Capítulo V: Reuniones

21 5 3
                                    


POV Adal

Como príncipe, poco me podían cuestionar los cocineros cuando una vez cada dos semanas les pedía mucha comida "simple" (uvas, pan, queso, carnes frías) a horas tardías. Desde que tenía dieciocho años era una tradición ir a beber, comer y platicar con mis amigos.

Cargué con la cesta y los leños fuera del castillo, siendo recibido por la luz de la luna que iluminaba el cielo nocturno. Las brillantes estrellas del cielo despejado me acompañaron mientras crucé los campos de tiro y llegué al límite del bosque. Podría ir directamente al lago, pero me expondría a ser visto desde el castillo por alguien que no dudaría en contarle a mi padre.

Dejé los leños sobre el pasto. Contemplé la inmutable paz de la noche: los grillos que cantaban, las estrellas que brillaban, la luna resplandeciente, las copas de los árboles meciéndose levemente...

—¿Ya vas a salir? —pregunté al aire.

La quietud se mantuvo largos momentos, hasta que lo percibí. No escuché sus pasos, sino el rozar de su capa con el césped. Pasó a un lado y se paró frente a mí.

Kahlil era la réplica de su padre, Sergio.

Tenía el mismo tono de piel, el mismo color de cabello y, obviamente, los mismos ojos color miel, heredados de Sir Perceval. La diferencia con su padre era que usaba el cabello casi a ras de la cabeza, cuando su padre lo usaba corto, pero no tanto. También era más alto que su progenitor, quedándose a escasos siete centímetros de medir dos metros.

Sergio era el líder de la guardia real de mi padre y su hijo mi protector personal: un guardián que me seguía a cualquier lugar, en cualquier momento. Sin condiciones ni términos: él siempre estaba acompañándome. La mayor parte del tiempo lo hacia de forma oculta, con el objetivo de no "abrumar" al príncipe. Kahlil era mi mejor amigo desde la niñez, y en parte eso influyó en la descición de mi padre. Nuestra amistad perdió intensidad, pues nuestra relación dejó de ser extraoficial. Pero, aun así, cuando nadie miraba, lograba recuperar a mi mejor amigo.

Me miraba con seriedad, su expresión era neutral, impasible. A sus veintitrés años, era un hombre extremadamente fuerte, su espalda era más ancha que la mía. Vestía completamente de negro. La capa de su abrigo informal llegaba hasta el suelo y la capucha se mantenía en su espalda, encima de su espada corta. Llevaba un cinturón oculto debajo de la capa, donde tenía todo tipo de utensilios, cuchillas y quien sabe que otras cosas.

Me removí y señalé los leños.

—¿No me vas a ayudar?

Él se acercó hasta que nuestros rostros quedaron a un palmo de distancia. Para cualquiera, su persona y cercanía serian intimidantes. En especial si se sabía de lo que era capaz.

—Sabes que mi deber sería hacerte dar media vuelta. —Su tono era firme y determinado, pero calmo, sereno.

Bufé.

—Y tú sabes que también te mueres por dejar de seguirme saltando de un lado a otro y de relajarte. Por mirar las estrellas y beber con tus amigos. —Alcé las cejas—. ¿O no?

Pasaron unos segundo tensos, pero finalmente una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. Miró hacia abajo.

—Un día de estos tu padre me mandará ejecutar por condescendiente. —Levantó los leños.

—No le haría eso a Sergio. —Recogí la cesta de comida y comencé a adentrarme al bosque, con él a mi lado.

Me miró, aún sonriendo levemente.

—O sea que estás diciendo que solamente no lo haría por mi padre. —Su tono divertido comenzó a asomarse entre la seriedad y serenidad.

Lo empujé de hombro a hombro.

Arctraytus 1: La Aventura de los Príncipes, el Misterio del Todo y la NadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora