Capitulo 38 ✞︎Tɪᴇᴍᴘᴏ✞︎

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༒︎

𝐄𝐋𝐈𝐀

Slavik sigue de rodillas al igual que los hombres de edad mayor, algunos más jóvenes. Parece que están esperando una orden para ponerse de pie porque la mansión enorme parece una jungla de gorilas.

Carajo, qué vergüenza esta maldita ropa, cuando debería estar vistiendo de una marca francesa.

—¿Esta es la sorpresa que me tenías, Slavik? —me crucé los brazos, y los hombres hicieron un sonido de sorpresa. —Que halago ruso, pero tengo prisa... Así que levanten sus traseros de mi camino.

Ninguno se pone de pie ante mi pedido entonces, para que las mujeres se inclinen ante mí.

—Pueden ponerse de pie —baje todos los escalones sujetándome con la muleta y me paré enfrente del ruso de ojos grises—. Tú también, Slavik.

Dicho eso, se ponen de pie y se hacen a un costado, dejándome un camino en el medio de ellos. Los repasos con mi mirada serían a cada uno de ellos. Por cierto, hay uno musculoso de ojos grises también, al igual que mi ruso. Este lleva un traje elegante marrón, tallado a su cuerpo. Tiene tatuajes que parecen abarcar todo su cuerpo.

—Elia —me llama el ruso con sus manos alrededor de mi cintura, tomándome con posesión; sus ojos están puestos en el hombre que examina que lo mata con su mirada llena de seriedad. — Este es mi hermano menor, Vlad.

Vlad, qué interesante... Digo que se parece un poco al ruso que tiene sus manos sobre mí.

El chico levanta la mirada y me sonríe con normalidad. Me tendió su mano y la estrechó sin dudar.

—Elia Dlacroix —me presento sin apartar mis ojos de él—, disculpa, tengo que irme; la próxima me invitas un café.

—Un placer, mi reina —hace una leve inclinación de cabeza, y vuelve a su postura de hombre mafioso. — No me puedo permitir ese café con usted, quiero conservar mi vida.

— ¿Usted? No soy tan vieja, llámame. Elia, total, somos parientes, ¿no es así Slavik?

El ruso tenía los músculos de su mandíbula serios, sin responderme. Rodeó los ojos y su hermano se apartó más lejos de mí. Salgo de hay con la cabeza en estar en mi mansión, dónde puedo hacer lo que quiero y este hombre no me lo va a impedir.

Hay unos escoltas que reconozco que me pertenecen. Llegó a ellos con lentitud y Slavik pesábame los pasos.

—Llévame a la mansión ahora —ordené y éste me abre la puerta de la camioneta negra. El enorme brazo del ruso enreda alrededor de mi cintura, impidiéndole subir. — ¿Qué haces? Suéltame

—Te informe que te llevaría a rehabilitarte, Sol —habla en mi oído, provocándome escalofríos, besa mi cuello y me suelta—. Vámonos al campo de tiro.

El sonido de la llanta de un auto deportivo se detiene justo enfrente de nosotros. Mi corazón ya puede latir con normalidad cuando noto que es Atlas.

Él baja con su traje negro. Lentes negras. Caminó en nuestra dirección y Slavik me tomó de la cintura posesiva.

—Lia —me dice Atlas sonriendo y se saca la gafa, inclina un poco su cabeza a la derecha, viendo las manos del ruso alrededor de mi cintura y luego ve al ruso Slavik, —vengo a informar una cosa a mi princesa.

Camina en mi dirección con el rostro serio. Le hago una señal con mis ojos para que me aparte del ruso.

—Dame un minuto y nos vamos, Slavik —informó, saliendo de su agarre él me suelta sin replicar mi pedido.

𝐌𝐚𝐥𝐝𝐢𝐭𝐚 𝐁𝐞𝐧𝐝𝐢𝐭𝐚 © ✔︎ [en CORRECCIONES]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora