↻⊲ Capítulo 8⊳↺

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¿Por qué nadie te dice que hacer planes es tan complicado? El inicio de la semana fue intenso, y apenas estamos a mitad, ya sumergidos en estrés, cansancio y muchas cosas más. Apenas tengo tiempo para contestar mi teléfono, y solo me dedico a hacer proyectos, tareas, trabajos, exposiciones y demás. Lo único bueno es que ya tenía listo mi itinerario para la cita.

Después de un día agotador, me encuentro sentado en el borde de mi cama, con el teléfono en la mano y el cuerpo hundido en el colchón. La pantalla parpadea con notificaciones de mensajes sin leer y correos electrónicos que parecen tener vida propia. Todo lo que quiero es apagar el mundo por un momento, pero sé que no puedo permitirme ese lujo.

La semana ha sido un torbellino de estrés. Las pesadillas, la sensación constante de inseguridad y las responsabilidades que se acumulan sin cesar han hecho que cada minuto se sienta como una eternidad. La fatiga mental y física me está superando, y a veces me pregunto cómo consigo seguir adelante. Pero en medio de todo ese caos, hay algo que me da un respiro, una luz en la oscuridad: la idea de verlo este fin de semana. Es lo único que realmente me anima y me da una razón para seguir adelante.

Saco el teléfono del bolsillo y lo desbloqueo, tratando de ordenar mis pensamientos antes de escribir. La pantalla se ilumina con el mensaje que había comenzado a redactar en mi mente. Mis dedos empiezan a moverse lentamente sobre el teclado, luchando por encontrar las palabras adecuadas.

"Hola, mira, sé que es tarde y seguramente estás cansado, solo quería decirte que estoy emocionado de que podamos vernos el fin de semana. Verlo es lo único que me mantiene emocionado..."

Me detengo un momento, mirando el mensaje con una mezcla de nerviosismo y esperanza

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Me detengo un momento, mirando el mensaje con una mezcla de nerviosismo y esperanza. ¿Es suficiente? ¿Expresa realmente lo que siento? Finalmente, decido que sí, y presiono "enviar". El momento en que el mensaje se va, siento una pequeña ola de alivio, como si una carga se hubiera aligerado, aunque sea un poco. Dejo el teléfono a un lado y me recuesto en la cama, mirando el techo mientras trato de despejar mi mente.

El cansancio me envuelve, pero la expectativa de nuestro encuentro es como un faro en la distancia, guiándome a través de esta tormenta interminable. Me pregunto cómo será verlo después de todo esto, cómo me sentiré al estar con él en un lugar donde los problemas parecen desvanecerse por un rato. Cierro los ojos, intentando relajarme, aunque el cansancio sigue pesando en mis hombros. La semana no ha sido amable, pero saber que el fin de semana traerá algo bueno me da un poco de paz en medio de todo el caos. Mañana será otro día lleno de retos y tareas, pero al menos tengo algo por lo que esperar. Esa pequeña chispa de esperanza, esa promesa de un momento agradable, es lo que me mantiene motivado, y eso, de alguna manera, lo hace todo un poco más soportable.

Cierro los ojos y dejo que mis pensamientos divaguen un poco. Recuerdo nuestras conversaciones, cómo sus palabras se entrelazan con mis propias historias, creando un lazo que, aunque pequeño, ya me parece significativo. Es curioso cómo en tan poco tiempo, he empezado a sentirme más cómodo a su alrededor. Puede que todavía haya un aire de nerviosismo en cada mensaje que le envío, pero también hay una chispa de alegría que no puedo ignorar. La idea de que él pueda entender mis miedos y preocupaciones, incluso con tan poco tiempo juntos, me brinda un pequeño consuelo.

𝐀𝐦𝐨𝐫 𝐞𝐧 𝐒𝐚𝐧 𝐌𝐚𝐫𝐜𝐨𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora