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Damon se despertó temprano, sintiéndose agotado y con una opresión en la cabeza que no lograba disiparse.

El peso de la fiebre y el dolor persistente en sus huesos lo habían acompañado durante días, pero lo que más lo preocupaba no era su propio malestar, sino el estado de Liam.

Desde hacía tiempo, Liam también parecía estar luchando contra algo. Tosía con frecuencia, su piel estaba más pálida de lo habitual y, en las últimas noches, Damon había notado que Liam se agitaba más en su sueño, como si algo lo perturbara.

Damon había sido quien había insistido en que ambos fueran a la clínica. No podían seguir ignorando lo que estaba sucediendo con sus cuerpos.

Había hecho la llamada el día anterior, reservando una cita a primera hora de la mañana. Aunque estaban acostumbrados a las largas esperas en hospitales y clínicas, Damon sabía que cuanto antes obtuvieran respuestas, mejor.

Ambos se vistieron en silencio, las palabras quedándose atrapadas en sus gargantas.

La tensión se sentía en el aire, y la preocupación los rodeaba como una niebla espesa. Damon lanzó una mirada a Liam mientras este se ponía la camiseta; notó las sombras debajo de sus ojos, el modo en que sus hombros caían ligeramente hacia adelante como si le costara mantener la postura erguida.

Cuando estuvieron listos, salieron de casa y se dirigieron al auto.

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El trayecto a la clínica fue tranquilo, casi solemne. La fiebre y el malestar de Damon parecían intensificarse con cada minuto que pasaba, pero su preocupación por Liam lo mantenía enfocado.

Sabía que el pasado de Liam, lleno de excesos y decisiones peligrosas, podía haber dejado secuelas. Sin embargo, desde que estaban juntos, Liam había cambiado de forma significativa.

Damon estaba orgulloso de haber sido una influencia positiva en su vida, de haberlo ayudado a dejar atrás las drogas y las malas decisiones, pero ahora, con ambos enfermos, no podía evitar preguntarse si algo de ese pasado oscuro había regresado para atormentarlos.

Llegaron a la clínica justo a las ocho de la mañana. La sala de espera estaba más llena de lo que Damon había anticipado para esa hora, pero encontraron un par de asientos en una esquina.

El ambiente estaba cargado de un silencio tenso, roto solo por el ocasional estornudo o tos de algún paciente.

Damon sintió el peso de los ojos de Liam sobre él, pero cuando lo miró, Liam ya había desviado la vista hacia una revista que estaba en la mesa frente a ellos.

Finalmente, fueron llamados por un médico que les ofreció una sonrisa cansada pero amable.

Entraron en la sala de consulta, donde el médico, después de un rápido saludo, comenzó a preguntar sobre sus síntomas y su historia médica.

Damon y Liam hablaron de sus dolencias: la fiebre persistente, el dolor de cabeza, la tos y el malestar general.

El doctor escuchó con atención, haciendo anotaciones en su cuaderno, hasta que, en un momento, se detuvo y los miró fijamente.

“¿Son ustedes... pareja?” preguntó, su tono cuidadoso, como si no quisiera presionarlos.

Damon sintió cómo su estómago se contraía ligeramente, pero decidió que no había nada que ocultar.

Estaban en el siglo veintiuno, y no tenía sentido negar lo que eran, especialmente cuando estaban buscando ayuda médica.

Abrió la boca para responder, pero antes de que pudiera decir algo, escuchó la voz de Liam.

ᡃ§ɧαʈʈeɽeᶑᡃ •°ᵈⁱᵃᵐ°• ⁅𝟭⃪𝗿⃪𝗮⃪ 𝗧⃪𝗘⃪𝗠⃪𝗣⃪𝗢⃪𝗥⃪𝗔⃪𝗗⃪𝗔⃪⁆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora