EL INCONSCIENTE

96 8 0
                                    

Ellos le decían hormona, aunque parecía una estrella del firmamento, que despedía una luz azulosa, y debía inundar cada cuadrante de capilares dentro de sus cuerpos, pero la luz estaba apagada y el organismo, embotado, cantaba sin ánimos el nombre de aquel cuerpo celeste, mucho más pequeño, incluso, que una partícula de polvo. Ellos le decían hormona o serotonina, dependiendo de qué tan trascendente fuera para el momento.

***

El primer encuentro del año 2004 entre Damián y Angélica se dio el jueves, 8 de enero, durante el inicio regular de las labores en The Place. Él padecía un resfriado común, sin embargo se presentó al trabajo para no aburrirse en casa viendo, desvelado, la granulosidad blanca del techo de su dormitorio. Agradeció que la ausencia de clientela implicara unos cuantos decibeles menos en el volumen de la música y que, por eso, los organismos estrafalarios que ocupaban temporalmente su cuerpo, estarían inhabilitados para provocarle explosiones neuronales, al menos esa noche.

Le tocó servir tragos en la barra, ante la que sólo había un hombre platicando mentalmente consigo mismo, que de tanto en tanto pedía un vaso doble de whisky con soda insípida. Estaba tranquilo —tranquilidad etílica—, al mismo tiempo que ebrio, aunque sin comportarse como uno de esos a los que se tenía que echar a patadas del local. Por cada trago que Damián le servía, le miraba a los ojos y comprendía la verdadera razón de su presencia en The Place: un fuerte despecho, tal vez una demanda de divorcio.

En un momento de la noche, inadvertido, mientras Damián secaba el mesón —mojado por el flujo de gotas condensadas en los bordes del recipientes para el hielo—, el hombre le habló: «¿Te han destrozado el corazón alguna vez, hijo?» Notó que él, aparte de tener un talento prodigioso para abstraerse en su tranquilidad etílica, también tenía un talento prodigioso para disimular la ebriedad, con hablares fluidos, con miradas hartas de concentración. Prestó atención a la pregunta, que no fue difícil de responder: «Sí, me lo han destrozado. No sé si sea más común de lo que creo, pero sí, he sido víctima reciente de ese mal.» «¿No crees que la gente debería ir presa por romper corazones? Mírame: estoy aquí, matándome el hígado, sin objetivos, derrotado y deseando el suicidio. Es como si los malos te incitaran a que te mates lentamente, cómo si te drenaran la sangre poco a poco hasta que... Hasta que...» Desistió de continuar su discurso y bebió el resto del whisky que le quedaba en el vaso. La alargada pausa intensificó la incidencia del hielo derretido en sus papilas gustativas, por lo que retorció los músculos de la cara en un mohín de asco. «No entiendo su situación, señor... —habló Damián—. Entiendo la mía, y sé que tengo el corazón roto. Sin embargo soy muy individualista como para sacrificarme en pro del placer enfermo de los otros. Perdóneme que se lo diga de esa forma, es que no creo que lo que usted está haciendo, envenenándose, se justifique.» «Tienes razón, hijo. La tienes... Sí, la tienes... Pásame un vaso con agua y la cuenta, por favor. ¿Hay una línea de taxis por aquí cerca?» «Sí, bajando por esta misma la calle, justo antes de llegar a la Avenida Francisco de Miranda.» La calculadora marcó doscientos mil bolívares. Bebió diez tragos de dieciocho mil bolívares cada uno, y a la suma total se le agregó el impuesto al valor agregado (el vaso de agua corrió por cuenta de la casa). El hombre dejó el dinero del pago más una propina de veinte mil bolívares para Damián.

Damián no solía hablar con los clientes, a pesar de que no estaba prohibido en los estatutos laborales de The Place, sólo no lo hacía por concepto de una ética heredada del propio comportamiento de su padre, que consistía en el servicio silencioso, más neutral, en términos bélicos. Pero le pareció que ese hombre necesitaba que le dijeran algo, como él mismo necesitaba palabras de otra voz, no consuelos, sólo palabras, como tótem y caer en cuenta de la densidad de su entorno.

LA CURADonde viven las historias. Descúbrelo ahora