14 | Nuevos comienzos

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Iris — Goo Goo Dolls

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Iris — Goo Goo Dolls

113 días antes de. San Francisco, California.

Un día primero de junio como pudo haber sido cualquier otro, Tapion se cuestionó los grandes cambios que había sufrido su vida en apenas un par de semanas

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Un día primero de junio como pudo haber sido cualquier otro, Tapion se cuestionó los grandes cambios que había sufrido su vida en apenas un par de semanas. Lo mucho que todo se había transformado, y al parecer seguiría mutando en el futuro cercano.

A pesar de haber discutido con sus padres y Minotia, en cuanto estos lo vieron salirse con todo y maletas de casa, no dió marcha atrás. Sintiéndose independiente por primera vez en años, aún a pesar de que todavía no estaba viviendo completamente solo, pero tenía libertad. Tanta que ni su madre pudo convencerlo, y el cielo sabía cuánto deseó recriminarles que era culpa suya el no haber conocido a su hijo desde nacer, pero no valía la pena.

Nunca valía la pena.

Llevaba una semana entera charlando con Minki cada noche a través del teléfono y al parecer el niño había logrado convencer a Shin de utilizarlo, porque siempre recibía sus llamadas después de cenar. Al principio Minki estuvo mostrándose un poco tímido, pero bastaron tres noches para que Tapion se diera cuenta de lo parlanchín que podía llegar a ser.

Hablaba más rápido y más agudo al emocionarse, volviendo a su tono vocal normal tras lo que parecía un mini estallido de felicidad. Le contaba todo tipo de cosas: de sus amigos, escuela y hasta de su poca familia, pues Shin lo había dejado hablar solito una vez y Minki le contó cómo era la relación con sus otros familiares.

Le dijo que no conocía mucho de sus abuelos, pero que su abuela Kylie era más amable pues hasta le había dado un besito en la frente el día en que se fueron de su casa. Su abuelo John nunca lo había siquiera mirado y eso lo ponía triste, pero se consolaba sabiendo que sus tíos y la familia de estos eran muy buenos con él. Decía que algún día, seguro su abuelo lo querría como él tanto esperaba, y que no veía la hora de conocer nuevas personas porque normalmente sólo eran él y su papá. Sólo ellos dos, solitos en una rutina.

Le contó que podía notar cuando su padre se estresaba por pagar las cuentas, que lo quería mucho porque él siempre estaba al pendiente de si tenía todos los útiles escolares, ropa linda y decente, sus uniformes, vacunas. Que la alacena estuviera llena con despensa. Que fuera feliz en casa y que nadie lo molestara en la escuela, aunque eso sí había pasado.

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