24- Un viaje en la Oscuridad

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Carolina

El sol brillaba con una intensidad cegadora cuando me desperté aquella mañana, y por un momento, me olvidé de los problemas que habían sido parte constante de nuestras vidas últimamente. La rutina diaria había comenzado a asentarse, pero la tensión aún era palpable. Alejandro, sin embargo, tenía algo en mente que me sorprendió.

Cuando bajé a la cocina, me encontré con Alejandro, que estaba de pie junto a la mesa, con un aire de entusiasmo que no había visto en semanas.

—Buenos días —dije, intentando mantener una actitud positiva a pesar de la preocupación que sentía.

—Buenos días, amor —respondió Alejandro, su sonrisa era contagiosa, aunque algo en sus ojos me hizo sospechar que había más en su mente.

Me sirvió un café y, mientras lo preparaba, no pude evitar notar que parecía más animado de lo habitual. Finalmente, se sentó frente a mí y tomó mi mano.

—Carolina, he estado pensando —dijo, su voz cargada de una mezcla de nervios y emoción—. ¿Qué te parece si hacemos un viaje a Miami?

Lo miré con sorpresa. —¿Miami? ¿Y Stella?

—Podemos dejarla con mis padres por unos días. Ellos están encantados de cuidarla, y creo que necesitamos un tiempo para nosotros. Un tiempo para reconectar y despejarnos.

El ofrecimiento me sorprendió, pero al mismo tiempo, la idea de un cambio de escenario y una oportunidad para estar juntos sin las constantes interrupciones me parecía tentadora. La posibilidad de estar sola con Alejandro, sin las responsabilidades diarias ni el estrés de la empresa, era algo que anhelaba.

—No sé, Alejandro —dije, dudosa—. ¿Realmente crees que es una buena idea? ¿Y si Stella nos extraña?

—Mis padres la cuidan increíblemente bien —insistió Alejandro—. Y no solo es una oportunidad para nosotros, también sería un cambio para ella. Necesitamos esto, Carolina. Necesitamos reconectar y recordar por qué estamos juntos.

El pensamiento de pasar tiempo en un lugar tan vibrante como Miami me atrajo. La idea de escapar de la rutina y de las presiones diarias parecía un alivio, y la idea de pasar tiempo con Alejandro en un ambiente diferente me hizo sentir una chispa de emoción.

—Está bien —dije finalmente, sonriendo—. Vamos a hacerlo.

La planificación del viaje se realizó con rapidez. En cuestión de días, estábamos empacando nuestras cosas y preparando a Stella para quedarse con los abuelos. Decir adiós a nuestra pequeña fue un desafío emocional, pero confiábamos en que estaría bien y que la experiencia le haría bien a todos.

Cuando llegamos a Miami, la ciudad nos recibió con su cálido abrazo. El ritmo de vida era diferente, y la brisa del océano nos ofreció un cambio de perspectiva. El hotel donde nos alojamos era lujoso, y el ambiente relajado ayudó a aliviar la tensión que había estado acumulándose entre nosotros.

Durante el primer día, nos dedicamos a explorar la ciudad, disfrutando de la comida local y del paisaje. Las largas caminatas por la playa y las noches bajo las estrellas nos dieron la oportunidad de hablar y reír juntos, sin las distracciones diarias que normalmente nos rodeaban. La conexión que habíamos perdido en medio del estrés comenzó a resurgir, y los momentos de intimidad se volvieron más frecuentes.

La noche en que Alejandro me llevó a un restaurante frente al mar, su mirada estaba llena de una mezcla de nervios y esperanza. Mientras disfrutábamos de una cena maravillosa, su mano se posó sobre la mía, y sentí una oleada de ternura que había estado ausente durante mucho tiempo.

—Carolina —dijo, su voz suave y llena de emoción—. Hay algo que quiero decirte.

Me miró con una intensidad que me hizo sentir que el mundo se había detenido. —¿Qué pasa, Alejandro?

Se levantó de su asiento y se arrodilló frente a mí, sacando una pequeña caja de su bolsillo. El corazón me dio un vuelco al ver el anillo dentro.

—Carolina, estos meses han sido una montaña rusa —empezó, sus palabras llenas de sinceridad—. Hemos pasado por tantas cosas juntos, y aunque nuestra relación ha sido complicada y a veces tóxica, nunca he dejado de amarte. Este viaje, este momento, es una oportunidad para comenzar de nuevo. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, y quiero que seas mi esposa.

Me quedé sin palabras, el anillo en la caja brillaba bajo las luces del restaurante. Los sentimientos de alegría, sorpresa y un poco de miedo se mezclaron en mi pecho.

—Alejandro... —dije, mi voz temblando—. Esto es inesperado, pero también increíblemente hermoso.

—Entonces, ¿qué dices? —preguntó, su mirada llena de esperanza.

Las lágrimas comenzaron a formarse en mis ojos mientras miraba el anillo, el símbolo de un nuevo comienzo y de un amor que, a pesar de todo, había sobrevivido. Finalmente, asintiendo con una sonrisa, le respondí:

—Sí, Alejandro. Sí, acepto.

Las palabras salieron de mi boca con un alivio y una felicidad que había estado esperando experimentar. Alejandro se levantó y me besó con una pasión renovada, y el resto de la noche se convirtió en una celebración de nuestro amor y del futuro que estábamos construyendo juntos.

En ese momento, mientras las estrellas brillaban sobre nosotros y el mar susurraba a lo lejos, sentí que, a pesar de los desafíos y de la oscuridad que habíamos enfrentado, estábamos en el camino correcto. Este viaje a Miami no solo había sido una escapada, sino un recordatorio de que, a pesar de todo, teníamos un futuro juntos que valía la pena luchar.

Obsesión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora