Alejandro
No pude dormir aquella noche. Mi mente estaba atrapada en un torbellino de pensamientos y emociones, cada uno más oscuro que el anterior. La pelea con Carolina había sido como un incendio desatado, quemando todo a su paso, y el silencio que llenaba la casa ahora era ensordecedor. La verdad es que me sentía perdido, atrapado entre mi obsesión por ella y el caos que nuestra relación había desencadenado.
Al amanecer, me levanté decidido a enfrentar la situación. Había entendido que los celos y la ira solo estaban alimentando una tormenta que no podía controlar, y que necesitábamos encontrar una manera de calmar las aguas antes de que todo se derrumbara por completo. La idea de perderla me aterraba más de lo que estaba dispuesto a admitir.
Cuando llegué a la sala, la encontré sentada en el sofá, con una manta alrededor de sus hombros, el rostro pálido y cansado. No había palabras para describir lo que sentía al verla así; era una mezcla de culpa y desesperación. Me acerqué con paso lento, cada movimiento cargado de una tensión palpable.
—Carolina —dije, mi voz temblando mientras me arrodillaba frente a ella—. Lo siento por cómo actué ayer. No debería haber dejado que mis celos y mi ira tomaran el control. No te mereces eso.
Ella levantó la vista, sus ojos rojos y cansados, pero había una chispa de vulnerabilidad en su mirada que me hizo sentir aún más culpable. —No sé qué hacer, Alejandro. A veces siento que todo lo que hacemos es rompernos el uno al otro, y no entiendo cómo podemos salir de esto.
Me incliné más cerca, sintiendo el dolor en mi pecho mientras veía la angustia en su rostro. —Carolina, sé que hemos estado en un ciclo destructivo. Me doy cuenta de que mi obsesión y mis inseguridades están arruinando lo que tenemos. Quiero cambiar eso, pero necesito que también quieras luchar por nosotros.
Ella cerró los ojos, su respiración entrecortada. —No sé si puedo seguir así. El dolor que siento es abrumador, y me duele pensar que no podemos encontrar una manera de ser felices juntos.
Me acerqué aún más, y tomé su rostro entre mis manos, sintiendo la suavidad de su piel y el calor que emanaba de ella. Cada toque era un recordatorio de lo mucho que la amaba y de cuánto estaba dispuesto a hacer para arreglar las cosas.
—Quiero hacer que esto funcione —dije, mi voz cargada de desesperación y deseo—. Quiero que encontremos una manera de amarnos sin todo el dolor y la obsesión que nos consume. Pero necesito saber que estás dispuesta a intentarlo también.
Carolina abrió los ojos lentamente, y en su mirada vi una mezcla de cansancio y esperanza. —Lo quiero, Alejandro. Quiero que esto funcione. Pero necesitamos dejar de lado todas las barreras y los miedos que tenemos.
No pude esperar más. Me incliné hacia ella y la besé con una desesperación que reflejaba todo el dolor y el deseo acumulado. El beso comenzó con una ternura suave, pero pronto se convirtió en una expresión intensa de nuestros sentimientos reprimidos. Cada caricia, cada roce de nuestros labios, era una forma de decir lo que no podíamos expresar con palabras.
Sentí cómo sus manos se enredaban en mi cabello, y su cuerpo se acercaba más al mío, como si buscara una conexión que ambos habíamos estado intentando encontrar. La desesperación en nuestro abrazo era palpable, y el mundo exterior parecía desvanecerse mientras nos entregábamos completamente al momento.
Nos separamos solo para recuperar el aliento, nuestras respiraciones entrecortadas y nuestros rostros aún cerca. Los ojos de Carolina estaban llenos de lágrimas, pero también de un entendimiento profundo.
—Alejandro —dijo con voz temblorosa—, esto no resolverá todos nuestros problemas de inmediato. Pero si podemos seguir enfrentándolos juntos, quizás haya esperanza para nosotros.
Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. —Sí, lo sé. Pero esto es un comienzo. Y estoy dispuesto a hacer todo lo que esté en mis manos para construir algo real entre nosotros, sin más destrucción ni dolor.
Nos abrazamos, y en ese abrazo encontré un consuelo que había estado ausente durante tanto tiempo. La pasión y la desesperación que habíamos compartido nos habían permitido encontrar un nuevo sentido de conexión. Sabíamos que había mucho por resolver, pero al menos en ese momento, estábamos unidos por un deseo mutuo de sanar y avanzar.
La luz del día se filtraba a través de las ventanas, y mientras nos quedábamos allí, abrazados y en silencio, supe que estábamos en el inicio de un nuevo capítulo. La lucha por nuestra relación no había terminado, pero al menos habíamos encontrado una chispa de esperanza en medio de la tormenta.
ESTÁS LEYENDO
Obsesión peligrosa
RomansaAlejandro, un hombre con un pasado oscuro y controlador, se obsesiona con Carolina desde el momento en que la ve en una discoteca. Lo que comienza como una atracción intensa se transforma rápidamente en una relación tóxica, marcada por el control, l...