Carolina
Llevaba días tratando de encontrar un equilibrio, un momento de paz en medio de la tormenta que era mi relación con Alejandro. La verdad era que no podía negar la intensidad de sus sentimientos, ni el magnetismo que sentía cuando estaba cerca de él. Pero esa intensidad, en lugar de ser una chispa de amor, se estaba convirtiendo en un fuego que amenazaba con consumirlo todo a su alrededor.
Era un viernes por la noche, y había aceptado ir a la cena con Alejandro, aunque sabía que sería otra de esas noches en las que la línea entre el afecto y la obsesión se difuminaba. Había elegido un vestido que sabía que le gustaría, algo que lo complacería y lo mantendría satisfecho por un rato. Quería que la noche fuera especial, aunque me sintiera atrapada en un mar de emociones contradictorias.
Al llegar a su apartamento, me recibió con una calidez que en ocasiones me desconcertaba. Su sonrisa y los abrazos llenos de afecto eran la prueba de que su amor por mí era real, pero también me recordaban que mi vida estaba completamente entrelazada con la suya. A veces, esa cercanía se sentía como un abrazo, y otras veces, como un grillete.
-Te ves increíble -dijo, tomándome de la mano y guiándome hacia la sala donde había preparado una cena elegante. Las velas parpadeaban y la música suave llenaba el aire, creando una atmósfera que, aunque romántica, tenía un toque de ansiedad latente.
-Gracias -respondí, sonriendo débilmente mientras me sentaba.
Durante la cena, Alejandro estaba especialmente atento, preguntando sobre cada detalle de mi día con una preocupación que a veces se sentía más invasiva que cariñosa. Su mirada constante, sus preguntas repetitivas sobre mi bienestar, estaban comenzando a rozar los límites de lo aceptable. A veces me preguntaba si su necesidad de saberlo todo sobre mí era una forma de amor, o simplemente una manera de mantenerme bajo su control.
-¿Todo bien, Carolina? -preguntó, con una mirada que mezclaba preocupación y una leve exigencia.
-Sí, todo está bien -mentí, dándole un pequeño sorbo a mi copa de vino, buscando cualquier manera de aliviar el peso de su atención constante.
A medida que avanzaba la noche, el ambiente se volvía más cargado. Alejandro comenzó a hablar sobre planes futuros, sobre cómo nos vería juntos en un futuro más sólido, más integrado en su vida. Sus palabras eran cálidas, pero también eran un recordatorio de que no había un espacio en su vida que no estuviera planeado meticulosamente para mí. No podía evitar sentirme atrapada en sus visiones para nosotros, aunque una parte de mí deseaba compartir esos sueños.
-He estado pensando en mudarnos juntos -dijo, con una mezcla de esperanza y determinación en su voz-. Sería un gran paso, pero creo que sería bueno para nosotros.
El comentario me sorprendió y me hizo sentir un torbellino de emociones. La idea de mudarme con Alejandro parecía una extensión natural de nuestra relación, pero también me daba miedo. No solo por el compromiso, sino porque sentía que esa decisión podría borrar cualquier vestigio de mi independencia.
-No estoy segura de estar lista para dar ese paso -dije, tratando de mantener la calma mientras la ansiedad se apoderaba de mí-. A veces siento que las cosas se mueven demasiado rápido.
Alejandro se quedó en silencio, su expresión cambiando a una mezcla de confusión y preocupación. Su actitud cambió, y pude sentir cómo la tensión en el aire se volvía palpable. Era como si su amor se transformara en algo más oscuro, algo que no estaba dispuesto a aceptar sin una lucha.
-¿Por qué no estás lista? -preguntó, su voz cargada de una mezcla de incomprensión y una pizca de reproche-. Pensé que querías estar conmigo. Pensé que esto era lo que ambos queríamos.
El tono de su voz me hizo sentir como si estuviera fallando, como si no pudiera cumplir con las expectativas que él había puesto sobre mí. Me hizo cuestionar si mis temores eran legítimos o si solo eran una excusa para evitar enfrentar una realidad que estaba en constante cambio.
-No es que no quiera estar contigo -dije, tratando de explicar mi posición-. Es solo que siento que necesitamos más tiempo. Que debemos encontrar una manera de hacerlo funcionar sin apresurarnos.
Alejandro asintió lentamente, pero su mirada aún mostraba desilusión. A pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, podía ver que su frustración estaba creciendo. Me sentía atrapada en una trampa emocional, donde cada decisión parecía tener un precio.
La noche terminó con una conversación tensa y una sensación de incompletitud en el aire. Aunque el amor que Alejandro me ofrecía era innegable, su necesidad de control y su insistencia en una vida compartida estaban comenzando a sentirse como una presión insostenible. La imagen de una vida en la que él decidiera cada detalle me aterraba, pero también me sentía culpable por no poder cumplir con sus expectativas.
Cuando me fui a casa esa noche, el peso de la decisión de mudarme con Alejandro seguía presionando sobre mí. Me sentía atrapada en un ciclo de amor y ansiedad, donde cada paso que daba con él era una mezcla de emoción y miedo. A pesar de todo, no podía negar que su presencia me había marcado de una manera que no podía explicar.
Cerré la puerta detrás de mí, sintiendo el alivio de estar sola por un momento. Pero mientras me preparaba para dormir, me di cuenta de que estaba atrapada en un laberinto emocional. Mi amor por Alejandro me había llevado a un punto donde mis propias necesidades y deseos se estaban desvaneciendo. Estaba enredada en una relación que no podía controlar, y no sabía si alguna vez podría encontrar una salida.
Así que me acurruqué en mi cama, tratando de calmar el tumulto en mi mente. La realidad era que, aunque me esforzaba por mantener mi independencia, la obsesión de Alejandro y el peso de nuestra relación se estaban convirtiendo en una parte cada vez más intrincada de mi vida. Sabía que no podía seguir así para siempre, pero al mismo tiempo, no podía imaginarme alejada de él.
El laberinto en el que me encontraba era un lugar oscuro y enredado, y no sabía cómo encontrar una salida. La única cosa que estaba clara era que mi vida estaba completamente entrelazada con la suya, y que la obsesión que él sentía por mí estaba arrastrándome más profundo en su mundo.
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Obsesión peligrosa
RomanceAlejandro, un hombre con un pasado oscuro y controlador, se obsesiona con Carolina desde el momento en que la ve en una discoteca. Lo que comienza como una atracción intensa se transforma rápidamente en una relación tóxica, marcada por el control, l...