2. Omega

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HYUKJAE

Sus huesos crujieron en el proceso de transformación mientras avanzaba entre los árboles. Abandonó la seguridad de caminar a cuatro patas para ponerse sobre las plantas de los pies. Recogió su ropa de las ramas en las que la había colgado antes de irse a correr y se vistió sin prisa. Sin ganas.

Para cuando salió del bosque, Tara ya lo estaba esperando. Llevaba el pelo plateado y muy corto, más incluso que él mismo, y tenía los ojos tan azules como el cielo. Se había puesto una bufanda alrededor del cuello como si tuviera alguna marca que tapar. Había alfas que hacían eso en otras tribus, según había oído, pero en la suya no. Su padre se iba a enfadar mucho si la veía cubriendo su cuello como si fuera una omega.

—Me la ha hecho Gabi, ¿te gusta?

—Me gustaría si la llevara él —arqueó las cejas. Ya podía escuchar los cuchicheos de las ancianas que volvían de recoger agua en el lago— ¿Por qué tu omega te ha hecho algo que no vas a poder usar?

—Está practicando. Quiere hacer una para el nuevo omega y demostrar que no va a dejar de trabajar aunque tengamos un bebé en casa. Papá insiste en que se relaje, pero ya lo conoces. Todo lo que tiene de dulce lo tiene de perfeccionista.

Aunque puso los ojos en blanco, Hyukjae sabía que a ella le gustaba esa parte de su marido. Tara era su mejor amiga desde que tenía uso de razón. Habían crecido juntos. Habían pasado juntos su primera transformación, sus primeros aullidos, sus primeras palabras. Habían descubierto que eran alfas casi a la vez y, de igual forma, sus padres se habían puesto de acuerdo para llevarlos a cazar por primera vez el mismo día. Él la había ayudado a cortejar a Gabriel y había sido el padrino de su boda. Ahora era el encargado de cuidar del pequeño Landon si a su madre le pasaba algo. E iba a proteger a ese niño con su vida si hacía falta.

—Aun así... deberías quitártela antes de que vuelva tu padre. Los alfas debemos llevar el cuello descubierto para...

—Demostrar nuestra fuerza. Y los omegas se lo cubren con bufandas, pañuelos y su propio cabello porque solo su alfa puede poner los ojos sobre él. Lo sé, lo sé. Es que ahora una persona no puede ni usar los regalos de su pareja.

—Ahora y desde hace siglos.

—Cierra el hocico —gruñó ella de forma burlona mientras se quitaba la tela del cuello y se la envolvía alrededor de la cintura como un cinturón—. ¿Mejor así?

Hyukjae asintió satisfecho. Echaron a andar hacia la casa del matrimonio con paso ligero, conversando sobre lo que había visto en su paseo. Nada distinto a lo habitual. Echaba de menos salir a correr con ella, pero entendía que cuidar de un bebé de seis meses era ya lo suficientemente agotador. Cuando el pequeño tuviera edad suficiente, ambos le iban a enseñar a transformarse y a correr. Irían los tres a retozar entre los hierbajos crecidos del norte de la isla.

—¿Crees que será alfa u omega? —le preguntó, haciéndose a un lado para que ella abriera la puerta.

—No lo sé, pero espero que sea alfa para enseñarle a cazar.

—Todavía es muy pequeño, cariño.

Gabriel era precioso. Tenía la piel de un marrón oscuro brillante y el pelo negro rizado, largo por debajo de los hombros y recogido en pequeñas trenzas. Sus ojos parecían de color azabache y su sonrisa eran siempre una ligera curva llena de dulzura. Sus manos, delicadas y pintadas por la henna en un patrón que imitaba los tatuajes de Tara, sujetaban a un pequeño bebé de color café que dormitaba contra su pecho. Como estaba en casa, no llevaba la bufanda, pero el pelo era suficiente para cubrir su marca.

No es que a él le gustara el omega de su amiga. Lo que hacía que se le revolviera el estómago cuando lo miraba era otra cosa: la rabia y la impotencia de saber que él nunca iba a tener nada parecido.

Selvaggio [EunHae - Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora