Capítulo 03.

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El verano fue asombroso, con las chicas habíamos logrado que nuestras familias coincidieran para ir todas juntas de vacaciones a Mar del Tuyú. Aunque éramos muy chicas para salir a boliches, paseábamos solas por la peatonal hasta que volvíamos al hotel cansadas y los días eran en la playa: mi lugar en el mundo.

Con mi familia éramos muy unidos. Mi mamá era ama de casa y mi papá era escritor, nos iba muy bien y no tenía nada que envidiarle a nadie. Hemos pasado un momento muy tenso hace unos años. A mi mamá le habían diagnosticado depresión. Todavía no quiere charlar conmigo al respecto, según ella soy muy chica al tener quince años, y no quería cargarme con esa energía, pero que algún día, cuando sea más grande; va a poder explicarme y tal vez en ello pueda hallar algún tipo de enseñanza. Mi papá la ayudaba y la apoyaba lo más que podía, pero varias veces se iba temporadas a promocionar sus obras y a dar conferencias. Era un hombre muy reconocido en el ámbito, hablaba sobre psicología, algo así como Gabriel Rolón, pero más dirigido al psicoanálisis, y al inconsciente, algo así me había dicho. No tenía hermanos y eso era algo que, a veces, odiaba mucho porque no tenía con quien compartir varias de mis cosas, siempre soñé con tener una hermana mayor o algo de eso y nada. Me crié bastante sola y un poco recelosa con mis cosas al no tener que compartir en mi vida cotidiana nada en lo absoluto.

De mis demás compañeros tenía muy pocas noticias, y la verdad es que poco me interesaba. Me volví a cruzar con Patricio cuando fuimos a rendir juntos historia por su culpa y no le quise dirigir la palabra pese a que intento explicarme por qué no había ido y que se yo que excusas más, me negaba a escucharlo. Habíamos trabajado muy duro para que quede bien y al final de nada sirvió por su irresponsabilidad algo que, por lo visto, no iba a cambiar nunca.

[...]

El último año llegaba y también la ausencia de Patricio era muy notoria, su grupito de amigos se había ido con ellos a una gira chiquita que tenían y era hermosa la calma que se sentía en el salón.

—¿enserio te lo tranzaste al Joni? que asco amiga. —me decía Mia entre carcajadas.

—Ay, estábamos en pedo y fue una prenda en Bariloche, y lo que pasa en Bariloche ahí se queda, así que cerra el orto. —le respondí riéndome igualmente.

El viaje de egresado a había sido el evento canónico de todo el salón, había sido un despiole tremendo. Todos habían estado con todos, menos yo, yo no quería estar con nadie de ese salón que no podías armar uno entre todos los varones. Lo de Joni fue porque estábamos jugando verdad o reto y se dio y listo. En mi vida estaría con ese que es un idiota igual que su amigo Patricio. Gracias al cielo no me lo volví a cruzar.

Estábamos en plena discusión. La graduación era en dos semanas y teníamos que elegir con quien entrábamos y el tema era que los chicos no querían combinar sus corbatas con el vestido de la chica que acompañen.

—Yo no me pienso poner una corbata rosa, amigo, alto trolo de mierda.

—Ay, no seas guarango. No vas a ser menos hombre por usar rosa. Dios, no se puede hablar nada con ustedes. Son unos simios.

Y de nuevo el bullicio que hacía que la cabeza me estalle.

—Bueno, eu. Basta, loco. Hagan lo que quieran, pero elíjanse de una vez o vamos a sorteo y listo.

Hicimos el sorteo y a mi me toco entrar con Joni, diría que desafortunadamente pero los pibes hicieron e hicieron hasta que salió conmigo. Pero dentro de todo nos llevábamos un poco bien. Es bien que era medio idiota en el colegio pero algo se podía charlar con el.

[...]

El día de la graduación llegaba y mi día empezaba de temprano para poder ir a hacerme las uñas con mi tía que era una manicurista muy reconocida en la ciudad. ¿Sabían que ella depilaba a la Chechu Bonelli? Es un logro del que nunca alardea pero se sabe de alguna forma. Llegue y como siempre nos recibió con mucho amor, me atendió y mis uñas quedaron hermosas. Lo siguiente fue ir a la peluquería y nomas me hice algunas ondas para cambiar un poco, mi pelo era demasiado lacio y no había forma de darle aún tipo de movimiento y solo quería eso y medio recogido para que el pelo no me moleste en la cara.
Faltaban tres horas para que la combi pase a buscarnos. Con Mia y Flor nos hicimos el vestido en la misma modista así que nos íbamos a cambiar ahí y maquillar con la misma chica. Estábamos cambiándonos hasta que escuché un comentario de Mia.

—Me dijo Rafa que va a estar Pato, es un invitado de los chicos, así que seguro esté ahí con los hermanos. Según dijeron iban a tocar algo, no sé muy bien.

—¿Va a estar Patricio? Que manera de joderme la noche, la puta madre. —dije yo desde el cambiador.

—Ay, que exagerada. Ya pasaron como cincuenta años, amiga, soltale el brazo. —dijo Mia entre risas y puse los ojos en blanco.

Salí del cambiador y mis amigas me miraron embobadas.

—Yo creo que alguien se te va a declarar hoy, mira lo que sos. Y yo que te decía que no te elijas el color negro, menos mal que no me diste ni cinco de pelota porque te queda espectacular. Me encanta, boluda.

—Yo tampoco estaba muy de acuerdo con el color, pero la verdad discúlpame, hija, por dudar de tus gustos

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—Yo tampoco estaba muy de acuerdo con el color, pero la verdad discúlpame, hija, por dudar de tus gustos. Estás muy hermosa. —acotó mi mamá un poco emocionada y yo fui a abrazarla fuerte.

—No me hagas llorar que se me arruina el maquillaje. —le dije jodiendola y haciendo que se ría conmigo.

No experimentaba ansiedad, no obstante, desde que tuve conocimiento de quién iba a estar en ese lugar, mis sentidos se intensificaron y experimentaron una alerta constante, imaginando numerosas situaciones en las que el tarado pudiera ponerme en vergüenza mediante sus jodas y chistes. Estábamos más grandes y esperaba con todas las ganas del mundo que su mentalidad de pibe molesto se haya ido y haya madurado al respecto.

Bardelli | Patricio SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora