Capítulo III: Árboles

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POV Margkkav

Salí en cuanto Henry desapareció por el pasillo.

Antes de hacerlo, compartí una mirada con aquel hombre rubio de ojos amarillos. Era claro en su mirada que no le caía bien. No me importaba: él tampoco me caía bien. Los únicos humanos que respetaba eran Sergio y Henry, por su honor y compromiso. Pero aquel hombre simplemente no me dio un buen presentimiento desde la primera vez que lo vi, había sentido mucho recelo hacia mi persona.

Salí del castillo, sentí como los guardias externos se tensaron cuando pasé en medio de ellos; sonreí maquiavélico. Comencé a galopar y entonces si me tomó más tiempo cruzar los cuarenta kilómetros de la Pradera Central hasta llegar al límite del bosque, donde bajé el ritmo para no tropezar con las crecidas ramas y raíces que ya pude ver con claridad.

Era primavera, pero los árboles nunca habían crecido tanto y, además, había muchos más de lo normal. El bosque era más grande y frondoso que nunca. Me abrí paso entre las raíces que sobresalían del suelo y algunas ramas que se extendían fuera de sus follajes.

Nuestra aldea estaba adentrada al centro del bosque, condición que nos daba mucho control sobre nuestro territorio. Una vez pasada la "frontera" del bosque, llegué a un claro calmo y silencioso. Era una pradera en una vaga forma circular rodeada de árboles, con el cielo azul por encima y una charca de aguas claras al centro. Algunas veces nuestras crías llegaban hasta ahí a jugar en el agua, aunque en ese momento se encontraba vacío. Lo único audible era el viento removiendo los follajes de los árboles. Lo crucé entre respiraciones profundas que regularon el ritmo de mi corazón.

Cuando llegué al límite interno del bosque y apenas di un par de pasos, una figura centaura salió de entre los árboles y se me aproximó.

Era Vlárques. Tenía unos cinco centímetros más de altura que yo, y aunque mi complexión fuera más grande, él tenía músculos más definidos que relucían bajo su piel ligeramente más oscura que la mía. Era un lustro menor que yo, pero sus heridas lo hacían parecer mayor: una cicatriz le atravesaba la ceja izquierda y otra todo lo largo de la mejilla derecha. Cicatrices cortas y largas se esparcían por todo su torso, principalmente a sus costados. Su parte trasera tenía una cicatriz que recorría todo su lateral. Tuve un espasmo de dolor al recordar cómo se hizo la herida en la Batalla Triple.

No me detuve, él caminó a mi lado.

—¿Cómo va todo aquí? —pregunté sin mirarlo.

Me observó unos segundos y luego bufó.

—Sceréntius ha pasado toda la madrugada cuidando y consolando a las familias. —Sentí el desprecio en la primera palabra—. ¿Y allá?

Suspiré con irritación.

—Como ya me esperaba, no llegamos a ninguna solución.

—¿Alguien sabe que fue lo que pasó?

Negué con la cabeza y la agaché un momento.

—No, pero se apuntó casi unánimemente que el responsable es la Nada. —Alcé la vista.

—¿Estaba ahí la sombra? —cuestionó, juntando un poco las cejas.

—Si.

—¿Y no la juzgaron? —Alzó los hombros en un gesto de obviedad.

—Henry lo impidió. —Esquivé una serpiente que intentó morderme el tobillo.

Él negó bajando la mirada, sonriendo con sarcasmo y desprecio.

—Ese imbécil es más inepto que Sceréntius. —Pateó una roca.

Arctraytus 1: La Aventura de los Príncipes, el Misterio del Todo y la NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora