Capítulo 09.

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La noche de sábado se sentía especial. Micaela estaba llegando a su camerino. Lo compartía justamente con Melina, quien bailaba un número antes que ella, así que estaba contenta. Le parecía súper profesional, delicada y buena en su trabajo, solo que bastante estructurada. Y Mica era organizada, más no estricta consigo misma. Ya lo había sufrido en un pasado y se había retado por no dedicarse a disfrutar más de lo que hacía por pecar de perfeccionista. Pero a los golpes duros se aprende en la vida, de los errores, de caídas fuertes que dejan marcas. Como cuando se desmayo después de exigirse con la comida, como cuando vomito porque se equivoco una sola vez en algo imperceptible, como cuando se peleó con una profesora casi a muerte y se tuvo que destituir del curso que estaba haciendo. Como cuando casi queda sin trabajo por estar en pareja con alguien que suponía que su jefe le tenía ganas y fue a hacer escándalos a su lugar de trabajo. Cuando midiendo un metro setenta pesaba cuarenta y cinco kilos... su vida había llegado muy bajo en muchos aspectos y desde entonces aprendió la lección. A duras penas llegó a donde estaba, y no iba a arruinarse la vida por querer ser más que los demás o por querer lograr la perfección. Eso es imposible en un mundo donde nadie comparte mismos pensamientos absolutos. Lo que para ella puede ser hermoso, para alguien más es burdo y absurdo. Lo que para ella puede ser exquisito para alguien más puede ser insulso y vacío. Entonces prefirió dejar que su alma y cuerpo sean uno en sí, que sean libre su felices a su modo, como quisieran expresarse.

Inmersa en sus pensamientos entró al camerino mientras se sacaba los auriculares y miraba dentro d e su bolso hasta que alzó la vista y encontró a Melina con un chico a los besos.

—Ay... perdón. —musitó volviendo a salir rápidamente.

Siguió acomodando algunas cosas y en cinco segundos la puerta volvió a abrirse dejando a la vista a un chico que parecía ser de la banda, no lo miro ni a los ojos, solo de espaldas. Medito acerca de si entrar o no, pero tenía que y no era momento de perder el tiempo.

Narra Micaela.

Entre y la salude con la cabeza nomas. Hice de cuenta que no había entrado, que no había visto nada y ella igual, por lo visto era algo que nos convenía a ambas.

Sol llego a darme las indicaciones para poder ponerme el vestuario y al momento llego Paz, que se encargaba de maquillarnos a ambas. Estábamos escuchando música hasta que empezó a sonar Airbag y Paz hablo.

—Ahora que me acuerdo, che... ¿como van las cosas con Pato, Meli?

Yo me ahogue con la saliva, estaba comiendo un caramelo de miel y casi me atoro, tres pares de ojos se clavaron en mi que estaba prendida fuego de lo roja que me puse.

—¿Estás bien? —habló la rubia.

Como pude hice un ademán con mis manos de que estaba todo bien dando a entender que estaba todo bien, mientras Melina me seguía cuestionando con la mirada. Como si hubiera descubierto algo.

—Necesito salir un segundo. —pedí mientras agarraba la bata que me correspondía.

—Dale, en cinco minutos te maquillo a vos, así que anda tranquila. —me dijo Paz brindándome tranquilidad y acariciando mi hombro. Sol salió conmigo.

Camine de un lado a otro bajo la mirada atenta de mi compañera. La mira poniendo mis manos en mi cintura.

—¿Estás segura que estás bien? —pregunto poco convencida y negué.— ¿Que pasó? —volví a negar.

—No creo que sea momento de charlarlo, me pueden escuchar, pero después te explico bien, ahora quiero respirar un poco.

—¿Sos fan de airbag? —la mire entre sorprendida y dudosa.— Es que justo cuando preguntaron por el novio de Meli te ahogaste. Patricio está saliendo con ella hace un tiempo. —y ahí tuve, sin buscar, mi respuesta.

—Claro, es eso... pero nomas me sorprendió un poco, me ahogué porque estaba boludeando con el caramelo. —me incorpore enderezando la espalda, girando mis hombros y moviendo mi cuello.— Ya estoy, vamos.

Cuando volví a entrar tenía la mirada de la rubia penetrándome las entrañas. Si pudiera me apuñalaria, y lo podría confirmar. La encontré in fragantti, y estoy más que segura de que algo sospechaba por mi reacción de hace un momento. Pero no tenían ningún tipo de prueba, a no ser que hayan ido a la escuela con nosotros lo que es muy fácil de confirmar que no es así.

—¿Pasa algo? —me atreví a preguntarle después de ponerme los zapatos y acomodando mi cola de caballo hacia atrás.

—Vos no viste nada... yo me entero de que hablas y te hundo. —amenazo sin titubear una sola palabra.

La miré sorprendida, levantando una ceja y solté una risa aireada.—Vos tranquila que tengo cosas más importantes que hacer que meterme en tu vida, querida. —me paré poniéndome en frente de ella.— No hay algo que me interese menos, así que vos ocupate de tus cosas que yo me encargo de lo mío. —le sonreí achicando los ojos y pasando por la puerta.

Solté el aire que tenía acumulado en el pecho. Lo único que me faltaba, una tarada que me diga que hacer y que no hacer. Como si me importara que le dejen el tuje como una flor algún músico o bailarín, lo que sea, que se manejen entre ellos. Obvio me dolía por Patricio, pero era algo en lo que no me incumbía, no me convenía y tampoco conocía su relación como para poner las manos en el fuego por alguien que hace muchísimo tiempo no veo.

—¿Estás bien? Ya llegó la gente. —me llamo Juli con la mano para que me asome y vea al público. Estaba repleto y el pecho se me llenó de orgullo y emoción.

—Está lleno, me encanta. —exclame con sorpresa, la gente estaba de gala, señoras súper coquetas, finas, divinas.

Escanee las primeras filas y algunos palcos que podía distinguir alguna que otra sombra. Entrecerré mis ojos cuando vi a Flor con un chico en uno de los palcos y los vi charlando con otro chico...

—Ya arranca, vamos.

Aparte mi mirada extrañada por no poder ver bien con quien hablaba mi amiga y seguí a mi compañero a nuestros puestos. Habían seis bailes antes del final que era el que nos tocaba. Eran dos horas de show. Las piezas originales habían sido modificadas para que duren un poco más y completar los tiempos además de los discursos y homenajes que se hacían.

Antes de nuestra presentación les tocaba a Melina y su compañero, quien pude distinguir como el chico con el que se estaba besando, y me comí una mirada amenazante de aquellas que respondí con una sonrisa cínica y un aplauso irónico antes de que pise el escenario.

—¿Que pasó ahí? —pregunto mi compañero divertido.

—Es una pelotuda... esta de novia y se curte al bailarín. —escrute sin filtro alguno ganándome una mirada de sorpresa de Julián.— Encima tuvo el tupé de amenazarme que no ande diciendo y contando, que se piensa que es. —bufé cruzándome de brazos.

—No es la primera vez que lo hace igual... ya trabaje con ella otras veces.

—No me digas...

—Fue una sola vez hasta que me di cuenta que era insoportable. —se encogió de brazos y se rió con nerviosismo en cuanto volví a bufar y revolear los ojos.— Aparte tampoco quería quilombos con el novio. En ese entonces se estaban conociendo, pero por lo visto el perro pierde el pelo...

—... pero no las mañas. —concluí mirando el baile que ya estaba por terminar.

Nos tocaba a nosotros así que nos pusimos a calentar un poco.

Y para el número final... tenemos a una de nuestras bailarinas estrellas, conocidísima, es un talento inexplicable. Colaboró en varias obras allá, y se ocupó de divulgar nuestra danza tradicional en cada rincón del mundo...hizo toda su carrera en el exterior pero quería volver...

Y vaya que lo hizo a lo grande, es un placer gigante para nosotros ser quienes le den la bienvenida a semejante bailarina. Un fuerte aplauso para MicaelaMiglioranza y Julián Di Stefano.

Nos miramos con mi compañero, agarrados de la mano y ocupamos nuestros puestos esperando la indicación del director. Esta noche era mia, y me iba a ocupar de brillar más de lo que ya lo hacía, me iba a lucir y me iba a pasar las indicaciones de cierta rubia atorranta por las extremidades.

Bardelli | Patricio SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora