Capitulo 04.

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—Así que Joni ¿eh?

Estaba saliendo del baño cuando fui interceptada por Patricio. Puse los ojos en blanco, no estaría comprendiendo la pregunta.

—Así que Guillermina.

Retruque, obviamente todos nos enteramos que estuvieron, o según ella están, juntos. Él se rió y chasqueó la lengua.

—Naah, fue algo así nomas lo de Guille, está todo bien.

—Bueno, eso no es lo que dice ella. Aparte ¿qué te jode a vos Joni? —y me crucé de brazos en frente de él.

—¿qué te jode a vos Guillermina? —imitó mi acción, puse los ojos en blanco y seguí caminando después de empujarlo a un costado, él se seguía riendo.

La noche se pasó rápido, no quería que se terminara más. La habíamos planeado tanto, habíamos craneado cada idea que tuvimos y nos daba risa como cada cosa que planeamos no salió como lo esperábamos. Nos habíamos peleado hasta con la dueña del salón y los pibes en venganza le habían vaciado todos los tachos de basura del baño en el piso de sus baños, era todo un descontrol. En un momento el carnaval se había descontrolado y estábamos todo el mundo tirándonos espuma hasta que alguien me lleno el pelo con ese líquido de mierda, cuando me di vuelta era Patricio, yo me reí y empecé a seguirlo hasta tirarle en el pelo y, por accidente en los ojos.

—Ay, no, perdón, perdón, perdón. —deje la lata que ya estaba vacía a un lado y me acerqué a ayudarlo saliendo afuera del salón.— ¿estás bien? ¿queres que traiga agua?

Él se seguí quejando, o era medio raro, porque estaba entre las quejas y la risa y no se le entendía nada de lo que me decía porque estaba inclinado hacia abajo y yo trataba de entenderlo pero entre todo esto estábamos ambos con alcohol en sangre. Termine riéndome con él y los ruidos que hacía y también por su risa. Porque estaba bien no soportar a Patricio y sus jodas pero si había algo que era imposible de negar es que tenía una risa muy divertida.

—No, hija de puta, me hiciste mierda. —dijo aún riéndose y yo sonreí algo apenada.

—Bueno, te la quise devolver de los quince hielitos que me fuiste metiendo en toda la noche por la espalda, forro. —levantó su dedo índice señalándome.

—Ay... tenes razon, medio me lo merezco. —se incorporó apretando sus ojos varias veces.— Como te asustaste, ¿eh? Al final no me odias tanto.

—Ya volvió el denso, ¿como no me voy a preocupar, boludo? Casi te pones a llorar, boludito.

—Cállate, pava, ¿como no voy a llorar si me tiraste un chorro de espuma en el ojo? ¿Sos o te haces? —puse los ojos en blanco cuando se incorporó y me miró levantando sus cejas. Tenía los ojos rojisimos, la puta madre.

—Bueno, perdón. No fue queriendo, vos también me tiraste en la boca.

—Y si tenes una boca re grande, ¿qué culpa tengo yo? Cerrala.

—Cállate, estúpido. No tengo la boca grande.

—Si, cuando sonreís parece que tenes mil dientes demás.

—Ah bueh, ¿me miraste un poco?

—Ni ahí, boludita.

—No parece. ¿Ya estás mejor? —asintió.— Listo, me voy adentro de nuevo. Chau.

—Naah, eu... no te enojes, ya fue. —me agarró del brazo y yo me di vuelta levantando las cejas. Me soltó casi de inmediato.— Ya estamos grandes, si te jodo es porque me caes bien. No es algo personal con vos, enserio. Perdón, si una de todos mis jodas te hizo sentir mal en algún momento. Pero nada fue con saña o mala intención.

—No te creo nada. Mira, yo también creo que ya no somos los boludos de antes y que crecimos. Pero vos seguís siendo el mismo Pato de siempre.

—¿Qué te hace creer eso? Vos no tenes idea de las cosas que estuve viviendo. ¿O Joni te estuvo contando?

—Ves, seguís siendo el mismo boludo. Deja, no tenes remedio.

—Dale, no seas boluda. Es una joda. Ya se que no tenes nada con Joni, yo te jodo.

—Bueno, pero ¿sabes qué pasa? No se cuando tomarte enserio. Tipo... siempre salís con alguna pavada, o chiste que la verdad a mi no me causan nada de gracia.

—Convengamos que vos siempre me retrucas con el triple. Como cuando me encerraste en una tumba. —y ahí se hizo un silencio incómodo, no porque me haya enojado sino porque tenía razón y yo era muy orgullosa como para dársela.

—Eso por joderme todos los años que nos conocemos, creo que te devolví todo de una, me parece a mi.

—Eso es porque vos crees que me conoces pero no tenias ni idea de que yo sufrí de claustrofobia.

—Bueno, qué sabía yo. —concluí cruzándome de brazos.

—Nunca pedir perdón vos, ¿eh?

—¿Yo? ¿Pedirte perdón a vos? ¿Vos cuando me pediste perdón a mi por todas tus jodas insoportables? Boludo, me dejaste en banda para rendir y culpa tuya me lleve esa materia del orto.

—Aah, viene por ahí la cosa.

—¿Que cosa, boludo? Eso ya no era una joda, era algo importante para mi.

—Ay, perdón, la nena diez no se podía llevar una materia. —me hizo burla.

—No, no es por eso. Si me la llevo por mi culpa buenísimo, pero fue tu culpa, forro.

—Eh, ch, te estás zarpando.

—Dios, nunca vas a dejar de ser un idiota. Me cansaste.

—Faaaa, no se te puede decir nada al final. A ver, dale... vamos a charlar enserio ¿Como te va con el baile?

—Que te importa.

—Bue, deja de estar a la defensiva un segundo, Micaela, déjate de joder. Dale, contame.

Puse los ojos en blanco y descruce mis brazos mientras suspiraba.— Bien, me gane la beca y tengo que irme a Estados Unidos para enero.

—No, buenísimo, boluda. Felicidades. —hice una expresión de sorpresa.— Te va a ir re bien, siempre te gusto bailar.

—Muchas gracias, si... es lo único que espero que salga bien.

—Si seguís como la vas a romper toda, enserio, Mica.

Asentí una sola vez y sonreí sin mostrar los dientes hasta que Flor apareció llamándonos que ya íbamos a hacer el brindis para irnos. Volví mi mirada a Pato y nos levantamos para ir hasta adentro.

—También te va a ir bien con tu banda, los escuchamos en algunos cumpleaños y suenan muy bien. Enserio, Pato... la van a romper. —Respondí más por una cuestión de no quedar como una forra. La verdad es que iba a costar que a ambos nos vaya bien. Pero creo que ambos éramos muy persistentes y apasionados por lo que nos gustaba.

El brindis de cierre fue algo emotivo, terminé llorando, el grupo entero se abrazó y saludó como si nos hubiéramos llevado de lo más bien en toda la secundaria y la verdad era completamente distinta pero me aliviaba saber que si quería no los vería nunca más, salvo por mis amigas.

Bardelli | Patricio SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora