro —respondí, tratando de sonar relajado mientras tomaba un sorbo de mi bebida.

Ella comenzó a hablarme con un tono juguetón, sus palabras envueltas en risas suaves y miradas intensas. Cada cumplido y cada gesto coquetón eran un escape de la realidad que estaba tratando de evitar. La conversación se volvió cada vez más íntima, y me di cuenta de que me estaba involucrando en una situación que no debería estar.

Sin embargo, lo que no sabía era que, mientras me perdía en la conversación, Carolina había decidido buscarme. Había notado mi ausencia y, preocupada por lo que podría estar haciendo, había ido al bar en busca de respuestas.

Cuando Carolina entró en el bar, su mirada rápidamente se posó sobre mí y la chica que estaba a mi lado. La escena que encontró fue un golpe devastador para ella: me veía abrazado a la chica con una risa que no era la mía, y la chica se estaba inclinando hacia mí de manera evidente.

El dolor en sus ojos era inconfundible, y la forma en que su expresión se desmoronó en un instante me hizo sentir una mezcla de culpa y arrepentimiento. No podía evitar ver cómo su cuerpo se tensaba, sus manos apretándose en puños mientras avanzaba hacia nosotros.

—Alejandro —dijo, su voz temblando con una mezcla de enojo y tristeza—. ¿Qué estás haciendo aquí?

La chica a mi lado se apartó, mirando a Carolina con curiosidad. Mi mente se despejó un poco al ver a Carolina, y el remordimiento comenzó a calar en mí. No podía creer que había dejado que las cosas llegaran a este punto.

—Carolina, espera —dije, tratando de ponerme de pie, pero el alcohol en mi sistema hizo que me tambaleara un poco—. No es lo que piensas.

—¿No es lo que pienso? —replicó, su voz cargada de dolor—. Te veo aquí, rodeado de otra chica, y dices que no es lo que pienso. ¿Cómo puedes ser tan insensible?

La confrontación en el bar atrajo miradas curiosas, y la tensión en el aire era casi tangible. Carolina estaba luchando por contener las lágrimas, su dolor claramente visible mientras me enfrentaba. Sentía una ola de desesperación y culpa abrumadora, pero no sabía cómo solucionarlo.

—Lo siento, Carolina —dije, tratando de acercarme a ella—. Estaba tratando de escapar de todo, y me dejé llevar. No era mi intención herirte.

Carolina me miró con furia, pero también con una tristeza profunda. —No quiero escuchar más excusas, Alejandro. Esto no es solo un error, es un reflejo de cómo hemos dejado que nuestra relación se vuelva tóxica y dolorosa.

La chica a mi lado comenzó a levantarse, dándose cuenta de que la situación había pasado de ser coqueta a ser incómoda. Antes de irse, me lanzó una última mirada y se alejó, dejándonos a Carolina y a mí en el centro de la tormenta.

Carolina me dio la espalda, su figura temblando mientras se dirigía hacia la salida. Me di cuenta de que debía seguirla, de alguna manera intentar arreglar lo que había hecho y enfrentar la realidad de nuestras acciones.

—Carolina, espera —dije, tratando de alcanzar su brazo—. Por favor, no te vayas así. Necesitamos hablar.

Ella se detuvo, su rostro aún girado hacia la puerta. —No sé qué podemos decirnos en este momento, Alejandro. Necesitamos resolver nuestras cosas, pero esto es más grande de lo que puedo manejar ahora mismo.

La desesperación en su voz hizo que mi corazón se acelerara. Sabía que había cruzado una línea que no podía deshacer, pero también entendía que no podía permitir que esto fuera el final. Necesitábamos encontrar una manera de sanar, de reconstruir lo que se había roto entre nosotros, pero para hacerlo, debía enfrentar las consecuencias de mis actos y demostrar que estaba dispuesto a luchar por nosotros.

Salí del bar tambaleándome, tratando de alcanzar a Carolina antes de que desapareciera en la noche. Sabía que el camino hacia la redención sería largo y difícil, pero no podía rendirme. Tenía que demostrarle que, a pesar de los errores y las heridas, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para salvar nuestra relación.

Obsesión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora