Capitulo 11.

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El día había llegado. Iba a ir a ver Airbag por primera vez en mi vida. Escucharlos en vivo me generaba unas altas expectativas difíciles de manejar. Suspire por milésima vez mirándome al espejo. ¿Qué corno se pone la gente para ir a recitales así? Decidí agarrar mi celular y llamar a Flor una hora antes del horario que habíamos previsto que me busquen. Mire a mí al rededor, el caos era absoluto. Como si una bomba nuclear de ropa y cosas de la casa hubiera estallado en el cuarto.

—Amiga, ¿qué pasa? —respondió la rubia del otro lado.

—No sé qué ponerme, estoy en crisis.

—Ahí voy, estamos más cerquita ahora. Estate atenta. Pásame el timbre.

—Gracias, te amo. Es el segundo B. Te espero.

En la semana me había mudado a mi departamento nuevo, un segundo piso, en donde la cocina, comedor y living se extendían a lo largo dando más espacio al ambiente y a la izquierda de todo estaba el pasillo donde se encontraban dos cuartos y el baño al final. Lo suficientemente grande como para acomodar todo mi desorden y los cinco muebles que tenía en ese entonces. Volví al comedor desesperada intentando mostrar algo de orden, pero era en vano, no había manera de esconder las cajas y todo lo que había usado en los diez minutos que iba a tardar Flor en venir. Me tire al sillón, echando la cabeza para atrás, aturdida por todo lo que estaba por venir. Y aunque en mi ser no existía un ápice de esperanza que me asegurara que nos íbamos a reencontrar, algo en mi interior me aseguraba que se avecinaba una situación que no iba a saber controlar. Miré la hora en mi teléfono y lo volví a dejar a mi costado.

Suspire por enésima vez, buscando algo de que me calmara, pero no había forma de que mi corazón entendiera que no estábamos en ninguna situación de peligro o persecución para estar bombeando de tal manera que hacía que la cabeza me dé vueltas. Cerré los ojos con fuerza y medité, como si sirviera de algo hacerlo.

El timbre me hizo salir disparada del sillón, buscar las llaves y bajar rápido para abrirle a mi amiga.

—Necesito ayuda... —lloriquee dejando caer mis brazos en rendición mientras recibía un abrazo de mi amiga.

—Pero, ¿por qué tanto drama?

—Es que no sé qué ponerme.

Me separé de ella para observar que era lo que se había puesto y la verdad no era algo del otro mundo. De verdad estaba haciendo un drama, me estaba ahogando en un vaso de agua y los vaqueros acampanados, las cocerse blancas y la remera negra de mi amiga me lo gritaban a los cuatro vientos. Subimos y me termino pasando unos jeans negros ajustados, borcegos y una musculosa negra con el logo de los Guns. Me mire al espejo conforme con lo que veía. Y aunque mi corazón parecía más desbocado que antes por lo menos sentía que había un problema menos. Ahora quedaba lo peor: volver a verlo.

Al salir de casa me encontraba ensimismada en mis pensamientos. No podía salir de una especie de ensoñación donde no podía ser completamente consciente de lo que sucedía al rededor. El aturdimiento que tenía hoy a la tarde se intensificó y algo tan simple y automático como respirar se volvía casi tan complicado como recordar los números pi.
Mire por la ventanilla, intentando que mi mente se concentre en otra cosa que no sea su cara, su voz, su pelo... sus manos. Frenamos en frente de una casa y vi salir a un chico alto y esbelto, vestido a tono con nosotras. Se subió a los asientos de atrás saludando de forma animada.

Leandro tenía una energía contagiosa y muy linda, en cambio yo intentaba seguirles el ritmo, pero mi mente no dejaba de darle vueltas a la idea de que iba volver a verlo después de tanto tiempo. Las cosas habían cambiado tanto para el como para mí, pero en su caso era mas evidente el cambio. Además, contaba con que conocía a su pareja actual, y para mas y mas sorpresa no fue ni de cerca algo amistoso.

Bardelli | Patricio SardelliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora