37. Despedida

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HYUKJAE

El omega estaba medio dormido sobre el césped. Habían decidido salir a jugar juntos mientras su madre terminaba de solucionar unos trámites, pero apenas había podido saltar sobre él un par de veces antes de que el lobo marrón cayese rendido en el suelo.

No podía culparlo. En realidad, la culpa era más suya que de Donghae. Este le había sugerido hacerlo por segunda vez en la ducha y él había continuado anudándolo hasta casi la salida del sol. No sabía cuántas veces lo habían hecho. Era una pena que no pudiese despedirse de Henry, porque quería darle las gracias por ofrecerle tantos condones aquella tarde.

Tocó el trasero del menor con el hocico y este giró la cabeza y le enseñó los dientes. Agachó las orejas en señal de disculpa, ante lo cual el otro le lamió la cara antes de volver a acurrucarse sobre el césped.

Contento, se tumbó como pudo sobre él, con la nariz dentro de su pelaje castaño, y cerró los ojos también. No le importaba quedarse así hasta que fuese la hora de marcharse. Solo quería pasar tiempo con él, ya fuese como humano o como lobo, despierto o dormido, corriendo o simplemente respirando su aroma.

Lamentablemente, el momento llegó tan solo unos minutos después. Pudo oír a la mujer gritando desde dentro de la casa, pidiéndoles que fuesen a la habitación y se vistieran. Levantó la cabeza porque pensó que tenía que quitarse de encima y dejar que Donghae se levantase también. Sin embargo, este no se movió, todavía medio dormido, así que fingió que no la oía durante un ratito más.

Hasta que la puerta del jardín se abrió con un golpe seco y la voz femenina se hizo imposible de ignorar.

—Nadie siente esto más que yo, pero, si no os vestís ya, meteré a Hyukjae en un transportín y lo dejaré en la bodega del avión con las mascotas.

Por desgracia, había visto a muchos perros en jaulas de transporte como para entender a qué se refería. Muy a su pesar, se levantó y mordisqueó el cuello del omega para pedirle que hiciera lo mismo.

Donghae gimoteó. Olía a impotencia. Podía ver en la tensión de su cuerpo que él también había oído a su madre desde un principio, pero no quería dejarlo marchar.

El problema era que tenía que hacerlo.

Si ignoraba a su padre y se quedaba en el mundo de los betas, este se enfadaría más y más, y quién sabe qué sería capaz de hacer. Ya había sido capaz de meter a Donghae en el hoyo cuando no sabía que se veían en secreto. Ahora que su propio hijo, su heredero, se había escapado de la isla con él, querría hacer algo mucho peor que eso.

Debía protegerlo. No podía permitir que tanto su padre como Tara pensaran que Donghae era un manipulador. Tenía que hablar con ellos y hacerles entender que había actuado así porque quería. Quizás le costara, pero estaba seguro de que conseguiría convencerlos. Eran su padre y su mejor amiga. Lo apreciaban. Estaba seguro de que al final lo escucharían y aceptarían su relación con Donghae.

Tras muchos intentos, al fin consiguió que el menor lo siguiera hacia la habitación. Allí, se transformaron y se vistieron. Y estaba lavándose las manos cuando el omega lo abrazó por la espalda, hundiendo la cara en su nuca.

Como no dijo nada, Hyukjae tampoco lo hizo. Se secó con la toalla y dio media vuelta para estrujarlo con fuerza.

—Alfa… —le oyó murmurar, con la cara presionada contra su marca por encima de la camiseta— Alfa…

—Dime, omega.

—Alfa —repitió.

Hyukjae entendió que no quería decirle nada. Siguió abrazándolo. Tomó su brazo y hundió la nariz en la cicatriz. Incluso después de las varias duchas que se habían dado, incluso teniendo en cuenta que había usado condón cada vez, el omega estaba completamente impregnado en su aroma. Solo en ese momento pensó que ojalá hubiese algún otro alfa alrededor, solo para que alguien pudiese oler al omega y saber que ahora era completa y absolutamente suyo.

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⏰ Última actualización: Aug 25 ⏰

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