20- La Noche de Separación

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Carolina

No pude soportar la intensidad de la noche anterior. El dolor y la traición que sentí al encontrar a Alejandro en el bar con otra chica fueron demasiado para mí. Mientras me alejaba de la escena, el caos en mi mente se hizo insoportable, y mi corazón estaba quebrado en mil pedazos. No podía regresar a casa, no podía soportar la idea de enfrentar esa realidad dolorosa mientras él seguía allí, en medio de la confusión que habíamos creado.

Tomé un taxi y me dirigí a la casa de mis padres. Llegar allí fue como encontrar un refugio temporal, un lugar donde las heridas podían ser atendidas lejos de la tormenta que había estallado en mi vida. Cuando llegué, mi madre me recibió con una mezcla de preocupación y cariño. No le conté todos los detalles, solo que necesitaba pasar la noche allí.

—Carolina, ¿estás bien? —preguntó mi madre, abrazándome con fuerza—. Estás temblando.

—Estoy bien, solo necesito estar aquí un rato —respondí, mi voz quebrada mientras me aferraba a su abrazo—. Hay muchas cosas que necesito pensar.

La noche en casa de mis padres fue una mezcla de consuelo y reflexión. Estaba rodeada de la seguridad familiar, pero mi mente no dejaba de regresar a Alejandro y a la noche caótica que habíamos tenido. La tristeza y la confusión eran abrumadoras, y me preguntaba si alguna vez podríamos superar la tormenta que se había desatado entre nosotros.

Mientras tanto, Alejandro estaba en una tormenta propia. La desesperación y la preocupación por mi ausencia se habían apoderado de él. Sabía que había cruzado una línea que no debería haber cruzado, pero no había anticipado cuán profundamente eso afectaría a Carolina. Pasó la noche en vela, tratando de encontrar una manera de enmendar el daño que había causado.

Alejandro me había enviado mensajes y llamado sin parar, pero mi decisión de desconectar era firme. Necesitaba distancia, no solo para sanar, sino también para darle a él el tiempo para reflexionar sobre sus acciones y lo que significaba para él nuestra relación.

A la mañana siguiente, mientras desayunaba en la casa de mis padres, recibí otro mensaje de Alejandro. Su desesperación era evidente en cada palabra. En su último mensaje, me pedía que nos reuniéramos para hablar. Su insistencia me hizo cuestionar si podría haber una oportunidad para reparar lo que se había roto entre nosotros.

—¿Vas a salir? —me preguntó mi madre mientras veía mi expresión pensativa—. Pareces preocupada.

—Sí —respondí, tratando de sonar decidida—. Tengo que enfrentar algunas cosas. Pero necesito hacerlo sola.

Cuando me encontré con Alejandro, su rostro reflejaba una mezcla de agotamiento y desesperación. Había algo en sus ojos que me decía que había comprendido la magnitud de lo que había hecho y que estaba dispuesto a cambiar. La sinceridad en su mirada era un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que habíamos vivido.

—Carolina —dijo, su voz temblando—. Lo siento más de lo que puedo expresar. No puedo soportar la idea de haberte herido. Te necesito en mi vida, más de lo que puedo describir.

No sabía si podía perdonarlo de inmediato. La herida aún estaba fresca, y la desconfianza seguía presente. Pero había algo en su voz, en su arrepentimiento genuino, que me hizo considerar la posibilidad de una reconciliación.

—Alejandro —dije, tratando de mantener la calma—. Esta noche ha sido dolorosa para ambos. Necesitamos enfrentar la verdad y reconocer los cambios que tenemos que hacer. Pero, sobre todo, necesitamos ser honestos con nosotros mismos y con cada uno.

Asintió, sus ojos llenos de lágrimas. —Lo entiendo. Quiero hacer todo lo que esté en mis manos para reparar esto. Estoy dispuesto a trabajar en mí mismo y en nuestra relación, si tú también estás dispuesta a hacerlo.

La sinceridad en sus palabras resonó en mí. Sabía que no sería fácil, que el camino hacia la sanación sería largo y lleno de desafíos. Pero, al menos, había una base sobre la cual reconstruir. La noche que habíamos pasado separados había sido dolorosa, pero también había revelado lo importante que éramos el uno para el otro.

—Lo haré —dije finalmente—. Pero necesitamos tiempo, y necesitamos ser honestos sobre lo que queremos y necesitamos. Estoy dispuesta a intentar, si tú también lo estás.

Alejandro me abrazó con una ternura que había estado ausente durante demasiado tiempo. En ese abrazo, sentí una mezcla de alivio y esperanza. Sabía que había mucho por delante, pero también sentía que podíamos empezar a sanar si ambos estábamos dispuestos a enfrentar la verdad y trabajar en lo que teníamos.

La reunión fue un primer paso en el largo camino hacia la recuperación. No resolvería todos nuestros problemas de inmediato, pero al menos habíamos comenzado a abordar nuestras dificultades de una manera más abierta y honesta. La noche en la casa de mis padres me había dado la claridad que necesitaba, y la voluntad de Alejandro de cambiar y enfrentarse a sus errores era el primer paso hacia un futuro donde, quizás, nuestra relación podría encontrar un nuevo equilibrio.

Obsesión peligrosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora