15. Alfa

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HYUKJAE

Tras ver marchar a su padre sintió que su cuerpo se partía en dos.

Una mitad estaba aterrada de quedarse tanto tiempo sin él y de tener que demostrar que se merecía heredar el liderazgo de la manada. Esta lo guió durante toda la mañana. Paseó por la isla comprobando que cada cosa estaba donde debía estar y que cada persona actuaba como debía actuar. Todo estaba en orden y él lo tenía todo bajo control. Esta mitad también fue la que lo ayudó a estar calmado mientras daba clase de lectoescritura a los cachorros. Gracias a ella, todo fue como la seda.

Pero, en cuanto vio que Mohamed molestaba a Donghae, la segunda mitad entró en acción. Era la mitad que celebraba que su padre se hubiera ido porque eso significaba que iba a poder pasar más tiempo con el omega. Omega al que él besaba, tocaba e impregnaba.

No Mohamed.

No otro alfa.

Él.

Mientras comía en su habitación, siguió con ojos naranjas al alfa que repartía bandejas de casa en casa. Estaba listo para salir si lo veía acercarse a la enfermería. Pero, como esto no ocurrió, Hyukjae y sus dos mitades se terminaron el postre con una sonrisa.

Se lavó aunque ya lo había hecho esa mañana para que el aroma de sus feromonas no se mezclara con el del sudor y se puso ropa limpia. Después tomó la mochila, comprobó que seguía llevando en ella lo mismo que la última vez que habían ido a la nieve y rebuscó entre sus cosas hasta dar con el gorro que le había hecho Gabriel para la cacería. No quería que Donghae pasara frío.

Satisfecho, se la colgó a la espalda y salió de casa. Se aseguró de que nadie lo seguía hasta que llegó al bosque. Una vez allí, se apoyó en un tronco para esperar al igual que había hecho la noche anterior. No podía dejar de preguntarse qué sería eso que el omega quería enseñarle. ¿Algo que usaban los betas para comunicarse? En los libros solo hablaban de las cartas y de una cosa llamada "radio", aunque, al igual que le había pasado con el paraguas, no entendía muy bien cómo se suponía que funcionaba.

También se moría de ganas de averiguar qué quería Donghae a cambio de esa pista. No tenía ni idea de hasta qué punto sus pensamientos y los del menor podían llegar a coincidir. Porque tal vez él se estaba imaginando una larguísima sesión de besos y caricias, y este terminaba pidiéndole algo para lo que ni siquiera necesitaban estar juntos. Esperaba que no.

Salió de sus pensamientos al notar el aroma de los jazmines contra su nariz. Sonrió, porque eso solo podía significar dos cosas: o estaba nervioso o estaba excitado. O ambas. Él tampoco podía decidirse por una de las dos, pero logró controlar sus propias feromonas hasta que lo vio aparecer en su campo de visión. Le daba la espalda, con las manos en los bolsillos del abrigo y la bufanda apretada.

Se rascó el labio inferior con los caninos. Con sumo cuidado, tratando de no hacer ningún ruido, anduvo en su dirección. Le picaban los dedos mientras terminaba de acercarse. Se detuvo a centímetros de su espalda, se inclinó sobre su oreja y lo tomó de la cintura. Donghae dio un respingo.

—Hola —saludó en voz baja. Le gustaba no tener la necesidad de llevarse la mano al pecho cuando estaba con él. Seguía haciéndolo porque era a lo que estaba acostumbrado, pero, si en momentos como ese prefería colocar las manos en otro lugar, sabía que nadie le iba a reprender por ello.

Al contrario, el omega parecía disfrutar cuando apretaba los dedos sobre su cuerpo. En ese momento, por ejemplo, soltó aún más feromonas de lo normal. Incluso con la bufanda puesta, Hyukjae podía notarlo.

—Hola —oyó por fin. El cuerpo ajeno retrocedió y quedó pegado al suyo, como si Donghae llevase horas esperando ese momento.

Sonrió. Deslizó las manos de sus costados hasta sus caderas y le acarició la oreja con la nariz. La luz del sol le permitía ver perfectamente los tres agujeros en su lóbulo y el que cruzaba su cartílago de lado a lado. Ya apenas recordaba cómo eran los pendientes que los ocupaban la primera vez que lo había visto.

Selvaggio [EunHae - Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora