Último café

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Tres años después

Caminaba a paso apresurado entre el gentío que inundaba el aeropuerto. Bendito el momento en el que había prometido venir a buscarlo. Hacía calor y me sentía agobiada, el vestido playero que estaba utilizando no servía para nada para evitar que las gotas de transpiración caigan por mi nuca. Maldito calor, malditos aeropuertos llenos de gente, maldita transpiración.

-¡Violet! -gritó alguien entre la multitud. Su voz resonó por el lugar, algunas personas buscaron al propietario de aquella voz, otras simplemente siguieron con lo suyo.

No pude reprimir la carcajada que se formó en mi garganta. Unos minutos después logré ver un cartel con mi nombre escrito en él paseando entre la gente. Y entonces lo vi: traía una camisa con un estampado raro y los primeros botones desprendidos, y su cabello estaba por debajo de sus hombros. Había dejado totalmente atrás al hombre serio y conservador que solía ser.

-¡Harry! -chillé. Corrí a abrazarlo, a pesar del calor que hacía y de que estaba toda mojada por la maldita transpiración.

-Violet, cariño, tantos años sin verte -murmuró antes de besar mi cabello. Rodeó mis hombros con sólo uno de sus brazos y me guió fuera del edificio.

Volví a repasar su cuerpo con mi mirada de arriba abajo. Miré su rostro, estaba sonriente, al igual que yo.

-¿Qué le pasó al chico tímido y conservador que conocí en Londres? -solté, casi sin poder evitarlo.

Soltó una carcajada antes de hacer un gesto con su cabeza hacia su camisa. -¿Te refieres a esto? Estoy entrando en la etapa de escritor demente, cuando comienzo a aislarme, a temer a la sociedad y usar ropa rara.

Ambos nos carcajeamos por aquel comentario. Luego de tantos años sin verle, se sentía muy bien volver a estar juntos, aunque ahora no seamos más que amigos.

Sinceramente, hoy más que nunca creo que la decisión de separarnos fue la mejor que pudimos haber tomado, más allá de todo el dolor: hasta el día de hoy conservo un trabajo estable en la casa de arte y diseño más conocida de Roma; y Harry ya ha publicado dos libros, los cuales lo hicieron bastante conocido y solicitado entre el público juvenil. Y la realidad es, que aunque nos hayamos separado, seguimos en contacto hasta el día de hoy, en el que Harry finalmente se dignó a volver a la ciudad de nuestros sueños.

-Me gusta tu cabello así -comenté, observando como sus rulos caían sobre sus hombros como una cascada castaña.

-Gracias. Me gusta tu barriga así.

Solté una carcajada y él posó una mano en mi vientre. Sí, estaba embarazada de 5 meses ya.

-Imagino que seré el padrino -comentó con aire despreocupado, haciendo círculos en mi vientre con sus dedos.

-Harry, ya deja eso, la gente de mira raro -lo regañé entre risas. Él miró a su alrededor, a las personas que caminaban por las calles de Roma. Se encogió de hombros y siguió con lo suyo.

-Que sepan que mi ahijado está allí dentro.

-Será el niño más mimado del mundo -negué con la cabeza. La mirada de Harry se posó sobre mí, con un brillo especial en sus ojos.

-¿Niño?

-Ajá. Espero que seas un buen padrino y vengas a visitarlo más veces de las que viniste en los últimos años.

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