Capítulo 2: Malditas cervezas

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¿Está todo bien, joven Romero?

Cristian sentía cómo el agua de la ducha aún goteaba por su cuerpo, abandonando su cabello para deslizarse por su cuello y continuar el recorrido por su firme espalda. Esa mañana había dormido a sus anchas y ahora se encontraba sentado solo a la mesa, mientras su cabello negro se encargaba de humedecer su rostro y parte de la camiseta blanca estampada que había adquirido en Francia en uno de sus últimos escapes al extranjero.

Tomó unas cuantas frutas cortadas y se las metió a la boca, luego se sirvió agua con infinitos cubos de hielo. Siempre tenía que desayunar este tipo de estupideces.

─Eso creo─ Observó cómo la anciana se disponía a limpiar parte de la sala

─ ¿Mis padres ya se han ido, verdad?

La mujercita continuó su labor sin mirarle a los ojos.

─Sus padres salieron esta misma mañana y su hermana también, aunque dijo que no tardaría en volver.

─¿Y qué pasó con todo el personal? No veo a nadie, ¿Se han tomado el día libre?

─Su madre nos está dando el fin de semana libre otra vez, joven Romero. Solo quedamos en casa Sonny y yo.

Cristian abandonó las malditas frutas y empezó a revisar todos sus nuevos mensajes. Había cincuenta mensajes más, pero todos eran más de la misma tontería.

─¿Sonny?─ Cuestionó, moviendo sus dedos en la pantalla de su iPhone.

─Sí, el buen Sonny tampoco quiso irse porque le cuesta volver a su pueblo y es mejor para él estar...

Había dicho "bueno", así que no cabía duda de quién estaba hablando.

─¿Qué edad tiene Sonny?─ Interrumpió con voz calmada, mientras enviaba unos diez mensajes a la vez─. ¿Es mi menor, no?

─Él tiene diecinueve años, joven, usted es mayor por cuatro años.

─Oh, vaya, sí lo había notado. ¿Sonny está aquí, entonces?

Deslizó un cubo de hielo del vaso hasta su boca, atrapándolo entre los dientes.

─Sí, Sonny está aquí en casa.

─¿Y qué está haciendo ahora? No lo veo mucho por aquí, ¿Solo se encarga de lavar los platos o qué?

Platos. Solo mencionarlos le hizo recordar lo que había pasado el día anterior. El hielo punzó en su garganta y no pudo evitar toser.

¡Al diablo con el maldito hielo!

─No, él se encarga de todo también... Ahora está ordenando la biblioteca del señor.

─Vaya, cuánto trabajo─ Se levantó del asiento, estirando sus músculos todo lo que pudo─. Oye, voy a hacer una reunión en la noche, solo quería avisarte.

Se metió otro cubo de hielo a los labios, sintiéndolo deshacerse en su lengua y luego abandonó el comedor, rumbo a su dormitorio. Podría largarse de la casa, desaparecer todo el maldito día y disfrutar hasta las últimas consecuencias, pero no se le daba muchas ganas. Al final, la casa era de nuevo toda para él, así que era mejor esperar que el resto llegara, en lugar de ir a buscarlos.

Además, seguramente los chicos que tenía como compañeros de caza-sexo-y-bebida no tardarían en llegar a interrumpir su tranquilidad, así que debería aprovechar lo poco que le quedaba de soledad. Estuvo a punto de entrar en su habitación, pero prefirió cambiar de rumbo y continuar hacia las escaleras opuestas, bajando cinco escalones de un salto y mordiéndose el pulgar cuando aterrizó en el largo pasillo de la parte trasera de su maldita mansión.

Inocencia Pasional ADAPTACION CUTISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora