↻⊲ Capítulo 5 ⊳↺

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Hoy era un día importante; le mostraría la ciudad a Josh y me sentía emocionado por guiarlo. Como habíamos acordado, nos veríamos en el jardín de San Marcos. Estaba en la entrada, junto a la estatua de la Florista, y se le veía emocionado mirándola. Al verme, sonrió más. Me encantaba cómo sonreía, cómo sus bonitos ojos se iluminaban; todo en él me gustaba. Pero no era el momento de decirlo, además no sabía si él podría corresponderme o solo era un amigo. Por ahora, lo que importaba era mostrarle la ciudad.

—¡Hola! —me saludó con una sonrisa más amplia y me abrazó. Yo le correspondí.

—Hola, Josh. ¿Listo para iniciar el recorrido? —sonreí mientras tomaba su brazo.

—Claro, pero antes que nada, ¿por qué hay tantas estatuas en el jardín? Pude notar que hay muchas en esta zona y son lindas, pero tengo curiosidad.

—Se supone que representan a las personas de Aguascalientes, aunque también hay varias leyendas del jardín —sonreí, y él me puso una cara de miedo y también de curiosidad.

—Me da miedo preguntar, ¿es de fantasmas esa leyenda?

Comencé a reírme por eso y asentí un poco.

—Algo así, pero si... ¿te cuento? —no quería asustarlo.

—Sí, pero después me cuentas algo bonito porque me da miedo, ¿okay?

—Okay, lo prometo —sonreí—. Dicen que hace mucho tiempo, un señor llamado "Don Felipe Rey" llegó a Aguascalientes con la intención de prosperar y puso una tiendita de abarrotes. Rápidamente, este hombre logró tener una enorme riqueza y, por miedo a que le robaran sus tesoros, decidió enterrar su dinero en un roble que estaba en la zona noroeste. Parece ser que tuvo un altercado con unos amigos y fue llevado a prisión, pero hizo rezos a la Virgen del Pueblito y salió libre. Así que todos los días iba a ver su tesoro, pero con el tiempo comenzó a enfermar y murió. Entonces, dice la leyenda que él viene todas las noches a cuidar que su tesoro no sea robado.

Explicaba mientras ambos caminábamos lejos del jardín. Josh se giró a mirarme y parecía sorprendido por eso.

—¿Tú crees que eso sea verdad? —sonrió levemente.

—Creo que hay cosas buenas y malas. A mí me han pasado cosas raras, pero es porque a veces le juego al vergas —dije mirándole.

—¿Cómo así?

—Bueno, diría que soy un chico que no le daría miedo ver un fantasma. Al igual que media Latinoamérica, he escuchado a la Llorona. También he visto cosas raras en mi casa y demás, pero solo hay que hacer lo que dice mi abuelita Graciela.

—¿Qué son esas cosas?

—Mentarle la madre al fantasma.

No se esperaba eso y comenzó a reírse por mi comentario.

—Lo juro, según muchas personas, eso funciona.

—Vaya, no esperaba eso.

—Bueno, solo tienes que tenerles respeto a las cosas; eso creo yo.

Josh se rió con ganas, su risa resonando en el aire fresco del jardín. A medida que caminábamos, sentí una mezcla de alegría y nerviosismo. Me gustaba su compañía, y el hecho de que pudiera reírse de mis comentarios me hacía sentir más relajado.

—No sé si eso funcione con los fantasmas —dijo entre risas—, pero definitivamente es una manera única de enfrentarse a ellos.

—A veces hay que ser un poco atrevido —respondí, disfrutando de la conversación—. Mi abuelita siempre dice que la vida es muy corta para tenerle miedo a lo que no podemos ver.

—Tienes razón. Pero yo preferiría no encontrarme con un fantasma, la verdad —dijo Josh, frotándose los brazos como si le diera frío.

—Entonces tal vez deberíamos alejarnos de los árboles —bromeé, y él sonrió de nuevo, sus ojos brillando bajo el sol.

Después de un rato caminando y charlando, llegamos a la Plaza de la Patria. Me detuve un momento para admirar la vista. Era un lugar donde la vida nunca se detenía, lleno de familias, jóvenes y turistas que disfrutaban del ambiente.

—Este lugar es impresionante —dijo Josh, mirando a su alrededor—. ¿Siempre hay tanta gente aquí?

—Sí, especialmente los fines de semana. Es un buen lugar para pasear, y a veces hay eventos culturales —le respondí, sintiéndome orgulloso de mi ciudad.

Decidí que era momento de mostrarle algo más de Aguascalientes. Lo llevé a un pequeño café que solía visitar con mis amigos. Tenía un ambiente acogedor y un excelente café, perfecto para reponer energías.

—Aquí siempre pido un frappé de chocolate —le dije mientras entrábamos, el aroma del café recién hecho llenando el aire.

Josh olfateó con entusiasmo.

—Suena perfecto. ¿Algo más que deba probar?

—Definitivamente las galletas. Son deliciosas.

Mientras esperábamos nuestras bebidas, me di cuenta de lo cómodo que me sentía con él. La conversación fluía, y la química entre nosotros era palpable. Hablamos de nuestras series favoritas, de cómo nos habíamos conocido en el jardín, y de las aventuras que cada uno había tenido en su vida.

—La verdad es que me alegra haberte encontrado, Nico. Nunca pensé que podría conocer a alguien tan interesante en Aguascalientes —dijo Josh, mirándome con sinceridad.

—Igualmente, es genial tener a alguien con quien compartir estas cosas. Siento que podríamos ser buenos amigos, o incluso más que eso —respondí, sintiendo un pequeño cosquilleo en el estómago.

Josh se quedó en silencio un momento, como si estuviera considerando mis palabras. Me sentí un poco nervioso, pero decidí seguir adelante.

—Me gustaría mostrarte más de la ciudad. Hay muchos lugares que son especiales para mí —le dije, intentando mantener la conversación ligera.

—Claro, me encantaría. Pero solo si prometes no contarme más historias de fantasmas —bromeó, sacándome una sonrisa.

—Lo prometo, al menos por hoy —respondí, riendo.

Con nuestras bebidas en mano, salimos del café y continuamos explorando. Cada paso que dábamos juntos hacía que me sintiera más conectado con él. La ciudad se llenaba de historias, y estaba emocionado por mostrarle todo lo que Aguascalientes tenía para ofrecer.

—Así que, ¿Cuál es el siguiente lugar en tu itinerario turístico? —preguntó Josh, curioso.

—Vamos a visitar el Teatro Morelos. Tiene una arquitectura impresionante, y a veces hay obras muy buenas. Si te interesa, podríamos ir a ver alguna función juntos —sugerí, sintiendo que la idea me emocionaba más de lo que debería.

Josh sonrió ampliamente, y su entusiasmo era contagioso.

—¡Suena genial! Estoy totalmente dentro.

Mientras caminábamos hacia el teatro, sentí que este día sería uno de esos momentos que recordaría con cariño. Había algo especial entre nosotros, y cada risa y cada palabra solo fortalecían esa conexión.

—Rayos —respondí al ver que el teatro estaba cerrado—. Creo que no habrá funciones pronto. ¿Quieres hacer algo?

—No conozco bien, pero ¿podríamos ir a un lugar con sombra? Hace calor —dijo mientras se cubría de los rayos del sol con su mano.

—Vamos al jardín de las jacarandas —sonreí y lo guié hasta allí. Estaba cerca, y al llegar pude ver que había una especie de evento o algo así.

—¡Esa canción es de Stray Kids! —dijo emocionado, acercándose al escenario.

—¿Los qué...? —Fui detrás de él y vi que era una presentación de K-pop—. Creo que he escuchado de ese grupo.

—Es genial, su música es bellísima y me encanta. No conozco muchos grupos, pero amo a Stray Kids.

Sonreí al escuchar eso; su felicidad me hacía feliz y solo miraba cómo los participantes bailaban las coreografías. Había sido una muy buena salida con un amigo.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐒𝐚𝐧 𝐌𝐚𝐫𝐜𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora