Decimoquinto café

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-¡Vamos, Vi, apresúrate! -grita Harry nervioso mientras intento ponerle su sweater gris.

-Por el amor de Dios, Harry, ¡quédate quieto! Pareces un jodido niñito -me quejo intentado pasar su brazo enyesado por su manga correspondiente.

-¡Pero es que me duele!

-¡Ya te dije que lo siento, Haz, pero no puedo hacer nada para evitarlo!

-Sí puedes, no ponerme este jodido sweater.

-No es opción, afuera está helando.

-¡Vi!

-¡Haz!

La intensidad de las miradas que nos dedicamos el uno al otro producen una tensión bastante fuerte en el ambiente. Sin previo aviso, tiro de la manga hacia arriba, haciendo que quede perfectamente colocada sobre el bendito yeso.

Harry suelta un grito que se que sólo es un capricho, y yo lo mirp bastante satisfecha. -No fue tan malo, ¿verdad?

-Te he dicho unas cincuenta veces que no debes poner el sweater sobre el yeso -bufa, sentandose nuevamente en la cama e intentando alcanzar sus botas del suelo.

Niego con la cabeza divertida y tomo sus botas de gamuza.

-La manga es tres veces más grande que tu brazo, y hasta sobra un poco aún con el yeso puesto.

Se mantiene en silencio mientras le coloco las botas y luego le muestro su saco. Suspira, rendido, y me deja colocarlo sólo encima de sus hombros. Satisfecha, tomo su bolso y mis cosas y partimos fuera de la habitación.

Mientras caminamos hacia la entrada principal, siento sus dedos buscar los míos, para terminar entrelazando nuestras manos. Me tomo la libertad de recostar mi cabeza en su hombro sano y soltar un suspiro.

-Lamento comportarme como un bebé.

Su voz suena algo apagada por la fuerte lluvia que cae, pero aún así puedo escucharlo bien.

-Lo merezco -sonrío a medias, casi melancólicamente.

-No digas eso.

-Lo hago. Y, por favor, no tengamos esta discusión de nuevo.

-Vale, pero no es tu culpa.

Asiento sólo por el hecho de que estoy demasiado cansada como para seguir discutiendo. Cierro mis ojos, sintiendo el aire frío del exterior en mi rostro y el calor de su piel contra la mía.

(...)

-Johanna, eres la mejor cocinera que he conocido en mi vida -digo mientras entro a la cocina con los platos apilados sobre mis manos.

La mujer voltea a verme con una sonrisa. -Violet, cariño, no es necesario que hagas esto.

-No encuentro un mejor agradecimiento -replico con una sonrisa, dejando mi carga en un encimera y volviendo sobre mis pasos, dónde me encuentro a Harry.

Sus ojos están mucho más brillantes y una sonrisa se dibuja en sus labios mientras carga con una jarra de jugo.

-Ten cuidado con eso, Haz -advierto, quitándola de sus manos y llevándola al refrigerador.

-¡Pero yo quiero ayudar! -se queja como un niño pequeño.

-¡Tú deberías estar descansando!

Johanna y yo hablamos al unísono, logrando que el chico de rizos castaños se encoja en su lugar. Repito: parece un niño pequeño.

-¡Vale, vale! Pero tú vienes conmigo.

Y tomando mi mano, me arrastra escaleras arriba, encerrándonos en su habitación. Se recuesta en su cama y me invita a hacer lo mismo, quedando uno junto al otro mirando el techo.

-Creo que les agradas.

-Más de lo que esperaba -asiento.

Harry voltea a verme, examinando mi perfil.

-Gracias por esto.

Sonrío, volteando mi cabeza para encontrarme con sus profundos ojos.

-Es un placer, Harry, sobre todo si te hace feliz.

Y, arrastrándome un poco sobre el edredón, me acerco a él para acurrucarme en su pecho.

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