Cuando la espada del hombre con el que entrenaba falla una vez más y el propio espadachín se echa hacia atrás, respirando tan rápido que se ahoga con el aire, Souji da por terminado el combate.
Se retira, Kondo lo sigue durante el regreso a su hogar, y se separa de él poco después de llegar, dirigiéndose a sus propios deberes.
Okita desearía que ninguno de esos deberes fuera cocinar, pero tiene poca esperanza de que, mágicamente, aparezca algo que no sea la comida de Kondo y resignado, se abre camino hasta la habitación que Brunilda le ha dado.
La puerta se desliza con un sonido muy suave que corta el silencio de la estancia, apenas entra deja las espadas en el soporte estirando los brazos sobre su cabeza y soñando su cuello.
Esta sudando, exhausto en algunas articulaciones, pero sus músculos continúan picando, como si estuvieran llenos de una energía que era incapaz de botar.
Souji se desliza lentamente hacia el piso en el centro de la habitación, recibiendo el frío como una oportunidad de dejar atrás el calor. Se despoja de la parte superior de la ropa, su abdomen sin marcas al aire solitario de la habitación, y cuando por fin se acuesta por completo, un pajarito de color negro se cuela dentro del lugar.
La pequeña ave da un giro completo mientras casi roza las paredes, observando desde las alturas y luego desciende. Salta, alternando entre los alrededores de Okita y un poco más lejos, antes de caer gracilmente sobre el estómago espadachín.
Las patas rasguñan suavemente la piel suave del hombre, y el canto del ave suena entre las paredes con eco. Okita, mira al animal, directo a esos ojos oscuros y lo atrapa.
Sus dos manos se cierran sobre el cuerpo pequeño del ave, evitando que salga volando.
— Susanoo-dono espiar los entrenamientos humanos no es una manera digna de aprender el arte de la espada— Dice, la voz con un ligero toque de seriedad.
El pajarito lo mira fijamente, ojos negros que le atraviesan y no se atreve a gorjear siquiera. Unos segundos de silencio bastan...
Un sonido que Okita no quiere reconocer como huesos moviéndose de escucha haciendo eco en la habitación, y Susanoo sonríe. El dios reposa el rostro entre las manos del espadachín, cómodo entre el calor leve de las palmas del hombre y sonríe suavemente.
El enorme cuerpo de Susanoo esta todo sobre Okita, sostenido por sus codos y rodillas que se mantienen contra el piso levemente elevado, pero demasiado cerca. Las manos de Souji le acomodan el cabello y le aplastan las mejillas.
Por ese momento, con los dedos del otro sobre su cara, no habla, no busca una excusa, pero sonríe y sus ojos parecen tener cierta vergüenza.
— Si quieres aprender deberías retarme directamente.
Un pequeño brillo azul traspasa la pupila. Susanoo se separa, quitando su rostro con esfuerzo de entre las manos que lo cobijaban.
— Eso te emociona. — No lo pregunta, lo afirma y cuando Okita suelta una sonrisa, sabe que está en lo correcto. — Y a Onigo también.
El joven sonríe, encogiendo los hombros; Susanoo no puede evitar fijarse en los bordes duros de la clavícula y la mandíbula, antes de mirarle a los ojos.
— Si. Pero, es todavía más emocionante porque es contra tí.
— ¿Es porque quieres golpearme? — Susanoo suelta en un tono que envía señales mixtas y su mano se eleva hasta la mandíbula de Souji. — No sabía que era un blanco tan deseable para tí.
— Es parte de que eres un blanco bastante grande también. Donde apunte, puedo darte.
El dios suelta una risa, el sonido se escabulle y rebota contra las paredes antes de volver. Los ojos del espadachín están sobre él, en los suyos, y no puedo evitar desviar la cara para mirar más que solo la cara.
Las gotas de sudor, los contornos duros, los lugares donde una vez lo hirió.
Susanoo no tiene aire de un momento a otro, mirando como si estuviera hambre.
Los ojos del dios se deslizan suavemente desde el contorno de la mandíbula, la forma del cuello y cuando está llegado al pecho, desliza la mirada a la puerta.
El sonido de la puerta al correrse le llama la atención y Kondo suelta un sonido ahogado.
— Okita Souji. — Llama Kondo, apretando los labios. El tono de enojo reprimido hace que ambos tiemblen. — El almuerzo esta listo. 5 minutos.
Kondo mira fijamente a Susanoo, arrugando el ceño.
— Y tu tienes 5 segundos.
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Neko ga nekoronda: Es un juego de palabras japonés. Significa: El gato se acostó rodando en el suelo. Le puse ese título al cap porque Kondo los encuentra uno sobre otro jsjsjs.
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Love in... [One-shots]
RandomUn libro con la intención de escribir sobre todas las parejas posibles dentro del fandom de Shuumatsu no Valkyrie. [Peticiones cerradas temporalmente]