Decimotercer café

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Por primera vez en largas y arduas horas puedo cerrar mis ojos y respirar con tranquilidad. Johanna y yo hemos pasado unas 5 horas vistando cada hospital de Londres buscando a Harry, hasta que, según los registros, un chico con sus características ingresó unos 30 minutos después de la hora en la que el castaño habló conmigo al Hospital Central de Londres.

– No comprendo por qué no fuimos lo suficientemente inteligentes como para comenzar por aquí –Decía la abuela del castaño a mi lado, pasandose las manos por el cabello.

– No tengo ni idea –Respondo sinceramente– pero lo bueno es que lo encontramos.

La mujer comenzó a asentir frenéticamente, y me siento casi segura de que los nervios la carcomen por dentro tanto o más que a mí.





– ¿Familiares de Harry Styles?

Unas horas más tarde escucho una voz grave cerca mío y abro los ojos rápidamente, visualizando a un doctor de unos 40 años frente a nosotras. Veo como Johanna mueve los labios, pero no logro entender las palabras que salen de su boca, por lo que con un suspiro, me pongo de pie y anuncio: –Sí, somo nosotras. ¿Está bien?

La pregunta escapa de mis labios como una súplica, rogando por que el chico de rizos se encuentre bien y no con la mitad de los huesos del cuerpo rotos.

– Me siento honrado de ser quién les de la noticia –Sonríe el doctor–. Harry, si me permiten llamarlo por su nombre de pila, se encuentra en perfectas condiciones. Tuvimos que operarlo, ya que su brazo derecho se rompió, al igual que un par de costillas.

Sostengo la respiración en mi pecho, sintiéndome completamente culpable por el estado de mi amigo.

– Está un poco adolorido, pero dentro de unas semanas podrá irse.

Emocionada, con lágrimas en mi ojos, me lanzo a los brazos del doctor, rodeando su cuello en un fuerte abrazo de gratitud. El hombre ríe  y palmea mi espalda, diciendo que podemos pasar a verlo.

Estrecho una y mil veces la mano del hombre y dejo un par de besos en sus mejillas antes de partir hacia el cuarto piso, piso en el que Harry nos espera.





Por supuesto, dejo pasar a Johanna sola para darle un margen de privacidad con su nieto. La mujer sale de la habitación unos 40 minutos más tarde con los ojos lagrimosos pero una sonrisa en su rostro, y me anuncia que puedo pasar.

– Iré a por algo para comer –Murmura al pasar junto a mí. Asiento mientras empujo la puerta blanca.

Harry se encuentra recostado en una camilla blanca, mirando el techo. Sus rizos caen despeinados por toda la almohada; tiene un brazo enyesado y vendas en su rostro. Una máquina marca con molestos pitidos el ritmo de su corazón y otras pantallas marcan cosas que ignoro.

– Vaya, sinceramente pensé que te encontraría peor –Admito, acercándome y sentándome en una silla junto a él.

Al escuchar mi voz, voltea la cabeza y clava sus ojos en los míos. Tomo su -fría, helada- mano izquierda y acaricio su dorso con mis dedos.

– Pensé que mi abuela estaba sola, jamás te mencionó.

Agradezco internamente Johanna el margen de sorpresa que me permitió.

– Fui yo quién le avisó del accidente. Me preocupé mucho cuando la línea se cortó.

Harry sonríe a medias.

– Lamento el susto de muerte que debo de haberte dado, y también dejarte plantada esta mañana. Fui un imbécil.

– No, Harry, ni lo menciones. Fui yo la que no debería haberte distraído mientras conducías con mis fundamentos absurdos.

– Vi, tu fundamentos no son absurdos. En todo caso yo lo soy.

Río un poco y coloco su mano entre las mías.

– Me tenías preocupada. Tenía miedo de que tengas la mitad del cuerpo quebrado o algo así.

Sonrió. Y luego me dijo que me había extrañado mucho, y que me extrañaría mucho cuando vuelva a irme. Y no me fui hasta muy entradas las horas de la madrugada, cuando Harry estaba en un profundo sueño; y no me fui sin antes dejar un beso en su frente y susurrar un "Te extrañaré, Haz".











Nota: diganme si no son super cuties. En serio, los amo

¡Harry está bien!!!!! (Llora de la emoción) y le dijo a Vi que la extrañó, justo en los feels

Ily, gracias por leer y votar

Sofía.

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