Capítulo 02.

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Narra Micaela.

(no me pidan líneas temporales porque me voy a pasar todo un poco por el culo y las fechas de las imaginan saben? Gracias ahre irrespetuosa la escritora. Mentira las amo chau)

—Boludo, me vas a hacer caer si seguís así, cortala, insoportable de mierda. —Le reclame a Patricio que me hacía una trabada en los pies tras otra y en la última me tuve que agarrar de Florencia para no caerme.

Me tenía cansada ya, no me había dejado escuchar nada del recorrido, la profesora ya nos había retado y todo era por su culpa. Estábamos en el cementerio de Recoleta, encima me interesaba una banda saber de estas cosas. Se me había ocurrido una maldad pero era pasarme mil pueblos, pero es que me tenía harta, a ver si así se cura.
La primer tumba que vi abierta lo llame.

—Boludo, puede ser que me tengas ganas o que te pasa conmigo. —le dije en reclamo y él cayó como un boludo.

—Que te voy a tener ganas a vos, boludita. —y me dio un cachetazo despacio mientras se reía.— Vos me tenes ganas a mi que es distinto.

—Puede ser igual... —me acerque y en la primera que pude lo empujé adentro, cerré la puerta y me fui corriendo uniéndome al grupo.

—¿Qué hiciste, boluda? —me pregunto Mia riéndose por lo bajo.

—Encerré a Pato en una de esas tumbas abandonas. —Flor se tapó la boca y Mia se rió negando.

—¿Se puede saber de que se ríen tanto? ¿Y Sardelli? —preguntó la profesora ya harta.— ¿Alguien sabe donde se metió?

—Estoy acá. —Pato se acercaba corriendo con su peor cara al grupo.— Gutiérrez me encerró, eso pasa.

—¿Enserio, Micaela? —lo mire a él con cara de orto y desvió la mirada enojado. Asentí mirando a la profesora.— Vengan los dos, van a continuar el recorrido al lado mío y en el colegio vamos a charlar seriamente.

Así seguimos la excursión. Los dos retados y caminando al lado de la profesora. La vuelta fue igual, estábamos los dos en silencio y, para mi sorpresa, no me volvió a golpear él respaldar del asiento. Bajamos en un Mc Donald a comprar para llevarnos conmida para la vuelta, al subir vi que no se había bajado así que me anime a hablarle.

—¿Que te pasa? —quise llamar su atención arrodillándome en mi asiento y mirándolo por encima del desoldar.

—Nada, no me jodas.

—¿Justamente vos me vas a pedir eso? Que me venis jodiendo en todos estos años que venimos yendo juntos al colegio, no me hagas reír.

—Te dije que no me jodas, Micaela, no estoy de humor. Tómatelas.

—Bueh, tampoco para tanto, Patricio, vos me venis jodiendo un montón, casi me haces caer, me tiraste la cámara de fotos al piso, me escondiste la mochila y la plata también... —iba a seguir hablando pero se había parado poniendo cara a cara conmigo.

—Tengo claustrofobia, que me hayas hecho eso es un montón a comparación de las pelotudeces que te hago yo ¿queres que te deje de joder? Listo, lo hago, lo lograste. No me hables más ahora. Dejame en paz. —se volvió a sentar cruzado de brazo y yo me di vuelta para sentarme bien poniendo los ojos en blanco.

¿Que mierda iba a saber yo que era claustrofóbico? Es un estúpido, una cosa no quita la otra; si él no se hubiera pasado todo el día molestándome no nos hubieran retado y tampoco le hubiera hecho eso. Tal vez me pase un poco pero que nadie me venga a juzgar o decir algo porque pasen más de la mitad d e su vida con este pavo a que les tire el pelo, amague con cortárselos, les esconda las cosas en el salón, les tire papelitos, las deje encerradas en el salón, las asuste, les robe el agua para tomarse mas de la mitad o les agarre lo que se compraron en el recreo sin permiso; era insufrible ya. Al fin de cuentas logré lo que quería si me ponía a pensar un ratito: que me deje en paz.

Los días pasaban, y realmente Patricio cambió su actitud conmigo, no me molestaba, y mucho menos me miraba. No se por qué eso me jodía, pero no le di mucha bola al respecto. Estábamos casi a fin de año y las vacaciones estaban a la vuelta de la esquina, tenía que concentrarme en estudiar y no llevarme ninguna. Salvo por historia... la profesora había decidido que Patricio y yo hagamos una exposición sobre el cementerio de recoleta y su importancia cultural ya que nos la pasamos boludeando en el paseo; si no lo hacíamos nos la llevábamos a diciembre. Pese a nuestras quejas nos dijo que la exposición era excluyente así que no me quedaba otra.

—Bueno, nos juntamos en mi casa o la tuya.

Me hablo por primera vez después de no sé cuánto.

—Vamos para casa, ahí mi viejo tiene unos libros que nos van a poder ayudar. —Asintió y se fue a su lugar. Por instinto me hice hacía un costado porque cada vez que pasaba al lado mío me clavaba los dedos en las costillas, pero nada.

[...]

El día de rendir había llegado y ya estábamos a cinco minutos de exponer y Patricio no aparecía. Habíamos intentado coincidir en algunas cosas pero por pe o por pa siempre terminábamos peleando. Que si yo tenía la parte más fácil y corta, que él tenía palabras más difíciles y si los cambiábamos me decía que lo subestimaba, que él iba a poder. Ya no lo entendía así que le dije que reparta el las partes y listo. La profesora estaba por llamarnos así que tuve que ponerme a dar la clase yo sola. Con la vergüenza que conlleva exponer el grupo ni les cuento lo que sentí estando ahí parada, sin un hilo que siga la charla porque faltaban las partes de Patricio. Me puse muy nerviosa al final y termine diciendo cualquier fecha y quedándome en silencio varios segundos. La di por finalizada y la profesora me dijo que iba a charlar conmigo al final de la hora. Saque la cartulina del pizarrón y la pegue donde me había indicado la profesora. Me senté en mi lugar cruzada de brazos ignorando a mis amigas completamente. Estaba enojada.

—Tranquila, Mi...

—Tranquila las bolas, voy a llevarme esto por culpa del otro idiota que no vino. Así que no me hablen.

Bardelli | Patricio SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora