Capítulo 36: Reloj

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Sonny terminó de poner el mantel sobre la mesa con mucho cuidado y sacó unas cuantas velas aromáticas más de la bolsa, colocándolas una detrás de otra en el suelo de la biblioteca, creando un camino hacia la puerta.

Se había gastado casi toda la mitad de su sueldo en esto, pero no importaba; todo valía mucho la pena. Había pegado enormes corazones en cada rincón de la habitación y colgado globos de varios colores y formas alrededor de las paredes, uniéndolos todos con un cartel que decía: "¡Feliz Cumpleaños, Cristian!" en letras gigantes y coloridas. Se detuvo un momento, mirándolo todo con emoción.

Todo lucía impecable y listo para esa misma noche. Las velas, los globos, los corazones, el cartel, el mantel, las bebidas, los adornos, todo. Después de la cena, con el anuncio de su relación, lo traería aquí a disfrutar de todo esto y a contar los segundos hasta que llegara el día siguiente, anunciando su cumpleaños.

Solo pensar en todo lo que venía el día de hoy le causaba unos nervios que subían rápidamente por su espalda hasta su cuello y le daban cosquillas en toda la columna vertebral.

Sacó el celular de inmediato y sonrió más.

—¿Aló, Rodrigo? Creo que he terminado. Solo falta sacar el pastel del horno, hacer el espagueti y todo estaría listo —rió al teléfono, todavía suspirando—. Sí, tomaré muchas fotos cada cinco minutos y te las enviaré.

Susurró unas cuantas palabras más y lo guardó otra vez, encogiéndose ante las corrientes de nerviosismo y entusiasmo que lo sacudían de pies a cabeza. Estaba tan alegre y emocionado que no podía quedarse quieto en un solo lugar.

Caminó hacia la sala de estar, cruzando todos los pasadizos y deteniéndose frente a la cocina, observando todo lo que ocurría con atención.

Un grupo de chicos uniformados se encargaban de llevar enormes cajas de bebidas hacia la cocina y otro grupo daba órdenes cada cinco segundos a una fila de chicas que preparaban todo al máximo.

Su corazón estuvo al borde de estallar al pensar en lo que sucedería esa misma noche cuando Cristian lo confesara todo a su familia, y su cuerpo volvió a sacudirse y no pudo evitar llevarse las uñas a la boca.

El día anterior había estado al borde de caer cuando escuchó la decisión de Cristian y se había opuesto durante veinte minutos, pero finalmente lo entendió.

No podían seguir ocultándose más y lo mejor sería decírselo a toda su familia. Eso solucionaría todos los problemas, ¿verdad? Sí, confesárselo a todos era la mejor alternativa. Su corazón latió más fuerte, pero se tranquilizó al recordar todo lo que había pasado la noche anterior; solo recordar cómo habían bailado juntos toda la noche le daba mucha seguridad.

Solo recordar la sonrisa de Cristian junto a la suya, su risa cálida, sus ojos brillantes y sus manos alrededor de su cintura.

Salió de sus pensamientos al ver cómo la puerta del estudio principal se abría de golpe, palideciendo y haciendo una nerviosa reverencia cuando el padre de Cristian salió apresurado hacia la salida, pero recuperando el color al ver a Cristian salir después.

—¡Cuti, ya habías llegado a casa!

Cristian se quedó rígido junto a la puerta del estudio. Las gotas de sudor se acumulaban alrededor de sus ojos marcados y descendían hasta su mandíbula tensa, perdiéndose en los músculos duros de su cuello.

Inhaló lentamente, mirándolo.

—¿Qué pasa?, ¿tu padre te ha dicho algo?

Deslizó sus ojos por la habitación y luego volvió a fijar la mirada en él.

Inocencia Pasional ADAPTACION CUTISONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora