Jueves 9 de agosto de 2018
«... y entonces le dije que no. Pero me da un poco de cosa.» Leo el mensaje de Tamara «Me hubiera gustado tener un cliente más, hace rato que no consigo un trabajo grande. Pero me estaba dando muchas vueltas, era medio maleducado».
Tuvo un mal rato con un casi cliente.
Levanto la vista de la pantalla del teléfono y lo veo a Tomás encarando para golpear la bola de billar. Ninguno de los dos sabemos jugar al pool, solamente estamos improvisando.
El lugar en el que estamos es una mierda.
Se suponía que íbamos a salir a despejarnos después de los días complicados que tuvimos en el trabajo, pero el billar al que vinimos debe ser el peor de la zona... O del mundo.
A mi izquierda hay una chica de unos diecinueve años, embarazadísima, que no deja de tomar cerveza desde que llegamos; de vez en cuando, su acompañante que es un hombre que la dobla en edad, la manosea de formas que no deberían ser legales. Ambos están fumando.
Frente a nosotros, en las mesas de la zona del bar, hay una mujer muy desalineada masturbando a un tipo. Supongo que creen que son disimulados.
—¿Yo a cuál le tenía que pegar? —pregunta Tomás después de darle a cualquier bocha. Ninguna entra. Él sorbe de su vaso de cerveza.
—No me acuerdo —admito.
Vuelvo la vista al celular y le escribo la respuesta.
«No des bola a esa gente. Nosotros también lidiamos con boludos asi en el laburo. Mejor perderlos que encontrarlos.»
Me acomodo y le pego a la blanca que, a su vez, le pega a una verde que hay por ahí y la hace entrar. De ojete. Ni siquiera sé si la tenía que meter.
Reviso mis bolsillos y saco un cigarrillo.
—¿Tenés fuego, Tomi? —pregunto poniéndome el cigarro en la boca.
Tomás me revolea un encendedor, lo atrapo en el aire y enciendo el cigarrillo. Le devuelvo el encendedor. Aunque debería quedármelo en compensación por todos los que él me choreó.
«Sí, pero estoy segura de que te va a gustar el que te pinté a vos. Mañana cuando te lo dé me das tu opinión honesta. No me digas que está bien solamente para hacerme sentir bien eh.» me envía Tami.
«Debe estar buenísimo» Le contesto. Vuelvo a guardar el celular en el bolsillo y sigo con mi juego.
Recibo otro mensaje y cuando reviso, noto que no es de Tamara esta vez, es de Angi. Me recuerda que dejamos unas tintas en su casa y que debería pasar a buscarlas.
Toco el timbre y guardo las manos en los bolsillos. El aire de la noche está frío y se están juntando nubes de tormenta, de a poco, en el cielo nocturno.
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De tinta y caramelos
Novela JuvenilDamián huyó de su pasado hace rato y no tiene intención de volver. Ese mensaje brillando en la pantalla de su celular solamente es un vil recordatorio de una vida perdida. Tamara tiene tantas cosas en la cabeza que no encuentra un momento de respir...