Capítulo 39: Decisiones

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Cristian, ¿te vas a pasar otro día así? Abre la puerta, el desayuno está servido.

Cristian seguía mirando la puerta de su habitación con la mirada vacía, roja y cansada, viéndola temblar por novena vez en el día, sentado en el suelo junto a lo que ahora era su cama. La voz susurrante de su madre apenas recorría la habitación y llegaba al fondo de sus oídos.

—Los padres de tu novia están aquí, no puedes hacerles eso. Ven a desayunar, solo te tomará un momento y luego tenemos que hablar. Me preocupas mucho, cariño.

Cariño.

Ignoró su voz y sus ojos se fijaron en la cantidad de botellas vacías apilándose una sobre otra encima de su maleta, acumuladas como podían; alguna que otra goteando el líquido restante.

Habían pasado diez días desde que llegó a Madrid y se había encerrado en ese cuarto, negándose a ver a nadie o salir por ninguna razón, solo mirando cada detalle de la puerta.

Escuchó los suspiros de su madre y luego el sonido de sus zapatos alejándose, rendida otra vez. Era lo mismo siempre, venía a sacudir la puerta durante veinte minutos y luego se marchaba, dejándolo solo, como merecía estar.

Su estómago crujió y se encogió un poco, aunque ninguna de sus expresiones cambió. A pesar de que su cuerpo seguía quejándose, él no sentía nada en absoluto. Ni hambre ni nada que se le pareciese.

No le importaba no haber probado bocado durante esos diez días, no haberse duchado ni tener aún la misma camisa y el pantalón negro de la última vez que estuvo en su casa, de aquella vez que tantas veces se repetía en su mente como una maldita pesadilla.

Tampoco le interesaba no haber bebido más que todo el alcohol que había encontrado en las estanterías del departamento. Whiskey, vodka, vino, champagne, cerveza, todo le daba igual.

No le importaba nada si no lo tenía a él.

Él, Sonny. Solo al pensar en él le removía el estómago y le provocaba una presión desesperante en su cuerpo hasta el punto en que todo lo sensible que quedaba en él se estrujaba. Recordaba sus días antes de conocerlo, esos días tan vacíos y miserables.

Se había pasado la vida sin tomársela en serio, vagando por donde fuese, disfrutando de todo lo que la vida pudiese ofrecerle, intentando olvidar heridas pasadas. Recordaba cada madrugada en las fiestas y bares más grandes de la ciudad, cada tarde frente al tablero de billar y cada noche en las que le llegase a alcanzar. Había simplemente vagado por la vida, sin preocuparse tanto por el futuro, sin hacerse preguntas o líos en la cabeza; solo viviendo.

Para él, no había nada en esta vida que no pudiese solucionarse; los problemas le divertían y le parecían una tontería, porque todo era tan simple y fácil de arreglar. Hasta que tenía que haberse encontrado con él.

Tenía que haber dado con esos ojos llenos de un sentimiento que no había visto en ninguna parte antes, esos labios carnosos, esa conexión tan electrizante, esa personalidad que iba más allá de su entendimiento. Y entonces fue cuando su miserable vida había empezado a dejar de ser tan triste.

Su dedo se deslizó sobre la pantalla de su móvil por milésima vez y el estómago se le revolvió.

[Para: Sonny

Te quiero aquí. En la universidad, en el comedor. Ahora.]

[De: Sonny

¿Por qué?]

[Para: Sonny

Porque hay muchas que quieren conmigo y creo que deberías venir.]

[De: Sonny

Inocencia Pasional ADAPTACION CUTISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora